El Papa da gracias por la sangre de los misioneros

Allí donde dan la vida los frutos son abundantes

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 CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 29 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI dio gracias a Dios este domingo por la sangre que han derramado y siguen derramando los misioneros en el mundo para anunciar el Evangelio de Jesucristo.

El Papa compartió este sentimiento con los peregrinos congregados en la plaza de San Pedro, como explicó, tras haber constatado en su viaje a Camerún y Angola el aprecio que la gente tiene por estos evangelizadores.

El 24 de marzo pasado, además, por iniciativa del Movimiento Juvenil Misionero de las Obras Misionales Pontificias italianas, se recuerda en el mundo a todos los misioneros que han sido asesinados. El día escogido es el del asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, en 1980, actualmente en causa de beatificación.

«En la gran fiesta de la fe, que hemos vivido juntos en África», confesó en referencia a su primera visita apostólica a ese continente, que tuvo lugar del 17 al 23 de marzo, «ha experimentado que en África está viva una «nueva humanidad», «a pesar de sus límites humanos». 

«Allí donde los misioneros, como Jesús, han dado y siguen dado la vida por el Evangelio, se recogen frutos abundantes. A ellos les deseo dirigir un particular pensamiento de gratitud por el bien que hacen», subrayó.

 «Se trata –aclaró– de religiosas, religiosos, laicas y laicos. Para mí ha sido hermoso ver el fruto de su amor a Cristo y constatar el profundo reconocimiento que los cristianos tienen por ellos. Demos gracias a Dios y pidámosle a María santísima para que en el mundo entero se difunda el mensaje de esperanza y de amor de Cristo».

«Pensando precisamente en los desafíos que marcan el camino de la Iglesia en el continente africano, y en cualquier otra parte del mundo», el Papa consideró que cobra particular actualidad esta frase de Jesús presentada en la liturgia de este domingo: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Juan 12, 24).

«Ya no es hora de palabras ni de discursos –advirtió–; ha llegado la hora decisiva para la que ha venido al mundo el Hijo de Dios, y a pesar de que su alma está turbada, declara su disponibilidad para cumplir hasta el final la voluntad del Padre».

«Esta es la voluntad de Dios: darnos la vida eterna que hemos perdido», aseguró.

«Para que esto se realice es necesario, sin embargo, que Jesús muera, como un grano de trigo que Dios Padre ha sembrado en el mundo. Sólo así, de hecho, podrá germinar y crecer una nueva humanidad, libre del dominio del pecado y capaz de vivir en fraternidad, como hijos e hijas del único Padre que está en los cielos», recalcó.

En 2008, al menos 20 misioneros fueron asesinados en el mundo, según un informe realizado por Fides, agencia informativa de la Congregación vaticana para la Evangelización de los Pueblos.

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ZENIT Staff

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