LA HABANA, domingo, 22 febrero 2009 (ZENIT.org).- Hasta la Iglesia de Santa Clara de Asís, en el popular barrio habanero de Lawton, llegaron el 18 de febrero fieles de la arquidiócesis de La Habana y otras diócesis vecinas para darle el último adiós en este mundo al hermano Eduardo de la Fuente Serrano, sacerdote español, asesinado a los 59 años el pasado 14 de febrero.
La Misa de Exequias estuvo presidida por monseñor Alfredo Petit, obispo auxiliar de La Habana y vicario del sur de la arquidiócesis, zona en la que se inserta la comunidad de Santa Clara de Asís.
Concelebraron monseñor Juan de Dios Hernández, obispo auxiliar de La Habana y monseñor Domingo Oropesa, obispo de Cienfuegos. Asistieron además, el señor embajador de España en Cuba, Manuel Cacho Quesada, así como el cónsul de ese país en la Isla, Pablo Barrios Almazor.
Según informa la revista de la arquidiócesis, Palabra Nueva, «visiblemente conmovidas, cientos de personas desfilaron ante el cuerpo del querido padre Eduardo, quien durante los dos años de permanencia en Cuba como párroco de la comunidad de Santa Clara de Asís se distinguió por su celo apostólico, su caridad y su marcada preferencia por los pobres».
Las personas más cercanas al padre Eduardo acompañan sus restos mortales hasta el coche fúnebre.
El padre Eduardo era cura diocesano de la arquidiócesis española de Madrid-Alcalá y llegó a Cuba como misionero en el año 2006. Desde su llegada a la parroquia de Lawton desplegó un intenso y efectivo trabajo pastoral que hizo revivir a una comunidad muy afligida por la falta de un sacerdote permanente desde hacía algunos años, lo que le granjeó el respeto y la admiración de muchos, cercanos o no a él.
«Los testimonios de quienes le conocieron descubren su proximidad a todos: a los niños, los ancianos y muy especialmente a los adolescentes y jóvenes, a quienes aglutinó en un vivo y comprometido grupo parroquial», explica Palabra Nueva.
Jessica Valdés visitaba la comunidad cuando él arribó a ella. Hoy, conmocionada, le califica como un «hombre incansable, caritativo y bueno hasta lo increíble». «Desde que llegó fue todo amor, hizo de esta una verdadera familia, porque nosotros no teníamos vida de comunidad», precisó.
Antes de concluir la misa, monseñor Juan de Dios Hernández, obispo auxiliar de La Habana , transmitió la cercanía del cardenal Jaime Ortega, quien desde el exterior se ha mantenido al corriente de todas las informaciones y agradeció en primer lugar a Dios por permitir que durante dos años, su hijo Eduardo «pudiera sembrar la semilla de su reino en un pedazo de suelo cubano».
Asimismo, reconoció el trabajo de tantos que de manera ininterrumpida han colaborado para esclarecer este hecho. De modo especial hizo llegar un mensaje de gratitud al cardenal Antonio María Rouco Varela, arzobispo de Madrid, por prestar a Cuba al padre Eduardo.