Benedicto XVI: el dolor de los niños interpela la conciencia

“Los creyentes no pueden quedarse indiferentes ante su sufrimiento”

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo 8 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI afirma que del sufrimiento de los niños “se eleva un silencioso grito de dolor que interpela a nuestra conciencia de hombres y de creyentes”, un sufrimiento ante el cual la comunidad cristiana “advierte el imperioso deber de intervenir”.

Así lo afirma en su Mensaje, hecho público ayer, con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el próximo miércoles 11 de febrero.

El Papa dedica su Mensaje de este año a los niños enfermos, ante cuyos sufrimientos la Iglesia “no puede permanecer indiferente”.

El cuidado de los niños enfermos “constituye un elocuente testimonio de amor por la vida humana, en particular por la vida de quien es débil y en todo y por todo dependiente de los demás”.

“Es necesario afirmar con vigor la absoluta y suprema dignidad de toda vida humana. No cambia, con el transcurso del tiempo, la enseñanza que la Iglesia proclama incesantemente: la vida humana es bella y debe vivirse en plenitud también cuando es débil y está envuelta en el misterio del sufrimiento”, añadió.

Los niños son, afirma el Papa, “las criaturas más débiles e indefensas” y especialmente “los niños enfermos y sufrientes”, y se refirió no sólo a aquellos que “llevan en su cuerpo las consecuencias de enfermedades invalidantes o que luchan con males hoy aún incurables”, sino también a los que sufren las consecuencias del mal.

“Hay niños heridos en su cuerpo y en su alma cono consecuencia de conflictos y guerras, y otros víctimas del odio de personas adultas insensatas. Hay ‘niños de la calle’, privados del calor de una familia y abandonados a sí mismos, y de menores profanados por gente abyecta que viola su inocencia, provocando en ellos una herida psicológica que les marcará para el resto de sus vidas”, afirmó.

Se refirió también al “incalculable número de menores que mueren a causa de la sed, del hambre, de la carencia de asistencia sanitaria, como también los pequeños exiliados y prófugos de su propia tierra con sus padres en búsqueda de mejores condiciones de vida”.

“De todos estos niños se eleva un silencioso grito de dolor que interpela a nuestra conciencia de hombres y de creyentes”, advirtió el Papa.

En este sentido, el Papa pidió a las diócesis y a las parroquias que “tomen cada vez más conciencia de ser ‘familia de Dios’, y hagan perceptible en los pueblos, en los barrios y en las ciudades el amor del Señor”

“La Iglesia, como he escrito en la encíclica Deus caritas est, es la familia de Dios en el mundo. En esta familia no debe haber nadie que sufra por falta de lo necesario”, añadió. “En la misma Iglesia, en cuanto familia, ningún miembro sufra porque pasa necesidad”.

Asimismo el Papa pidió “una más estrecha colaboración entre los profesionales de la salud que trabajan en las distintas instituciones sanitarias y las comunidades eclesiales presentes en su territorio”.

Además, hizo un llamamiento “a los responsables de las naciones para que se potencien leyes y reglamentos a favor de los niños enfermos y de sus familias”.

“Siempre, pero aún más cuando está en juego la vida de los niños, la Iglesia, por su parte, está dispuesta a ofrecer su cordial colaboración en el intento de transformar toda la civilización humana en civilización del amor”, añadió.

La familia del niño enfermo

El Papa advirtió también sobre la necesidad de que las comunidades cristianas apoyen a las familias de los niños enfermos, apoyándoles moral y materialmente.

“Dado que el niño enfermo pertenece a una familia que comparte su sufrimiento a menudo con graves impedimentos y dificultades, las comunidades cristianas no pueden dejar de hacerse cargo también de ayudar a los núcleos familiares afectados”, afirmó.

Invocando el ejemplo del Buen Samaritano, pero también de la compasión de Jesús hacia padres de niños gravemente enfermos, como la viuda de Naím y Jairo, el Papa pide a los cristianos que “ofrezcan el apoyo de una solidaridad concreta” a estas familias “tan duramente probadas”.

“De este modo, la aceptación y el compartir del sufrimiento se traduce en un apoyo útil a las familias de los niños enfermos, creando dentro de ellas un clima de serenidad y esperanza, y haciendo sentir a su alrededor una familia más vasta de hermanos y hermanas en Cristo”.

Esta ayuda “presupone un amor desinteresado y generoso, reflejo y signo del amor misericordioso de Dios, que nunca abandona a sus hijos en la prueba, sino que siempre les proporciona admirables recursos de corazón y de inteligencia para ser capaces de afrontar adecuadamente las dificultades de la vida”, añadió.

El Papa invita a las familias con niños enfermos a “dirigir la mirada a Jesús crucificado” en cuyo “sufrimiento por amor entrevemos una suprema coparticipación en las penas de los niños enfermos y de sus padres”.

Recordó también la carta Salvifici doloris de Juan Pablo II, a quien considera “un ejemplo luminoso especialmente en el ocaso de su vida” de aceptación del sufrimiento.

“Sobre la cruz está el ‘Redentor del hombre’, el Varón de dolores, que ha asumido en sí mismo los sufrimientos físicos y morales de los hombres de todos los tiempos, para que en el amor podamos encontrar el sentido salvífico de su dolor y respuestas válidas a todos sus interrogantes”, citó el Papa.

[Por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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