El impacto del envejecimiento en la economía

Nueva oleada de presión para promover el control demográfico

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ROMA, domingo, 8 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- La preocupación por el medio ambiente ha dado un nuevo impulso a los defensores del control de nacimientos.

El libro de Paul R. Ehrlich «La Bomba de Población» (1968) creó una oleada de presiones maltusianas para frenar el crecimiento de población, pero, conforme han pasado los años, y los desastres previstos no ocurrieron, el entusiasmo por el control de población disminuyó.

Sin embargo, una nueva oleada de preocupación está siendo alimentada por los ecologistas. En Inglaterra, Jonathan Porritt, que dirige la Comisión de Desarrollo Sostenible del gobierno, declaró que las familias deberían limitarse a dos hijos, informaba el Sunday Times de Londres el 1 de febrero.

Según el artículo, Porritt ha instado a grupos de presión medioambiental a que hagan de la población uno los puntales de sus campañas.

Hizo estas afirmaciones tras unos comentarios de James Lovelock, autor de la teoría de Gaia, que considera la tierra como un único organismo que se autorregula.

En una entrevista publicada el 23 de enero por la revista New Scientist, Lovelock hacía el pronóstico apocalíptico de que debido al calentamiento global el 90% de la población del mundo moriría, según sus palabras, con «una matanza».

El clamor de los activistas verdes tiene una amplia cobertura mediática, mientras que una situación mucho más preocupante – la de una población envejecida por la falta de niños – suele atraer poca atención. Tras las drásticas caídas en la fertilidad de las últimas décadas, muchos países se enfrentan a enormes problemas económicos debido a una proporción más alta de personas ancianas en su población.

Cambio demográfico

Recientemente George Magnus, consultor económico del banco de inversiones suizo UBS, publicaba un análisis en profundidad del impacto económico de este envejecimiento

En «The Age of Aging How Demographics Are Changing the Global Economy and Our World» (La Edad del Envejecimiento: Cómo la Demografía está cambiando la Economía Global y nuestro Mundo) (John Wiley and Sons), Magnus comienza comentando que no hay precedentes para guiarnos en esta situación de rápido envejecimiento de la población.

Para el 2050 habrá casi 2.000 millones de personas con más de 60 años, cerca del 22% de población mundial total prevista, un gran cambio si se compara con la actual proporción de este grupo que es del 10%. Este vuelco en la estructura de edades traerá consigo, explicaba Magnus, nuevas cuestiones económicas, sociales y políticas.

En cuanto a los de más de 80 años, se espera que aumente de los actuales 88 millones, hasta más de 400 en el 2050.

Magnus está capacitado de sobra para hablar sobre temas económicos globales. Según un artículo publicado en el diario británico Telegraph el 8 de noviembre, Magnus, en marzo del año pasado, cuando el Henry Paulson, Secretario del Tesoro de Estados Unidos, anunciaba que no estaba preocupado por las inestabilidades del mercado mundial, publicó un documento advirtiendo de que la crisis de las hipotecas subprime de Estados Unidos provocaría el fin del ciclo crediticio «con consecuencias económicas para el sistema mundial».

Una población envejecida significa que habrá menos personas trabajando para sostener a los que estén jubilados. En Estados Unidos, en los próximos años, la población en edad de trabajar, de los 15 a los 64 años, crecerá, aunque lentamente.

En cambio, en Japón, las cifras de aquellos en edad laboral ya están descendiendo, y en Europa Occidental están casi en punto muerto, explicaba Magnus. Algunos se han visto especialmente afectados.

Menos personas trabajando

En Japón y en Italia, por ejemplo, las personas con más de 65 años eran en 2005 aproximadamente el 30% respecto a la población en edad laboral. Para el 2050 alcanzarán no menos del 70%. En términos prácticos, esto significa que mientras actualmente hay en Japón 3,4 personas en edad laboral por cada persona con más de 65 años, para el 2.050 esto habrá disminuido a sólo 1,3.

En general, en Europa Occidental, el actual nivel de casi cuatro personas en edad de trabajar por cada una con más de 65 años se reducirá aproximadamente a la mitad en el 2050.

Pero el mundo desarrollado no es el único que se enfrenta a un dramático cambio en la distribución de edades. En China, gracias a las draconianas medidas de planificación familiar, el número de quienes trabajan por cada persona con más de 65 años se desplomará en el 2050 del actual nivel de 9,2 hasta el 2,5.

Persuadir a más personas para que se sumen a la fuerza laboral es una solución a la escasez de trabajadores, pero Magnus quitaba alas a esta solución refiriéndose a un estudio llevado a cabo por el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Según el FMI, el índice de participación total de la población de una nación que está trabajando tendría que aumentar en un 10% en los países avanzados para ayudar a compensar el envejecimiento. Sin embargo, en tiempos de la expansión económica de los años noventa, la participación en la fuerza laboral aumentó sólo en un 6%, cuando las condiciones económicas fueron lo más favorables posible.

Para países como España, Corea del Sur e Italia, el índice de participación tendría que aumentar de un 18% a un 20% debido al rápido envejecimiento de su población, un objetivo imposible, declaraba Magnus.

Tampoco la inmigración es una solución inmediata. De media, en las economías avanzadas, la inmigración como porcentaje de población ha estado cerca del 6% en el 2000. Para el 2050 tendría que alcanzar un nivel del 30% para compensar en envejecimiento.

Elevar la edad de jubilación y animar a más mujeres a sumarse a la fuerza laboral puede contribuir a la solución del descenso en el número de trabajadores, pero, según Magnus, son sólo remedios muy parciales.

Al mismo tiempo que tiene lugar el envejecimiento, los más jóvenes retrasan su incorporación a la fuerza laboral. Esto se debe en parte al creciente número de quienes emprenden estudios universitarios, pero muchos jóvenes se toman también un tiempo antes de incorporarse a la fuerza laboral y viven en casa con sus padres.

Dilemas económicos

Una población más anciana significa costes sanitarios más altos y un aumento de los gastos sociales. Pero con menos contribuyentes sosteniendo las finanzas públicas, financiar este gasto, observaba Magnus, será un verdadero problema.

Los costes de pensiones ya se han convertido en una pesada carga para empresas y gobiernos. Esto empeorará cuando aumente la expectativa de vida. Magnus observaba que sólo en el Reino Unido, en los dos años anteriores a marzo de 2007, las empresas del sector privado añadieron cerca de 30.000 millones de libras a sus fondos para pensiones, reconociendo que sus antiguos empleados tendrán una vida más larga.

Por otra parte, Magnus comentaba que muchas personas no hacen lo suficiente por ahorrar para su jubilación. Citaba una reciente encuesta en Estados Unidos que demostraba que muchas personas simplemente asumen que recibirán una cobertura sanitaria y una pensión de su empresa por lo que sus ahorros son insignificantes.

De hecho, afirmaba Magnus, para algún tiempo los hogares norteamericanos no han ahorrado o han sobre consumido. Incluso países como Japón, tradicionalmente con altos índices de ahorro, han visto un descenso en los ahorros en la última década, debido a las adversas condiciones económicas.

El gasto de los gobiernos en los jubilados y ancianos aumentará en los próximos años, de una forma más rápida, observaba Magnus, de lo que puede financiarlo el índice subyacente de crecimiento económico. Por lo que se irán haciendo difíciles las decisiones sobre las prioridades de gasto y los niveles de impuestos.

Los gobiernos de alg
unos países han ajustado la generosidad de sus planes de pensiones en los últimos años. Por ejemplo, en el Reino Unido, quien se retire con unos ingresos medios en el 2050 recibirá una pensión equivalente a sólo un 31% de sus ingresos antes de jubilarse.

Magnus advertía que aunque los trabajadores comiencen a dedicar más ingresos a planes de ahorro para su jubilación, la pobreza en la vejez se convertirá en un grave riesgo.

La situación económica tras la publicación de este libro, y el actual colapso de los mercados bursátiles y monetarios, subrayan los desafíos que plantea el estudio de Magnus.

Los actuales aprietos ya han afectado gravemente a muchos jubilados que dependían de inversiones para financiar su jubilación. Con el envejecimiento que traerá un dramático cambio demográfico en las próximas décadas, muchas personas ven con preocupación sus perspectivas de futuro.

Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado

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ZENIT Staff

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