CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 25 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que ha enviado la Congregación vaticana para las Iglesias orientales a todos los obispos del mundo con motivo de la colecta de Cuaresma 2009 por Tierra Santa, que tiene lugar en el mundo durante la Cuaresma o, en particular, en el Viernes Santo.



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Excelencia reverendísima:

Es para mí motivo de gozo el dirigirme también este año a usted y a los fieles que forman parte de esa porción del Pueblo de Dios para mantener viva la sensibilidad a favor de los hermanos cristianos de Tierra Santa, quienes, junto con los demás habitantes de vastas regiones de Medio Oriente, aspiran desde hace mucho tiempo a la paz y la tranquilidad, todavía hoy tan amenazadas.

La Iglesia universal sigue con intensa preocupación la situación que se ha hecho inestable a causa de graves problemas. El primero es la ausencia de la paz. La alegría navideña quedó herida por la violenta reanudación de las hostilidades en la Franja de Gaza. Entre las innumerables víctimas se cuentan muchos niños completamente inocentes. Precisamente en Navidad se ha oscurecido así la esperanza traída por el Niño de Belén, y esto tras el alentador apoyo espiritual y material que la población cristiana había recibido por parte de los peregrinos, que en el año 2008 han superado incluso a los del Jubileo del año 2000.

Durante la asamblea sinodal de octubre pasado, los patriarcas y los arzobispos mayores orientales católicos habían puesto en manos del Santo Padre una vibrante llamada a la paz, inspirada en la Palabra de Dios: el Apóstol Pablo, en efecto, nos dio la extraordinaria certeza de que Cristo "es nuestra paz" (Ef, 2,14). Esta llamada, dirigida al mundo entero, conserva toda su actualidad.

Pero es sobre todo el Papa Benedicto XVI quien conforta constantemente a los cristianos y a todos los habitantes de Tierra Santa con gestos y palabras de extraordinaria solicitud, unidos a su deseo de ir como peregrino sobre las huellas históricas de Jesús. Ante el mundo, en el día de Navidad y después en la solemnidad de Santa María Madre de Dios, el Papa abogó a favor de la paz en aquella Tierra. La premura pontificia ha encontrado un eco del todo singular en el encuentro, al inicio del nuevo año, con los embajadores de ciento setenta y siete naciones acreditados ante la Santa Sede. Así se expresó el Pontífice: "El nacimiento de Cristo en la pobre gruta de Belén nos lleva naturalmente a evocar la situación del Medio Oriente y, en primer lugar, de Tierra Santa, donde, en estos días, asistimos a un recrudecimiento de la violencia que ha provocado daños y sufrimientos inmensos entre las poblaciones civiles [...]. Una vez más, quisiera señalar que la opción militar no es una solución y la violencia, venga de donde venga y bajo cualquier forma que adopte, ha de ser firmemente condenada".

La herida abierta por la violencia agudiza el problema de la emigración, que inexorablemente priva a la minoría cristiana de sus mejores recursos para el futuro. La Tierra que fue cuna del cristianismo corre el peligro de quedarse sin cristianos.

En la Audiencia General del miércoles 1 de octubre de 2008, el Santo Padre Benedicto XVI ya había subrayado claramente los orígenes bíblicos de la atención que merece Tierra Santa: "Quizá ya no seamos capaces de poder comprender plenamente el significado que Pablo y sus comunidades atribuyeron a la colecta en favor de los pobres de Jerusalén. Se trató de una iniciativa completamente nueva en el panorama de las actividades religiosas: no fue obligatoria, sino libre y espontánea; participaron todas las Iglesias fundadas en Occidente por Pablo. La colecta expresaba la deuda de sus comunidades hacia la Iglesia madre de Palestina, de la que habían recibido el don inefable del Evangelio". El Papa añadió: "Es tan grande el valor que san Pablo atribuye a este gesto del compartir, que raramente la llama simplemente 'colecta': para él ésta es más bien 'servicio', 'bendición', 'amor', 'gracia', es más, 'liturgia' (2 Corintios, 9). Sorprende de modo particular este último término, que confiere a la colecta de dinero también un valor cultual: por un lado ésta es un gesto litúrgico o 'servicio', ofrecido por parte de todas las comunidades a Dios, y por otro lado es una acto de amor cumplido a favor del pueblo".

La Congregación para las Iglesias Orientales sigue con atención en nombre del Santo Padre a la comunidad eclesial de Tierra Santa, y por tanto se hace intérprete de su amorosa solicitud, renovando la exhortación a todos los católicos para que contribuyan, también materialmente, al sostenimiento que necesitan los Santos Lugares. Es asimismo un honor para esta Congregación el asegurar el vivo agradecimiento del Papa y su oración por cuantos en el próximo Viernes Santo pondrán el corazón en la tradicional Colecta en favor de Tierra Santa.

Las Iglesias de rito latino y de los diferentes ritos orientales, que se benefician de esa indispensable ayuda, expresan su agradecimiento con la constante oración por las Iglesias particulares del mundo entero.

He podido comprobar estos sentimientos en la peregrinación que realicé del 24 de febrero al 2 de marzo de 2008 a los Santos Lugares, observando con alegría la unidad de miras de los pastores y de los fieles en la misión eclesial, así como su sensibilidad ecuménica e interreligiosa. En todas partes he prometido la diligente atención de este dicasterio y de la Iglesia, con la certeza de contar con la confirmación en todos los Obispos católicos de la generosidad siempre mostrada hacia Jerusalén y la Tierra del Señor Jesús.

Para oportuna información uno un documento preparado por la Custodia de la Tierra Santa y una nota de esta Congregación, que dan fe de las obras realizadas gracias a la Colecta del año 2008.

Con toda la comunidad católica de los Santos Lugares, me es grato invocar sobre usted y sus colaboradores la benevolencia de Dios, que "ama a quien da con alegría" (2 Cor, 9,7), mientras le confirmo mi espíritu de fraternidad episcopal,

Suyo en el Señor

Leonardo Card. Sandri,

prefecto

+ Antonio Maria Vegliò,

arzobispo secretario