CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 10 abril 2008 (ZENIT.org).- La nueva formulación de la oración del Viernes Santo por los judíos, redactada para las comunidades que siguen el Misal Romano precedente al Concilio Vaticano II, es oportuna, pues ha ofrecido «importantes mejorías al texto original»; ahora bien, toca cuestiones muy sensibles para el pueblo judío y es necesaria una gran sensibilidad, reconoce el cardenal Walter Kasper.

El presidente de la Comisión Pontificia para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo ha publicado este jueves en el diario vaticano «L'Osservatore Romano» un artículo, en el que responde con afecto a las reacciones, en muchas ocasiones críticas, de exponentes judíos ante la publicación de la oración.

Se trata de reacciones, afirma, sobre todo de carácter «emocional». «Ahora bien, no hay que descartarlas precipitadamente por considerar que estén causadas por la hipersensibilidad. Incluso entre amigos judíos que desde décadas están involucrados en un intenso diálogo con cristianos, la memoria colectiva de catequesis y conversiones forzadas sigue estando viva».

«Muchos judíos consideran la misión hacia los judíos como una amenaza para su existencia; en ocasiones, se habla incluso de una Shoá con otros medios. Es necesario, por tanto, tener una gran sensibilidad en la relación judeocristiana», afirma.

Según el purpurado, «la oración del Viernes Santo por los judíos tiene una larga historia. La nueva fórmula de la oración para la forma extraordinaria del Rito Romano (misal de 1962) redactada por el Papa Benedicto XVI ha sido oportuna, pues algunas formulaciones eran consideradas ofensivas por parte judía e hirientes por parte de varios católicos».

La nueva formulación, que sólo utilizarán las comunidades ligadas a la celebración eucarística según el Misal de 1962, «habla de Jesús como el Cristo y la salvación de todos los hombres, por tanto, también de los judíos», aclara el cardenal.

«Muchos han interpretado esta afirmación como nueva y no amigable en relación con los judíos. Pero se fundamenta en el conjunto del Nuevo Testamento (Cf. 1 Timoteo, 2, 4) e indica la diferencia fundamental, conocida por todos, que subsiste entre cristianos y judíos».

«En el pasado, la fe en Cristo, que diferencia a los cristianos de los judíos, se transformó con frecuencia en un "lenguaje de desprecio" (Jules Isaac), con todas las graves consecuencias que de esto se derivan. Si hoy nos comprometemos por un respeto recíproco, éste sólo puede fundamentarse en el hecho de que reconocemos recíprocamente nuestra diversidad», considera.

«Por este motivo, no nos esperamos que los judíos concuerden en el contenido cristológico de la oración del Viernes Santo, sino que respeten el que nosotros recemos como cristianos, según nuestra fe, así como también nosotros respetamos su manera de rezar. En esta perspectiva, ambas partes deben aprender», señala.

«La incomprensión ante la reformulación de la oración del Viernes Santo --según el purpurado alemán-- es una señal de cuán grande es todavía la tarea en el diálogo judeocristiano. Las reacciones irritadas que han surgido deberían, por tanto, ser una ocasión para aclarar y profundizar los fundamentos y los objetivos del diálogo judeocristiano».

«Si de esta manera pudiera encaminarse una profundización en el diálogo, la tensión surgida traería al final un resultado positivo. Siempre hay que ser conscientes de que el diálogo entre judíos y cristianos seguirá siendo, por su naturaleza, difícil y frágil y que exige, en gran medida, sensibilidad por ambas partes», concluye.

Por Jesús Colina