CIUDAD DEL VATICANO, viernes 27 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- El Espíritu Santo habla a cada persona a través de su conciencia, indicándole lo que está bien y lo que está mal, y le ayuda a tomar las decisiones que corresponden a la voluntad de Dios, explica el predicador del Papa.
El padre Raniero Cantalamessa, ofmcap., predicador de la Casa Pontificia, dedicó al argumento «Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios» la tercera meditación de Cuaresma que dirigió en presencia de Benedicto XVI y de sus colaboradores de la Curia Romana en la capilla «Redemptoris Mater» del Vaticano.
Ante todo, explicó que al leer las Escrituras podemos descubrir cómo el Espíritu Santo guía a los creyentes de dos maneras: por una parte, a través de su conciencia; por otra, a través del Magisterio de la Iglesia.
El predicador de la Casa Pontificia subrayó que el Espíritu Santo no es sólo el que guía «hacia la verdad completa», según las palabras de Juan evangelista, sino que además es el «maestro interior», como le define san Pablo, pues «no se limita a indicar qué hay que hacer, sino que también da la capacidad de hacer lo que manda».
El padre Cantalamessa ha explicado que el ámbito en el que el Espíritu Santo ejerce su función de guía es la conciencia.
«A través de este ‘órgano’, la guía del Espíritu Santo se extiende también fuera de la Iglesia, a todos los hombres», precisó el predicador.
«En este ámbito íntimo y personal de la conciencia, el Espíritu Santo nos instruye con las ‘buenas inspiraciones’ o las ‘iluminaciones interiores'», subrayó. «Son impulsos a seguir el bien y a rechazar el mal, atracciones y propensiones del corazón que no se explican naturalmente, porque con frecuencia van en dirección contraria a la que querría la naturaleza».
Pero el Espíritu Santo guía además a los creyentes a través del Magisterio de la Iglesia, siguió explicando el predicador de la Casa Pontificia.
«Es fatal pretender prescindir de una o de otra de las dos guías del Espíritu –advirtió el predicador–. Cuando se descuida el testimonio interior, se cae fácilmente en el legalismo y en el autoritarismo; cuando se descuida el exterior, apostólico, se cae en el subjetivismo y en el fanatismo».
«Cuando todo se reduce a la escucha personal, privada, del Espíritu, se abre el camino a un proceso irrefrenable de divisiones y subdivisiones, porque cada uno cree que tiene razón», dijo.
«Pero debemos reconocer que existe también el riesgo opuesto: el de absolutizar el testimonio externo y público del Espíritu, ignorando el individual que se ejerce a través de la conciencia iluminada por la gracia».
«Lo ideal es una sana armonía entre la escucha de lo que el Espíritu me dice a mí, singularmente, y lo que dice a la Iglesia en su conjunto, y a través de la Iglesia a cada uno», dijo el padre Cantalamessa.
El predicador concluyó explicando cómo el Espíritu Santo ayuda concretamente al creyente a realizar el discernimiento necesario en la vida espiritual.
Citó la doctrina sobre el discernimiento de san Ignacio de Loyola que quiere ayudar al creyente a «ver qué es lo que Dios quiere en una circunstancia precisa», insistiendo en el hecho de que la condición más favorable para un buen discernimiento es una «disposición de fondo» a hacer la voluntad de Dios.
«Como buenos actores», exhortó el predicador, debemos «tener el oído atento a la voz del apuntador escondido, para recitar fielmente nuestra parte en el escenario de la vida. Es más fácil de cuanto se piensa, porque nuestro apuntador nos habla dentro, nos enseña toda cosa, nos instruye en todo. Basta a veces un simple vistazo interior, un movimiento del corazón, una oración».
[El texto integral de la ponencia del padre Cantalamessa puede leerse en la página web de ZENIT]
Por Gisèle Plantec