CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 8 febrero 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha nombrado obispo de Villarrica (Chile) al sacerdote Francisco Javier Stegmeier Schmidlin, de la diócesis de Los Ángeles (Chile), hasta ahora rector del seminario metropolitano de Concepción, según informó este sábado la Oficina de Información de la Santa Sede.
Sustituye al obispo capuchino Sixto José Parzinger Foidl, O.F.M. Cap., de 77 años, quien había presentado su renuncia al Papa por motivos de edad.
Monseñor Stegmeier Schmidlin nació en Los Ángeles el 19 de mayo de 1962. Inicio sus estudios en 1968 en el Colegio Alemán de esa ciudad y posteriormente realizó su formación secundaria en el Liceo Alemán de los padres misioneros del Verbo Divino, también en Los Ángeles.
En 1982 ingresó al Seminario Mayor de San Rafael, de la diócesis de Valparaíso.
Obtuvo la Licenciatura en Teología en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, en Roma.
Fue ordenado sacerdote para la diócesis de Los Ángeles el 3 de diciembre de 1988.
Durante su ministerio sacerdotal ha desempeñado los siguientes oficios eclesiásticos: fue vicario parroquial en la Parroquia del Buen Pastor, párroco de la Sagrada Familia de Los Ángeles, profesor del Seminario Mayor Metropolitano de Concepción, profesor del Instituto de Teología de la Pontificia Universidad de la Santísima Concepción, capellán del Monasterio de las Hermanas Clarisas de Los Ángeles y, desde 2006, Rector del Seminario Mayor Metropolitano de Concepción.
Monseñor Steigmeier, al hacerse público su nombramiento, en declaraciones publicadas por el servicio de información de la Conferencia Episcopal (www.iglesia.cl) no ocultó su temor, señalando que «Jesús dice en el evangelio: no tengan miedo. También el Papa Juan Pablo II repetía muchas veces esa frase».
«Hay muchas circunstancias en la vida en las que uno siente miedo. Si me preguntan qué siente ahora, me siento asustado. No es miedo por la diócesis o los sacerdotes de esa diócesis ni por el trabajo pastoral, si no más bien miedo de mí, de mis debilidades».
«ºNo me creo muy capacitado para esta función. Sin embargo, la confianza uno la pone en el Señor. Es Él quien capacita a los que elige».
«Cuando el Nuncio me llamó para tener un encuentro en Santiago, el 26 de enero, yo pensaba para qué será. ¿Será para llamarme la atención…? No descarté que me llamara para un nombramiento, pero pensé que yo no me siento con condiciones humanas y tampoco espirituales para esta tarea».
«Cuando me encontré con el Nuncio, me dio la noticia y antes que yo respondiera algo, me invitó a orar a la capilla. Estuvimos como diez minutos en oración. La sorpresa fue muy grande y de mucha confusión. Sentí susto y agobio respecto a lo que pudiera ser el futuro ministerio. Pero recordé dos votos o promesas que hice al señor, siendo un sacerdote muy joven».
«La primera promesa fue que todos los días oraría al menos una hora para pedirle a Dios que nunca fuera infiel a Él. Y el segundo voto fue la obediencia al Obispo, que el Obispo dispusiera de mí según su voluntad».
«La segunda parte de este voto se refería al Papa, que es obedecer a su magisterio, a su enseñanza y también a su disciplina. No estaba implícito aceptar algún día ser obispo», concluyó.