Misa en el Vaticano: La sangre del arzobispo muerto en Irak es semilla

Explica el cardenal Leonardo Sandri

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 11 abril 2008 (ZENIT.org).- La sangre del arzobispo secuestrado en Irak es una semilla con la que Dios recogerá frutos en Irak, ha dicho el cardenal argentino Leonardo Sandri, en una misa celebrada en el Vaticano, 30 días después de su muerte.

El cuerpo sin vida de monseñor Paulos Faraj Rahho, arzobispo de Mosul de los Caldeos, fue encontrado el 13 de marzo, mientras la Iglesia universal seguía sin aliento sus noticias, tras haber sido secuestrado el 29 de febrero, al final de la celebración del Vía Crucis.

El prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales presidió la celebración eucarística en la mañana de este viernes en la Basílica de San Pedro con la participación de numerosos miembros de la Curia Romana y de embajadores acreditados ante la Santa Sede.

Al trazar el perfil espiritual del prelado fallecido, en la homilía, constató que, «como obispo, recibió de Cristo el mandato especial de enseñar la Palabra».

«En el servicio de la Palabra, y en esa elevada enseñanza que se convirtió su muerte cruenta, Cristo mismo, junto al obispo Rahho ha sembrado con el cansancio y el llanto. ¡Estamos llenos de esperanza por la cosecha que prepara el Señor!».

«No sabemos nada sobre las horas en que estuvo prisionero o sobre su agonía. ¡Están recogidas en el cáliz de Cristo!», aseguró. «Pero podemos pensar que estuvieron caracterizadas por la santidad del dolor y de la esperanza».

«¿Con qué resonancia interior habrá pronunciado en aquellos momentos las palabras del Crucificado: «En tus manos, Padre, encomiendo mi espíritu»?», se preguntó el purpurado.

«Monseñor Rahho comulgó en el Cuerpo y en la Sangre del Señor. Celebró en persona de Cristo el misterio de su inmolación pascual. Quedó asociado por el Señor Jesús a la única y perfecta oblación al Padre. Por ello «vivirá eternamente», y con él los hermanos nuestros que recordamos en esta misa».

Se refería a los tres jóvenes que acompañaban al obispo al salir del Vía Crucis, y que fueron asesinados en la operación del secuestro, así como al padre Ragheed Aziz Ganni, sacerdote caldeo asesinado el 3 de junio de 2007 en Mosul,  junto a tres subdiáconos.

«La tribulación que hoy experimentan tantos discípulos del Señor está destinada ciertamente a traer frutos evangélicos para la Iglesia caldea, para todos los católicos y para los hermanos en Cristo iraquíes», aseguró Sandri.

«Frutos de reconciliación dentro de la comunidad eclesial y de reconciliación en Irak», concluyó.

La celebración eucarística fue concelebrada por los cardenales Bernard Francis Law, Jean-Louis Tauran y por el patriarca Ignace Moussa I Daoud, así como por arzobispos, obispos y sacerdotes de varias partes del mundo y colaboradores de Benedicto XVI.

Entre los embajadores presentes se encontraban los representantes diplomáticos ante el Vaticano de Irak, Estados Unidos, Egipto, el Líbano, Chipre y Turquía.

Al final de la misa se leyó un mensaje del patriarca de Babilonia de los Caldeos, Su Beatitud Emmanuel III Delly, en el que implora paz y seguridad para su país (Cf. Zenit, 11 de abril de 2008).
 

Por Jesús Colina 

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ZENIT Staff

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