CARACAS, sábado, 15 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la declaración del episcopado venezolano sobre el sesquicentenario de la guerra federal publicado el 4 de febrero con motivo de la asamblea ordinaria de la Conferencia Episcopal.
Vengan, subamos al monte de Yahvé, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos. Pues de Sion saldrá la ley. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas (Isaías 2, 3.4)
INTRODUCCION
1.- Estamos en vísperas de conmemorar el Sesquicentenario de la Guerra Federal (20 de febrero de 1859-24 de abril de 1863), considerado el conflicto bélico más duro y costoso después de la Guerra de Independencia. Fue una lucha con carácter de guerra civil, por programas sociales y políticos no cumplidos, enfrentamiento militar entre conservadores y liberales, que duró cinco años. El acontecimiento Guerra Federal forma parte de la realidad histórico-política venezolana, pero tanto o más de nuestro imaginario político-cultural, a tal punto que el escudo nacional trae como fechas estelares de la nacionalidad la Guerra de Independencia y la Guerra Federal. Ambas fueron las dos contiendas más importantes que han asolado nuestro territorio y han sido consideradas como hitos fundacionales de la patria.
2.- Desde nuestra condición de pastores y maestros espirituales del pueblo cristiano, y llamados a ser constructores de la paz en la verdad y la justicia, deseamos ofrecer algunas reflexiones, que confiamos sirvan para mirar el futuro con sereno realismo y renovada esperanza. Nos mueve la fe profunda, en las potencialidades de la fraternidad y el trabajo común de quienes aspiramos un porvenir más justo, solidario y pacífico para nuestra patria.
3.- La conmemoración de estas efemérides más que ocasión para una memoria fiel y creadora, ha servido para exaltaciones épicas de nuestro pasado, sin repercusiones en la solución de los problemas de la gente. En efecto, a menudo han privado los intereses particulares de los gobiernos y élites de turno, resumidos en desfiles, discursos y algún monumento, que no convocan al testimonio y al compromiso. En definitiva, no se ha superado lo efímero, el pan y circo, fuegos artificiales y demostraciones de poder.
LA GUERRA FEDERAL: UN ACONTECIMIENTO COMPLEJO Y AMBIVALENTE
4.- Un acontecimiento tan contradictorio, poco estudiado en profundidad, y desconocido en su real significación por la inmensa mayoría de la población, se ha convertido en un mito, más que en un evento histórico a rememorar en verdad y libertad. Es el caso, por ejemplo, de la figura de Ezequiel Zamora, convertido en leyenda. Los historiadores mantienen una polémica no resuelta sobre lo revolucionario de sus ideas y de su acción política, más cercana a la de José Tomás Boves, por su crueldad, que a la de un benefactor bondadoso. Urge, pues, aprovechar la ocasión de estas conmemoraciones para proyectar el valor positivo de una herencia, reconocer las sombras para no repetir errores y descubrir las posibilidades de superar las necesidades actuales y futuras de los venezolanos.
5.- Los años de la Guerra Federal fueron muy dolorosos. El número de muertos, la paralización de la economía, la división de las familias, los odios sociales, las consignas de federalismo y regionalización, que quedaron en promesas; fue un precio demasiado elevado que los ciudadanos tuvieron que pagar sobre todo los más pobres, por la consolidación institucional del país, lo cual nunca se ha logrado plenamente. En efecto, las regiones que no entraron en la guerra se beneficiaron de la paz y se desarrollaron más que el resto, pues la guerra solo generó miseria.
6.- Un texto de la época de la Guerra Federal, nos sirva de ejemplo para que todos, creyentes o no, sintamos la obligación moral de superar la pobreza y construir la paz: Los tiempos modernos están fundados sobre la paz; los gobiernos que no saben darla, pasan rápidamente; y los pueblos, aun los más indóciles y que oponen más resistencia a la administración pública, les imputan las conmociones y escándalos que han preparado ellos mismos. Nunca nación alguna ha necesitado más paz que Venezuela. Y la guerra a nadie puede convenir; desde luego que sería la muerte del agricultor laborioso, del criador inquieto, del mercader lleno de zozobras. Acaban de animarse a nuevas empresas y de poner en ellas su último óbolo, contando con la paz; sin ella, perecerán para siempre nuestras industrias moribundas. (Editorial del periódico El Nacional-1864-, atribuido a Juan Vicente González, en, Congreso de la República. Pensamiento Político Venezolano del siglo XIX. Textos para su estudio. Tomo III. p. 624. Caracas 1983).
7.- Las guerras de Independencia y de la Federación nos dejaron el rico legado positivo de una mayor conciencia de protagonismo popular y, en algún modo, de identidad nacional, de empeño por la liberación de toda dominación, el valor de lo regional ante el acaparamiento del centralismo, la eliminación de títulos nobiliarios y el énfasis en la igualdad de los ciudadanos.
8.- Otro de los legados positivos de los años de la Guerra Federal, fue el llamado permanente a la paz y la convivencia, hecha por los Obispos Silvestre Guevara y Lira, Arzobispo de Caracas; Juan Hilario Bosset, de Mérida; Mariano de Talavera y Garcés, emérito de Guayana; y Mons. Mariano Fortique, de Guayana. Era el grito de la fe, pidiendo que las espadas se convirtieran en arados y las lanzas en podaderas, en palabras del Profeta (Cf. Isaías 2,4). Somos herederos de ellos, en su condición de ciudadanos y pastores, continuadores de la acción profética que carga con la cruz de los padecimientos de nuestro pueblo.
LA VERDADERA HISTORIA
9.- Tanto en la enseñanza escolar como en la retórica oficial, son casi inexistentes las referencias a los valores, instituciones y personas que conformaron los tres siglos de la colonia, sin olvidar el largo período de nuestros antepasados indígenas. En la construcción de la identidad nacional venezolana se ha exaltado en exceso la guerra. Los héroes de la Independencia y la Federación acaparan el mayor número de epónimos de las instituciones públicas. Esto no es sano ni pedagógico para formar ciudadanos. Pareciera que sólo a través de hechos bélicos se edifica la patria. Se soslayan o incluso se ocultan, además, los horrores de las guerras y la desolación y devastación que dejaron. Lo reconoció en su momento el propio Libertador: Mi horrible profesión militar me ha obligado a formarme una conciencia de soldado, un brazo fuerte que no puede manejar el Bastón sino la espada. El hábito de la guerra,...me ha puesto fuera del mando civil. Lo digo con rubor, mas debo confesarlo (Carta al Presidente del Senado de Colombia, 4 de junio de 1826).
10.- Querámoslo o no, nuestra historia como pueblo y nación, no comenzó con el período independentista. En los tres primeros siglos de nuestra historia se fraguaron la matriz cultural y la identidad espiritual y moral de nuestro ser venezolano mestizo, con virtudes y defectos, con realizaciones y fracasos. Es un craso error renunciar a nuestros orígenes, como si pudiéramos cambiar o ser mejores, desconociendo quienes fueron nuestros antepasados. La Venezuela y los venezolanos de hoy son incomprensibles sin los aspectos positivos y negativos del período de los siglos XVI-XVIII y de la época republicana, así como de las ansias y luchas por la independencia política, la eliminación de la esclavitud, los privilegios sociales y económicos, y los atavismos culturales de todo género.
11.- El mundo civil y la vida cotidiana no han formado parte prioritaria de la enseñanza de nuestra historia patria. Siempre han estado en un segundo plano. Pero es en la vida civil e institucional donde se construyen la vida y la historia verdaderas. Si no, preguntémosle a nuestra gente de los barrios, de los c ampos, a los maestros y profesores, a los que han emprendido aventuras exitosas en los negocios y en las empresas, pequeñas o grandes, cómo ha sido su trayectoria. La mayor parte de sus testimonios dejan ver que el esfuerzo, la constancia y la creatividad tanto de las familias como de diversos grupos o personas, han ido más allá de las iniciativas del Estado.
12.- Los momentos de ruptura, de guerra y dolor, pueden ser vistos como momentos inevitables o ineludibles. Pero el progreso y la convivencia, el bienestar y la tranquilidad, el desarrollo de las ciencias, artes, comercio, agricultura, industria, educación, inmigración, entre otras, han surgido y crecido en los momentos de paz y alegría, en la rutina de la vida ordinaria, en el esfuerzo mancomunado sin distingos de ninguna especie.
EL COMPROMISO DEL PRESENTE
13.- El Concilio Plenario de Venezuela señala que una de las grandes tareas de la Iglesia en nuestro país consiste en la construcción de una sociedad más justa, más digna, más humana, más cristiana y más solidaria. Esta tarea exige la efectividad del amor. Los cristianos no pueden decir que aman, si ese amor no pasa por lo cotidiano de la vida y atraviesa toda la compleja organización social, política, económica y cultural (Concilio Plenario de Venezuela, La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad, 90). Por ello, entre otras cosas, debemos conocer críticamente nuestra historia para evitar ser manipulados y confundidos. El Papa Benedicto XVI nos recuerda que la historia del desarrollo económico del siglo XX enseña cómo buenas políticas de desarrollo se han confiado a la responsabilidad de los hombres y a la creación de sinergias positivas entre mercados, sociedad civil y Estados (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la paz, 2009, n 12).
14.- Sugerimos, pues, a todos los centros educativos, desde los niveles iniciales hasta el universitario, en particular a los de inspiración cristiana, a los Seminarios y Casas de Formación, a los movimientos de apostolado y acción social, a que realicen jornadas de estudio, promuevan concursos u otros eventos para conocer y proyectar el sentido más auténtico de las ansias de justicia social y desarrollo, de descentralización y federalismo, que están en el subconsciente del venezolano. Pedimos, también, a las diversas instancias de Pastoral Social y a las Vicarías de Derechos Humanos, que realicen gestos concretos al servicio de la vida y la fraternidad.
15.- Invitamos a conmemorar el Sesquicentenario de la Guerra Federal bajo el espíritu de las consideraciones de esta Declaración. Será así un aliento para que despierten en todos los venezolanos, la creatividad y la esperanza. Recordemos las palabras del Papa Pío XII y hagámosla nuestra: todo se pierde con la guerra, todo se gana con la paz. Es lo que pedimos a la Divina Pastora, en vísperas de su fiesta y en el momento del lanzamiento de la Misión Continental en Venezuela, para que siga siendo incontestablemente verdadero el axioma según el cual combatir la pobreza es construir la paz (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la paz, 2009).
Con nuestra bendición episcopal
Los Arzobispos y Obispos de Venezuela.