CIUDAD DEL VATICANO, lunes 16 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- El padre Damián, misionero entre los leprosos de Molokai (isla de Hawai), será proclamado santo después de que la Santa Sede haya reconocido un milagro atribuido a su intercesión.
La Santa Sede ha hecho público este lunes que el próximo sábado 21 de febrero por la mañana tendrá lugar el consistorio público de los cardenales en el que se decidirá la fecha de la celebración de canonización de diez nuevos beatos.
Se cumplirá así una petición que había presentado la Madre Teresa de Calcuta, algo más de trece años, después de su beatificación por parte de Juan Pablo II en Bruselas (el 10 de junio de 1995).
En el consistorio participará monseñor Larry Silva, obispo de Honolulu.
El beato Damián (1840-1889), su nombre de pila era Jozef de Veuster, había nacido en Bélgica. Era religioso misionero de los Sagrados Corazones de Jesús y María al llegar en 1865 a Honolulu, donde fue ordenado sacerdote.
La lepra afectó seriamente a los nativos de las islas de Hawai, enfermedad que desconocían antes de la llegada de los comerciantes. Ante el miedo a que se esparciera la epidemia, el rey Kamehameha IV segregó a los leprosos del reino trasladándolos a una colonia establecida para ellos en el norte, en la isla de Molokai.
La «Royal Board of Health» los proveyó con suministros y comida, pero no contaban con los medios apropiados para ofrecer asistencia médica.
El padre Damián solicitó a su obispo instalarse en la isla para atender espiritualmente a los enfermos, que morían en gran número. Con su actividad pastoral, construyó estableció una parroquia, fundó escuelas, y regeneró la convivencia social en la «colonia de la muerte», donde enfermos peleaban para sobrevivir. Falleció a causa de la lepra.
La canonización tiene lugar después de que la Santa Sede reconociera un milagro atribuido a su intercesión: la curación de la señora Audrey Toguchi de Honolulu, enferma de cáncer –liposarcoma pleomorfico metastalizado–, una enfermedad que no tiene curación humana.
En un testimonio al que ha tenido acceso ZENIT, Audrye cuenta cómo tuvo lugar el milagro.
«Me dirigí al beato Damián –dice Audrye–. Fue el hombre central de mis oraciones: desde el 1 de mayo hasta el 19 de enero 2004 mis oraciones fueron dirigidas a Dios exclusivamente por medio del beato Damián. Estoy convencida que esta milagrosa desaparición del cáncer se debe a la intercesión del beato Damián».