CIUDAD DEL VATICANO, viernes 20 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- El Papa afirmó hoy que promover el desarrollo rural no sólo ayuda a combatir la pobreza y el hambre, sino aún más, ayuda a promover la dignidad de hombre y las relaciones justas entre los pueblos.
Así lo expresó al recibir en audiencia a los participantes en la Sesión del Consejo de Gobernación del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (IFAD), con ocasión del 30 aniversario de su fundación, en la Sala Clementina.
El Papa afirmó que el trabajo en el campo “lleva implícita su propia dignidad” como participación “en la providencia creadora del Dios Todopoderoso”. “Una sociedad verdaderamente humana siempre sabrá cómo apreciar y remunerar apropiadamente la contribución hecha por el sector agrícola”.
“Si es apoyado y equipado adecuadamente, tiene potencial de sacar a una nación de la pobreza y de poner los fundamentos de una creciente prosperidad”, añadió.
Las ayudas a los países en vías de desarrollo deben ir encaminadas a “promover las oportunidades de empleo en las comunidades rurales, en vista de capacitarlas, a largo plazo, para ser independientes de la ayuda del exterior”.
“Estos proyectos ayudan también a las comunidades indígenas a florecer en su propio suelo, y a vivir en armonía con sus culturas tradicionales, en lugar de verse forzadas a desarraigarse para buscar empleo en las ciudades masificadas, llenas de problemas sociales, donde a menudo tienen que soportar miserables condiciones de vida”, explicó.
El Papa afirmó que este enfoque “tiene el mérito de restablecer al sector agrícola en el lugar que le corresponde dentro de la economía y del tejido social de las naciones en vías de desarrollo”.
“El principio de subsidiariedad requiere que cada grupo en la sociedad sea libre de hacer su propia contribución al bien común general”, y por desgracia, “demasiado frecuentemente, los trabajadores agrícolas de las naciones en vías de desarrollo ven negada esta oportunidad, cuando su trabajo es explotado con codicia y su producción se desvía hacia mercados distantes”.
Benedicto XVI agradeció en este sentido el trabajo llevado a cabo por el Fondo, destacando sobre todo su contribución a una relación más justa entre las naciones, y la propuso como modelo de “toma conjunta de decisiones, esencial si se quieren conducir los asuntos internacionales con equidad y visión de futuro”.
“Cuando los países ricos y los que están en vías de desarrollo consiguen unirse para tomar decisiones conjuntas, se puede verdaderamente afirmar que los diferentes estados miembros actúan como iguales, expresando su solidaridad unos con otros y su compromiso compartido de erradicar la pobreza y el hambre”, explicó.
El Papa afirmó que ante la situación actual “es necesaria una renovada determinación de actuar en armonía y solidaridad con todos los diferentes elementos de la familia humana de cara a asegurar un equitativo acceso a los recursos de la tierra ahora y en el futuro”.
“La motivación para actuar de esta forma procede del amor: amor por los pobres , amor que no puede tolerar la injusticia o la deprivación, amor que rechaza el descanso hasta que la pobreza y el hambre desaparezcan de en medio de nosotros”, añadió.
Desde este punto de vista, “los objetivos de erradicar la pobreza extrema y el hambre, así como promover la seguridad alimentaria y el desarrollo rural, lejos de ser demasiado ambiciosos o irreales, se convierten, en este contexto, en imperativos vinculantes para toda la comunidad internacional”, concluyó el Papa.
[Por Inma Álvarez]