CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 29 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- El portavoz de la Santa Sede ha visto a dos intercesoras en los rostros de las dos jóvenes angoleñas fallecidas en la estampida que tuvo lugar antes de que comenzara el encuentro de Benedicto XVI con la juventud en el Estadio Dos Coqueiros de Luanda, el 21 de marzo, durante su primer viaje apostólico a África.
«Sólo vi sus rostros dulces y compuestos, parecía que dormían con serenidad, envueltas en sábanas cándidas, en el centro de una gran sala desnuda en el Hospital Maria Pía», de la capital angoleña, reconoce el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede.
«¡Cuántos miles de rostros sonrientes de muchachas en fiesta habíamos admirado en las calles de Luanda en aquellos días! Se encontraban también ellas», reconoce en el editorial del último número de «Octava Dies», semanario del Centro Televisivo Vaticano, del que también es director.
Celine, de 22 años, y Ana, de 21, fallecieron aplastadas en la estampida de la puerta número 4 del Estadio, donde querían participar en la fiesta de los jóvenes con el Papa.
«Catequista la primera, miembro de un grupo vocacional la segunda, terminaron su camino terreno de fe y de compromiso de una manera violenta e inesperada, pero acompañarán ahora de una nueva manera a sus amigos y amigas, la juventud africana sedienta de esperanza y de ideales», recuerda el portavoz.
«Los miles de scouts, chicos y chicas, que se entregaron generosamente para colaborar en el éxito de la visita del Papa, las jóvenes de los movimientos católicos, conscientes de su papel central en la vida de la Iglesia y de la sociedad africana, las catequistas y los catequistas y otros muchos comprometidos como ellas, son verdaderamente los signos concretos de esa esperanza de África y para África, de la que el Papa habló en tantas ocasiones en Camerún y Angola».
«Es posible y es un deber contar con estas fuerzas para que la Iglesia en África sea verdaderamente capaz de servir a la reconciliación, a la justicia y a la paz, pero no con palabras, sino con obras».
«Para volver a abrir caminos de futuro a un continente martirizado, ¿que puede haber más necesario que una juventud que sepa creer, amar y esperar? Gracias Celine y Ana por haber venido con nosotros al encuentro de los jóvenes con el Papa –concluye el portavoz vaticano–. ¡No os olvidaremos! ¡Seguiréis acompañándonos como ángeles a través del camino del porvenir de África!», concluye.