YAUNDÉ, miércoles, 18 marzo 2009 (ZENIT.org).- En Camerún, los religiosos son una fuerza que sostiene numerosos proyectos educativos, de salud y sociales. Uno de los desafíos para ellos es la formación de sus elementos más jóvenes. Por ello, catorce congregaciones religiosas han unido sus fuerzas para crear el Instituto San José Mukasa, abierto a jóvenes religiosos que vienen a estudiar a Yaundé desde distintos países de la zona central de África. El nombre del instituto es el de uno de los veintidós mártires de Uganda, compañeros de san Carlos Lwanga.
Para conocer esta realidad eclesial en Camerún, ZENIT ha entrevistado al padre Krzysztof Zielenda, religioso polaco, que dirige este centro académico.
El padre Zielenda se considera perteneciente a la generación de sacerdotes polacos que sintieron la llamada vocacional en los primeros años del pontificado de Juan Pablo II. En su pueblo, que no llegaba a los dos mil habitantes, los domingos todos iban a la iglesia menos dos familias. Había un ambiente cristiano en el que podía florecer una vocación religiosa, explica. Hizo sus estudios con los oblatos de María Inmaculada y posteriormente ingresó en esta congregación, cuyo centro de formación en Yaundé es el núcleo fundamental en torno al cual surgió el actual Instituto Mukasa.
--¿Nos puede contar cómo surgió este Instituto?
--P. Zielenda: Antes de que empezara la Universidad Católica, ya habían llegado muchas congregaciones religiosas a Yaundé, y querían hacer un proyecto conjunto para la formación de las vocaciones que cada vez eran más numerosas, a finales de los años 80. Las estructuras de formación eran entonces específicamente diocesanas, porque estaba aquí el Seminario Mayor y, a 50 kilómetros de distancia, un Seminario para vocaciones tardías.
Los religiosos crearon en esta ciudad primero una Escuela de Teología, luego el Instituto de Filosofía San José Mukasa y por último la Universidad Católica.
La pregunta que nos hicimos, cuando se creó la Universidad Católica, era si los religiosos se integraban en ella o conservaban su especificidad. Y optamos por lo segundo. Porque en el Instituto, además de los estudios verdaderamente serios de Filosofía, también ofrecemos a los estudiantes la posibilidad de una formación humana integral, espiritual y misionera. Y eso no se da en la Universidad Católica porque no es su fin, mientras que nosotros queremos verdaderamente que sea una formación para la vida religiosa misionera.
Empezaron el Instituto cinco congregaciones y enseguida se añadió otra. Ahora estudian en este centro jóvenes religiosos de catorce congregaciones. Tenemos 186 estudiantes y el número va en aumento. Este aumento de alumnos se explica no sólo porque hay un crecimiento de vocaciones sino porque cada día vienen nuevas congregaciones a establecerse en Yaundé. Otro motivo es que las congregaciones tienden a unir a los estudiantes de varios países en un solo lugar.
Por ejemplo, los oblatos, que tenían tres institutos de Filosofía en lugares distintos, optaron por tener sólo uno, aquí en Yaundé, y en vez de tres para Teología, sólo uno en Kinshasa, en la República Democrática del Congo. Cuesta menos y ofrece a los jóvenes la oportunidad de formarse en la internacionalidad. Esto es importante porque África es un continente en el que hay vocaciones y cabe la posibilidad de que la Iglesia universal necesite vocaciones llegadas de África. Por tanto, es muy importante que esas vocaciones se formen en la interculturalidad y en el diálogo.
--¿Qué puede aportar el Instituto Mukasa a esta Iglesia local de Camerún?
--P. Zielenda: No voy a hablar del papel de los religiosos en la Iglesia porque eso ya se sabe. Creo que los religiosos podemos dar un testimonio de que es posible convivir personas de distintas culturas en una sociedad en la que se da mucho el tribalismo y hay una Iglesia diocesana muy homogénea. Si catorce congregaciones envían a sus estudiantes al mismo Instituto, y llevamos bastantes años sin problemas, eso ya es un testimonio. También es un testimonio el hecho de que haya quince nacionalidades presentes en este centro conviviendo serenamente.
Pero no sólo la internacionalidad es importante. Estamos llamados a dar un testimonio fuerte de vida religiosa auténtica, de obediencia, de pobreza y de celibato. Lo que me da fuerzas para seguir trabajando es la esperanza de que algún día la Iglesia necesite en otros lugares a estos jóvenes que estamos preparando, porque las estadísticas están muy claras: los misioneros del mañana están aquí. Aunque en México y en India también aumentan las vocaciones, el índice de crecimiento más rápido se da en África.
Actualmente hay cien congregaciones con sede en Yaundé y entre ellas más o menos unas diez son de fundación africana. Y todas las fundaciones africanas que hay en esta ciudad están ya presentes en diversos países.
--¿Por qué en Yaundé se ha concentrado tal cantidad de congregaciones internacionales?
--P. Zielenda: A veces me he hecho la pregunta y no le encuentro una respuesta concluyente. Una razón evidente es que Yaundé, ya desde el principio ofrecía las condiciones para esta formación, daba garantías de un buen nivel de formación porque había muchos noviciados y formación de formadores.
Otra razón es que el país está en el centro de África y cada congregación quería tener una sede en Yaundé para facilitar trámites oficiales porque el ambiente de acogida a los religiosos es favorable. El Gobierno de este país está lleno de antiguos seminaristas. Generalmente, cuando la policía para a un coche y pregunta de qué servicio es, basta decir misión católica para que dejen seguir adelante. La Iglesia católica disfruta de un estatus especial. No se trata de privilegios sino de reconocimiento de todas las obras sociales que ha hecho. Por tanto, había más facilidades que en otros países para venir aquí y poder realizar los trámites para instalarse y comprar un terreno. Así mismo el primer arzobispo de Yaundé era un hombre muy abierto a la vida religiosa y siempre dio facilidades.
--¿Cómo se refleja toda esta presencia religiosa en la ciudad?
--P. Zielenda: Lo que podemos lamentar es que, a pesar de esta importante presencia, Yaundé aún no es auténticamente cristiana. San Pablo era un gran misionero y sabía que había que empezar la evangelización en las grandes ciudades porque el campo sigue las tradiciones pero donde se producen los cambios es en la capital.
Sin embargo, hablando de mi experiencia como misionero del norte, creo que hay más testimonio de vida cristiana profunda en el norte que en Yaundé. Sería bueno que fuera al contrario, porque ya he dicho antes que la capital influye en el resto del país, pero aquí llegan también una serie de influencias de la vida moderna que no lo facilitan.
Esto último es sólo una opinión personal y pienso que, a pesar de todo, es muy bueno ser misionero en Camerún.
Por Nieves San Martín