Misionero en Paraguay devuelve un título honorífico al presidente italiano

El presbítero Aldo Trento es responsable de una clínica para enfermos terminales

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ROMA, viernes, 13 febrero 2009 (ZENIT.org).- El sacerdote Aldo Trento es desde 1989 uno de los misioneros más conocidos de la Fraternidad de San Carlos Borromeo en Paraguay. Tiene 62 años y es responsable de una clínica para enfermos terminales de Asunción.

El 2 de junio pasado, el presidente de la República italiana Giorgio Napolitano le había conferido el título de Caballero de la Orden de la Estrella de la Solidaridad. Este miércoles, el sacerdote ha devuelto el reconocimiento a Napolitano por no haber firmado el decreto que habría detenido el protocolo médico para Eluana Englaro.

«¿Cómo puedo yo, ciudadano italiano, recibir semejante honor cuando usted, con su intervención, permite la muerte de Eluana, en nombre de la República italiana?», se pregunta.

«Tengo más de un caso como Eluana Englaro –relata Aldo Trento–. «Pienso en el pequeño Víctor, un niño en coma, que aprieta los puños, lo único que hacemos es darle de comer con la sonda. Ante estas situaciones, ¿cómo puedo reaccionar ante el caso de Eluana?».

«Ayer me traen una chica desnuda, una prostituta, en coma, dejada ante un hospital, se llama Patricia, tiene diecinueve años, la hemos lavado y limpiado. Y ayer empezó a mover los ojos», afirma.

«Celeste tiene once años, sufre una leucemia gravísima, no había sido nunca tratada, me la han traído sólo para enterrarla. Hoy Celeste camina. Y sonríe».

«He llevado al cementerio a más de seiscientos de estos enfermos. ¿Cómo se puede aceptar semejante operación como la que se hizo a Eluana?».

«Cristina es una niña abandonada en un basurero, es ciega, sorda, tiembla cuando la beso, vive con una sonda como Eluana. No reacciona, tiembla y basta, pero poco a poco recupera las facultades», añade.

«Soy padrino de decenas de estos enfermos. No me importa su piel putrefacta. Tendría que ver con qué humildad les curan mis médicos».

Aldo Trento dice experimentar un «dolor inmenso» por la historia de Eluana Englaro: «Es como si me dijeran: Ahora te cogemos a tus hijos enfermos».

Para el misionero, «el hombre no se puede reducir a cuestión química».

«¿Cómo puede el presidente de la República ofrecerme una estrella a la solidaridad en el mundo?. Así que he cogido la estrella y la he llevado a la embajada italiana en Paraguay».

«Aquí el racionalismo cae dejando espacio al nihilismo –comenta–. Nos dicen que una mujer todavía viva estaría ya prácticamente muerta. Pero entonces es absurdo también el cementerio y el culto a la inmortalidad que anima a nuestra civilización».

Traducido del italiano por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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