CIUDAD DEL VATICANO, martes 31 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- “Tenemos que rezar para que en todo el pueblo cristiano crezca la confianza en Dios”, que “no deja de pedir a algunos que entreguen libremente su existencia para colaborar más estrechamente con Él” en la vida sacerdotal y religiosa, afirma el Papa en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de las Vocaciones, que se celebrará el próximo 3 de mayo.
En el mensaje, hecho público hoy por la Santa Sede, el Papa invita a los cristianos a la “confianza” en la acción divina que “guía firmemente a la Iglesia por los senderos del tiempo hacia el cumplimiento definitivo del Reino”.
El Papa invita a la confianza a pesar de que “es verdad que en algunas regiones de la tierra se registra una escasez preocupante de presbíteros, y que dificultades y obstáculos acompañan el camino de la Iglesia en la obra de la salvación”.
A pesar de ello, añade, “nos sostiene la certeza inquebrantable de que el Señor libremente escoge e invita a su seguimiento a personas de todas las culturas y de todas las edades, según los designios inescrutables de su amor misericordioso”.
“La vocación al sacerdocio y a la vida consagrada constituye un especial don divino, que se sitúa en el amplio proyecto de amor y de salvación que Dios tiene para cada hombre y la humanidad entera”, añade.
Llamada divina, libertad humana
En su mensaje, el Papa insiste en varias ocasiones en la importancia de la libertad humana en la respuesta a la llamada de Dios a la vida sacerdotal y religiosa.
“La iniciativa libre de Dios requiere la respuesta libre del hombre. Una respuesta positiva que presupone siempre la aceptación y la participación en el proyecto que Dios tiene sobre cada uno; una respuesta que acoja la iniciativa amorosa del Señor y llegue a ser para todo el que es llamado una exigencia moral vinculante, una ofrenda agradecida a Dios y una total cooperación en el plan que Él persigue en la historia”, afirma.
Esta respuesta del hombre tiene su fuente en la Eucaristía, explica: “El convencimiento de estar salvados por el amor de Cristo, que cada Santa Misa alimenta a los creyentes y especialmente a los sacerdotes, no puede dejar de suscitar en ellos un confiado abandono en Cristo que ha dado la vida por nosotros”.
“Por tanto, creer en el Señor y aceptar su don, comporta fiarse de Él con agradecimiento adhiriéndose a su proyecto salvífico. Si esto sucede, la persona llamada lo abandona todo gustosamente”, añade.
La vocación al sacerdocio y a la vida consagrada es, afirma el Papa, “ese engarce de amor entre la iniciativa divina y la respuesta humana”.
“¿Quién puede considerarse digno de acceder al ministerio sacerdotal? ¿Quién puede abrazar la vida consagrada contando sólo con sus fuerzas humanas?”, se pregunta.
En este sentido, añade Benedicto XVI, conviene recordar que la respuesta del hombre a la llamada divina debe darse en la “conciencia de que es Dios quien toma la iniciativa y a Él le corresponde llevar a término su proyecto de salvación”.
Por ello, pide a todas las Iglesias que “mantengan viva, con oración incesante, esa invocación de la iniciativa divina en las familias y en las parroquias, en los movimientos y en las asociaciones entregadas al apostolado, en las comunidades religiosas y en todas las estructuras de la vida diocesana”.
“Por parte de cuantos están llamados, se requiere escucha atenta y prudente discernimiento, adhesión generosa y dócil al designio divino, profundización seria en lo que es propio de la vocación sacerdotal y religiosa para corresponder a ella de manera responsable y convencida”, concluye el mensaje papal.
[Por Inma Álvarez]