WASHINGTON, jueves, 17 abril 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que pronunció el presidente George Bush en la ceremonia de bienvenida a Benedicto XVI, en el día de su cumpleaños, celebrada este miércoles en los jardines de la Casa Blanca.
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Santo Padre, para Laura y para mí es un privilegio contar con su presencia aquí en la Casa Blanca. Le damos la bienvenida con las antiguas palabras expresadas por San Agustín: «Pax Tecum». Que la paz esté con usted.
Ha decidido visitar Estados Unidos en su cumpleaños. Bueno, los cumpleaños tradicionalmente se pasan con amigos cercanos, por lo que toda nuestra nación se conmueve y se siente honrada de que haya decidido compartir este día especial con nosotros. Le deseamos mucha salud y felicidad… hoy y durante muchos años más (aplausos).
Éste es su primer viaje a Estados Unidos desde que ascendió al Trono de San Pedro. Visitará dos de nuestras principales ciudades y se reunirá con innumerables estadounidenses, entre ellos muchos que han viajado de un extremo del país al otro para verlo y participar en el júbilo de esta visita. Acá en Estados Unidos encontrará una nación dedicada a la oración. Todos los días, millones de nuestros ciudadanos invocan de rodillas a nuestro Creador, en busca de Su gracia y agradecidos por las muchas bendiciones que nos concede. Millones de estadounidenses han estado rezando por su visita y millones están deseosos de orar con usted esta semana.
Aquí en Estados Unidos encontrará una nación imbuida de compasión. Los estadounidenses creen que la manera en que tratamos a los más débiles y los más vulnerables entre nosotros es la manera de calibrar a una sociedad libre. Por lo tanto, todos los días, ciudadanos en todo Estados Unidos responden al llamado universal de alimentar a los hambrientos y reconfortar a los enfermos y cuidar a los discapacitados. Todos los días en todo el mundo, Estados Unidos se esfuerza por erradicar las enfermedades, aliviar la pobreza, promover la paz y llevar la luz de la esperanza a lugares aún envueltos en las tinieblas de la tiranía y la desesperanza.
Aquí en Estados Unidos encontrará una nación que acoge el papel de la religión en la plaza pública. Cuando nuestros fundadores declararon la independencia de nuestra nación, apoyaron sus argumentos apelando a «las leyes de la naturaleza y al Dios de esa naturaleza». Creemos en la libertad religiosa. También creemos que el amor por la libertad y un código moral común están grabados en todos los corazones humanos, y que éstos constituyen la base firme sobre la cual se debe forjar toda sociedad libre.
Aquí en Estados Unidos encontrará una nación que es totalmente moderna, pero sin embargo, es guiada por verdades antiguas y eternas. Estados Unidos es el país más innovador, creativo y dinámico de la Tierra… y también es uno de los más religiosos. En nuestra nación, la fe y la razón coexisten en armonía. Éste es uno de los principales atributos de nuestro país y una de las razones por las que nuestro territorio continúa siendo un modelo de esperanza y oportunidades para millones en todo el mundo.
Sobre todo, Santo Padre, encontrará en Estados Unidos personas cuyo corazón está abierto a su mensaje de esperanza. Y Estados Unidos y el mundo necesitan este mensaje. En un mundo donde hay quienes invocan el nombre de Dios para justificar actos de terrorismo y asesinato y odio, necesitamos su mensaje de que «Dios es amor». Y aceptar este amor es la manera más segura de evitar que los hombres «caigan presa de las enseñanzas del fanatismo y el terrorismo».
En un mundo en el que algunos tratan la vida como algo que se puede degradar y descartar, necesitamos su mensaje de que toda vida humana es sagrada y que «cada uno de nosotros es deseado, cada uno de nosotros es amado»… (aplausos)… y su mensaje de que «cada uno de nosotros es deseado, cada uno de nosotros es amado y cada uno es necesario».
En un mundo en el que algunos ya no creen que podemos distinguir simplemente entre lo correcto y lo incorrecto, necesitamos su mensaje para rechazar esta «dictadura del relativismo» y acoger una cultura de justicia y verdad (aplausos).
En un mundo en el que algunos ven la libertad como simplemente el derecho de hacer lo que desean, necesitamos su mensaje de que la verdadera libertad requiere que vivamos nuestra libertad no sólo para beneficio propio, sino «en un espíritu de apoyo mutuo».
Santo Padre, gracias por hacer este viaje a Estados Unidos. Nuestra nación le da la bienvenida. Agradecemos el ejemplo que sienta para el mundo y le pedimos que siempre nos recuerde en sus oraciones.
[Traducción al español distribuida por la Casa Blanca]