YAUNDÉ, jueves, 19 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI este jueves a algunos representantes de la comunidad musulmana de Camerún en un encuentro que mantuvieron en la nunciatura apostólica de Yaundé en la mañana de este jueves.
* * *
[En francés:]
Queridos amigos:
Con la alegría que me ofrece el encuentro con los representantes de la comunidad musulmana en Camerún, expreso mi cordial agradecimiento al señor Amadou Bello por las gentiles palabras que me ha dirigido en vuestro nombre.
Nuestro encuentro es un signo elocuente del deseo que compartimos con todos los hombres de buena voluntad, en Camerún, en toda África y en todo el mundo, de buscar ocasiones para intercambiar ideas sobre la contribución esencial que ofrece la religión a nuestra comprensión de la cultura y del mundo y a la convivencia pacífica de todos los miembros de la familia humana. Iniciativas en Camerún, como la Asociación Camerunesa por el Diálogo Interreligioso, muestran que este diálogo permite crecer en la comprensión mutua y constituye un apoyo para la formación de un orden político estable y justo.
Camerún es la patria de miles de cristianos y de musulmanes que con frecuencia viven, trabajan y practican su fe en el mismo ambiente. Los seguidores tanto de una como de otra religión creen en un Dios único y misericordioso, que en el último día juzgará a la humanidad (Cf. Lumen gentium, 16). Juntos ofrecen testimonio de los valores fundamentales de la familia, de la responsabilidad social, de la obediencia a la ley de Dios y del amor hacia los enfermos y los que sufren. Al basar su vida según estas virtudes y enseñándolas a los jóvenes, los cristianos y los musulmanes no sólo muestran que favorecen el pleno desarrollo de la persona humana, sino también que entablan lazos de solidaridad con su prójimo y promueven el bien común.
[En inglés:]
Amigos, creo que hoy una tarea particularmente urgente de la religión es la de manifestar el gran potencial de la razón humana, que es en sí misma un don de Dios y que se eleva mediante la revelación y la fe. La fe en Dios, lejos de perjudicar nuestra capacidad de comprendernos a nosotros mismos y al mundo, la dilata; lejos de ponernos contra el mundo, nos compromete con él. Estamos llamados a ayudar a los demás a descubrir las huellas discretas y la presencia misteriosa de Dios en el mundo, que Él ha creado de forma maravillosa y que sostiene con su inefable amor que todo lo abraza.
Si bien, en esta vida, nuestros pensamientos finitos no pueden alcanzar nunca directamente su gloria infinita; sin embargo, podemos percibir destellos de la misma en la belleza que nos rodea. Si los hombres y las mujeres dejan que el orden magnífico del mundo y el esplendor de la dignidad humana ilumine sus mentes, pueden descubrir que lo que es «razonable» va mucho más allá de lo que puede calcular la matemática, de lo que puede deducir la lógica, y de lo que pueden demostrar los experimentos científicos; lo «razonable» incluye también la bondad y la atracción intrínseca de una vida honesta y según la ética, que se nos manifiesta con el mismo lenguaje de la creación.
Esta visión nos impulsa a buscar todo lo que es recto y justo, a salir de la restringida esfera de nuestro propio interés y a actuar por el bien de los demás. De este modo una religión genuina amplía el horizonte de la comprensión humana y fundamenta toda cultura humana auténtica. Rechaza todas las formas de violencia y de totalitarismo: no sólo por principios de fe, sino también en virtud de la recta razón. En realidad, religión y razón se refuerzan mutuamente, pues por una parte la religión es purificada y estructurada por la razón y, por otra, todo el potencial de la razón es liberado mediante la revelación y la fe.
[En francés]
Por ello os aliento, queridos amigos musulmanes, a impregnar la sociedad con los valores que emergen de esta perspectiva y elevan la cultura humana, trabajando juntos asimismo para edificar una civilización del amor. ¡Que la entusiasta cooperación entre musulmanes, católicos y otros cristianos en Camerún sea para las demás naciones africanas un indicador luminoso del enorme potencial del compromiso interreligioso por la paz, la justicia y el bien común!
Con estos sentimientos, os expreso una vez más mi gratitud por esta feliz ocasión que he tenido de poder encontrarme con vosotros durante mis visita a Camerún. Doy las gracias al Todopoderoso por las gracias que derrama sobre vosotros y vuestros compatriotas, y rezo para que los lazos que unen a los cristianos y musulmanes en su profundo respeto por el Dios único sigan reforzándose para que reflejen cada vez más claramente la Sabiduría del Todopoderoso, que ilumina los corazones de todos los hombres.
[Traducción del original francés e inglés realizada por Jesús Colina
© Copyright 2009 – Libreria Editrice Vaticana]