CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 25 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el mensaje que el Papa ha enviado a los fieles de Brasil, con motivo del comienzo de la Campaña de Fraternidad 2009 hoy miércoles de Ceniza, con el lema «La paz es fruto de la justicia».
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Al venerable hermano en el episcopado
monseñor Geraldo Lyrio Rocha,
presidente de la CNBB
Arzobispo de Mariana (MG)
Al iniciar el itinerario espiritual de la Cuaresma, camino hacia la Pascua de resurrección del Señor, deseo una vez más adherirme a la Campaña de Fraternidad que, en este año 2009, está destinada a considerar el lema «La paz es fruto de la justicia». Es un tiempo de conversión y de reconciliación de todos los cristianos, para que las más nobles aspiraciones del corazón humano puedan ser satisfechas, y prevalezca la verdadera paz entre los pueblos y las comunidades.
Mi venerable predecesor, el Papa Juan Pablo II, en el Día Mundial de la Paz de 2002, al resaltar precisamente que la verdadera paz es fruto de la justicia, hacía notar que «la justicia humana es siempre frágil e imperfecta», debiendo ser «ejercida y de cierta forma completada con el perdón que cura las heridas y restablece en profundidad las relaciones humanas trastornadas» (n. 3).
El Documento final de Aparecida, al tratar del Reino de Dios y la promoción de la dignidad humana, recordaba los signos evidentes de la presencia del Reino en la vivencia personal y comunitaria de las Bienaventuranzas, en la evangelización de los pobres, en el conocimiento y cumplimiento de la voluntad de Dios, en el martirio por causa de la fe, en el acceso de todos a los bienes de la creación, y en el perdón mutuo, sincero y fraterno, aceptando y respetando la riqueza de la pluralidad, y la lucha para no sucumbir a la tentación de ser esclavos del mal (n. 8.1).
La Cuaresma nos invita a luchar sin descanso para hacer el bien, precisamente sabiendo qué difícil es que nosotros, los hombres, nos decidamos seriamente a practicar la justicia – hace falta mucho para que la convivencia se inspire en la paz y en el amor, y no en el odio o en la indiferencia. No ignoramos también que, aunque se consiguiera llegar a una razonable distribución de los bienes y a una organización armoniosa de la sociedad, jamás desaparecerá el dolor de la enfermedad, de la incomprensión o la soledad, de la muerte de las personas que amamos, de la experiencia de nuestras propias limitaciones.
Nuestro Señor abomina las injusticias y condena a quien las comete. Pero respeta la libertad de cada individuo y por ello permite que éstas existan, pues forman parte de la condición humana después del pecado original. Con todo, su corazón lleno de amor por los hombres le llevó a cargar, juntamente con la cruz, todos esos tormentos: nuestro sufrimiento, nuestra tristeza, nuestra hambre y sed de justicia. Vamos a pedirle que sepamos testimoniar los sentimientos de paz y de reconciliación que Le inspiraron el Sermón de la Montaña, para alcanzar la eterna Bienaventuranza.
Con estos augurios, invoco la protección del Altísimo para que su mano bienhechora se extienda por todo Brasil, y que la vida nueva en Cristo alcance a todos en su dimensión personal familiar, social y cultural, derramando los dones de la paz y de la prosperidad, despertando en cada corazón sentimientos de fraternidad y de viva cooperación. Con una especial Bendición Apostólica.
BENEDICTUS PP. XVI
[Traducción del original portugués por Inma Álvarez
© Copyright 2009 – Libreria Editrice Vaticana]