CÓRDOBA, jueves, 26 febrero 2009 (ZENIT.org).- Al reformador trinitario manchego san Juan Bautista de la Concepción se le ha reconocido su santidad pero, según la Orden por él reformada, los trinitarios, hay una deuda con él en cuanto a conocimiento de su doctrina espiritual. Unas jornadas, celebradas en Córdoba, España, han estudiado el recogimiento interior en este reformador de la altura de otros místicos españoles.
Durante los días 21 y 22 de Febrero se han celebrado en Córdoba las XXII Jornadas del Reformador de la Orden Trinitaria, san Juan Bautista de la Concepción, organizadas por las dos provincias trinitarias de España, con la coordinación del padre Manuel Sendín García y la presentación del padre Isidro Hernández Delgado. El tema de este año ha sido «Juan Bautista de la Concepción. Maestro de Espiritualidad». Han tomado parte más de cincuenta miembros de la Familia Trinitaria, religiosos, religiosas y laicos.
Abrió las jornadas el padre Antonio Jiménez Fuentes, ministro provincial de España Sur, señalando que el objetivo de estas jornadas es principalmente conocer, reflexionar y orar en torno a la figura de san Juan Bautista de la Concepción.
El vicario general de Pastoral de la Diócesis Joaquín Alberto Nieva García, saludó a los participantes en nombre del obispo, les dio la bienvenida a la Casa de Espiritualidad de San Antonio, y subrayó que la figura de san Juan Bautista de la Concepción, fallecido en Córdoba, el 14 de febrero de 1613, forma ya parte del patrimonio eclesial de la diócesis y ha sido introducido recientemente en el calendario litúrgico.
Se presentaron dos conferencias y once comunicaciones sobre la obra de san Juan Bautista. La primera fue pronunciada por el teólogo Juan de Dios Martín Velasco, profesor emérito del Instituto Superior de Teología de Madrid con el tema «El Tratado del Recogimiento Interior de S. Juan Bautista de la Concepción. Ensayo de lectura actual».
La segunda, estuvo a cargo del trinitario padre Juan Pujana Ascorbebeitia, director del Secretariado Trinitario de Salamanca, y máximo especialista en la obra del santo reformador trinitario. Pujana habló de la «Infancia y adolescencia de Juan Bautista de la Concepción», invitando a profundizar en esta etapa de su vida, en la que se fue forjando su vocación de trinitario.
A estas conferencias, se unieron once comunicaciones que iluminaron el tratado del santo en torno al Recogimiento Interior.
Las Jornadas fueron clausuradas en el convento trinitario de Córdoba (Padres de Gracia), iglesia donde reposan las reliquias del santo reformador. La Eucaristía, concelebrada por catorce sacerdotes trinitarios, fue presidida por el padre Antonio Jiménez, quien destacó en la homilía la necesidad de descubrir y vivir la rica espiritualidad dejada por san Juan Bautista de la Concepción.
La Orden de la Santísima Trinidad y de la Redención de Cautivos, conocida popularmente como trinitarios, es una familia religiosa fundada por el francés san Juan de Mata (1154-1213) con regla propia, aprobada por Inocencio III el 17 de diciembre 1198.
Es la primera institución oficial en la Iglesia dedicada al servicio de la redención con las manos desarmadas, sin más armadura que la misericordia, y con la única intención de devolver la esperanza a los hermanos en la fe que sufrían bajo el yugo de la cautividad.
La Regla, escrita por san Juan de Mata adaptada a través de ochocientos años por la tradición, y principalmente por el espíritu y la obra del reformador Juan Bautista de la Concepción, se desarrolla en las constituciones trinitarias aprobadas por la Santa Sede.
La tradición trinitaria considera a san Félix de Valois cofundador de la Orden y compañero de Juan de Mata en el desierto de Cerfroid, en las cercanías de París. En Cerfroid se estableció la primera comunidad trinitaria y se la considera casa madre de toda la Orden.
San Juan Bautista de la Concepción (1561-1613), nació en Almodóvar del Campo, Ciudad Real, España, el 10 de julio de 1561 y falleció en Córdoba el 14 de febrero de 1613. Fue canonizado por Pablo VI el 25 de mayo de 1975, y propuesto a la Iglesia como un santo de la renovación. En Valdepeñas, Ciudad Real, se estableció la primera comunidad de trinitarios descalzos. Con el breve Ad militantes Ecclesiae (1599), el papa Clemente VIII dió validez eclesial a la congregación de los hermanos reformados y descalzos de la Orden de la Santísima Trinidad, instituida para observar con todo su rigor la regla de san Juan de Mata.
Hoy la única rama de trinitarios existente es la fundada por san Juan Bautista de la Concepción, pues los trinitarios calzados desaparecieron en 1897, con el fallecimiento de su último superior general, padre Antonio Martín y Bienes.
El reformador manchego fundó 18 conventos de religiosos y uno de religiosas de clausura. Vivió y transmitió a sus hijos un intenso espíritu de caridad, oración, recogimiento, humildad y penitencia, poniendo especial interés en mantener viva la entrega solidaria a los cautivos y a los pobres. La relación de los trinitarios con la Trinidad, como centro vital y fuente de la caridad que redime, es un tema central en sus vivencias y enseñanzas.
Aunque poco conocido, entra por derecho propio en la constelación de los grandes escritores místicos españoles del Siglo de Oro y según su Orden, hay una deuda histórica con él «pues si bien tiene el puesto que se merece en los altares, no se le ha colocado aún en la hornacina del altar de la literatura espiritual que le corresponde».
«Es un escritor original y profundo en las ideas, popular y rico en la expresión -dice la página web de los trinitarios–. Tiene una prosa armoniosa, con largos periodos, tintada de humor, de anécdotas, de ejemplos y referencias al reino vegetal, mineral y animal. Domina y conoce a los santos padres de la Iglesia y la Biblia y es su referencia obligada y constante. Quien se adentra en los surcos de su obra literaria fácilmente descubre una simbiosis de Cervantes y Juan de la Cruz».
A partir de la reforma colectiva que supuso para la Iglesia el Concilio Vaticano II, en la Orden Trinitaria se inició un proceso de renovación, de búsqueda de la propia identidad, de recuperación del carisma del fundador y de respuesta a los signos y a los retos del último cuarto del siglo XX.
Las nuevas Constituciones, aprobadas en 1983 y confirmadas por Roma en 1984, recogen y traducen el carisma fundacional a la nueva situación histórica: la unidad originaria, carismática, de mística trinitaria y servicio de redención y misericordia. La Santísima Trinidad como fuente de la caridad que se traduce en el servicio de la redención y misericordia; la vivencia de la Trinidad como llamada a ser signos del misterio del Dios cristiano, el Dios de los hermanos en cautividad; el servicio de liberación realizado en formas diversas: escuchando las nuevas cautividades desde donde vuelven a oírse los gemidos que llegaron al corazón del fundador.
Por Nieves San Martín