CIUDAD DEL VATICANO, martes, 3 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso dirigido este lunes el Papa Benedicto XVI al nuevo embajador de Hungría ante la Santa Sede, János Balassa, al recibir sus cartas credenciales.
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Excelencia:
Estoy contento de darle la bienvenida al comienzo de su misión y de aceptar las cartas que le acreditan como embajador extraordinario y plenipotenciario de la República de Hungría ante la Santa Sede. Le agradezco sus amables palabras y las felicitaciones que me trae del presidente László Sólyom. Por favor, diríjale mis respetuosos buenos deseos y la seguridad de mis oraciones por toda la gente de su nación.
El restablecimiento de las plenas relaciones diplomáticas de la Santa Sede con los países del antiguo bloque del Este, después de los trascendentales acontecimientos de 1989, abrió nuevos horizontes de esperanza para el futuro. En los veinte años que han pasado desde entonces, Hungría ha promovido grandes procesos para establecer las estructuras de una sociedad libre y democrática, capaz y deseosa de desempeñar su papel en una comunidad mundial cada vez más globalizada. Como usted ha observado, las fuerzas que gobiernan los asuntos económicos y políticos en el mundo actual necesitan ser apropiadamente dirigidas; necesitan, en otras palabras, ser construidas sobre un fundamento ético, dando siempre prioridad a la dignidad y los derechos de la persona humana y el bien común de la humanidad. En vista de su fuerte herencia cristiana, que se remonta a hace mil años, Hungría está bien situada para ayudar a la promoción de estos ideales humanos en la comunidad europea y en la más amplia comunidad mundial, y tengo la esperanza de que sus relaciones diplomáticas sirvan para apoyar esta dimensión vital de la contribución de su nación a los asuntos internacionales.
La experiencia de la recién conquistada libertad ha comportado a veces el riesgo de que estos mismos valores humanos y cristianos, tan profundamente enraizados en la historia y en la cultura de cada pueblo, y también en el entero continente europeo, pueda ser suplantado por otros, basados en visiones poco sólidas del hombre y su dignidad, y dañosas para el desarrollo de una sociedad realmente próspera. En mi mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2008, puse énfasis en la primordial importancia de la familia para construir comunidades pacíficas a todos los niveles. En gran parte de la moderna Europa el papel cohesionador vital que la familia debe jugar en los asuntos humanos ha sido cuestionado o incluso peligra como resultado de equivocadas formas de pensamiento, que a veces encuentran su expresión en políticas agresivas de tipo social y político. Espero seriamente de que se encuentren formas de salvaguardar este elemento esencial de nuestra sociedad, que forma parte del corazón de toda cultura y nación. Uno de los modos específicos con que un gobierno puede ayudar a la familia es asegurando que a los padres se les permita ejercer su derecho fundamental como primeros educadores de sus hijos, lo que incluye la opción de enviar a sus niños a escuelas religiosas si así lo desean.
La Iglesia católica en Hungría ha vivido con particular intensidad la transición entre el periodo de gobierno totalitario y la libertad que su país disfruta actualmente, Tras décadas de opresión, apoyada por el heroico testimonio de muchos cristianos, ha emergido para ocupar su lugar en una sociedad cambiada, capaz una vez más de proclamar el Evangelio libremente. Ella no busca privilegios para sí misma, sino su oportunidad de desempeñar su parte en la vida de la nación, fiel a su naturaleza y a su misión. Mientras que continúa el proceso de implementación de los acuerdos entre Hungría y la Santa Sede –pienso en el memorándum sobre asistencia religiosa a las fuerzas armadas y policía fronteriza recientemente firmado– confío en que todas las cuestiones pendientes que afectan a la vida de la Iglesia en su país se resolverán con el espíritu de buena voluntad y diálogo fructífero que ha caracterizado nuestras relaciones diplomáticas, desde que fueron tan felizmente restauradas.
Excelencia, rezo para que la misión diplomática que usted comienza hoy estreche aún más los lazos de amistad que existen entre la Santa Sede y la República de Hungría. Le aseguro que los diversos departamentos de la Curia Romana están siempre dispuestos para ofrecer su ayuda y apoyo para el cumplimiento de sus deberes. Con mis sinceros buenos deseos, invoco sobre usted, su familia y sobre todos sus conciudadanos las abundantes bendiciones de paz y prosperidad. ¡Que Dios bendiga a Hungría!
[Traducción del original inglés por Inma Álvarez
© Copyright 2009 – Libreria Editrice Vaticana]