CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 4 febrero 2009 (ZENIT.org).- El ayuno en el cristianismo se distingue de esta práctica en otras religiones, pues tiene por objetivo descubrir a Dios y no descubrirse a sí mismo.
Cuando los cristianos ayunan «no se encierran en sí mismos», más bien «se unen a su Señor que ayuna por cuarenta días y cuarenta noches en el desierto».
Así lo manifestó el cardenal Paul Josef Cordes, presidente del Pontificio Consejo «Cor Unum», durante la rueda de prensa que concedió este miércoles en la Santa Sede, en la que fue presentado el mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma de 2009.
El sentido del ayuno en el budismo y el islam
Según aclaró el purpurado alemán, que dirige el organismo vaticano encargado de promover y coordinar la acción caritativa en la Iglesia, el objetivo del ayuno tanto en el budismo como en el islam consiste en favorecer el cuidado del cuerpo, oponiéndose a su idolatría.
El cardenal señaló cómo el sentido del ayuno en el budismo consiste en el desapego los bienes terrenos porque el cuerpo en sí mismo se convierte en origen de sufrimientos: «debe desacostumbrarse a la ‘sed’ de cosas creadas, abandonar el deseo y las inquietudes que de él se derivan, matarlas dentro de sí mismo», de esta manera se llega al Nirvana, que consiste la extinción completa de los deseos.
Para el islam, el ayuno es la cuarta columna que sostiene esta religión y una práctica obligatoria durante el mes de Ramadán.
Para el los musulmanes existe otra razón para olvidarse de todo lo terreno: «Dios tiene su trono en una distancia infinita. No se le puede encontrar en el mundo. Sólo comunica con la creación y con el hombre mediante su ley, la sharia»; por ello, «sería una herejía escandalosa afirmar que Alá tuviera como hijo un miembro del género humano».
El purpurado señaló que el ayuno en ambas religiones tiene algo en común: «trasciende la dimensión terrena y persigue un objetivo más allá de este mundo: el ingreso en el Nirvana o la obediencia a Alá, Señor del cielo y de la tierra».
En ambas religiones, «se trata de liberarnos del peso de las cosas creadas», aclaró.
El sentido del ayuno cristiano
Por el contrario, para el cristiano «el deseo místico no es nunca el descenso en sí mismo sino el descenso en la profundidad de la fe, donde encuentra a Dios».
Si bien es importante aprender de las demás religiones, los cristianos deben profundizar en «la herencia recibida y conocerla cada vez mejor. La revelación divina dice algo nuevo en cada época histórica; es inagotable», constató.
El cardenal dejó clara la diferencia entre el rechazo del mundo por parte del budismo o las leyes del Ramadán islámico y la Cuaresma cristiana, que «ofrece al cristiano un camino espiritual y práctico para ejercitar sin recortes ni reservas nuestra entrega a Dios».
Señaló que, en su mensaje cuaresmal, el Papa no muestra el ayuno con un tinte negativo: «¡cómo podremos nosotros despreciar nuestra carne, si el Hijo de Dios la ha asumido, convirtiéndose verdaderamente en nuestro hermano!».
Cuando los hombres ayunan con una actitud interior de deseo de conversión, «en Cristo buscan la comunión con el Tú divino. En Él buscan nuevamente el don del amor que renueva el ser cristiano», y se comprometen «en la lucha contra la miseria, convirtiéndose en mensajeros del amor de Dios».
Por Carmen Elena Villa