CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 8 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- La oración transforma fundiendo la propia voluntad con la voluntad de Dios, asegura Benedicto XVI.
El pontífice llegó a esta conclusión este domingo al meditar sobre el pasaje evangélico de la liturgia dominical, la transfiguración de Jesús en el monte Tabor junto a los apóstoles Pedro, Santiago y Juan.
Benedicto XVI, dirigiéndose a los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro para rezar la oración mariana del Ángelus subrayó que la Transfiguración "fue esencialmente una experiencia de oración".
"La oración, de hecho, alcanza su culmen, y por ello se convierte en luz interior, cuando el espíritu del hombre adhiere al de Dios y sus voluntades se funden, como formando una sola cosa", aseguró.
"Cuando Jesús subió al monte, se sumergió en la contemplación del designio de amor del Padre, que le había mandado al mundo para salvar a la humanidad".
Por eso, recordó el Papa, como explica el pasaje evangélico, "aparecieron Elías y Moisés, para mostrar que las Sagradas Escrituras concordaban en anunciar el misterio de su Pascua, es decir, que Cristo debía sufrir y morir para entrar en su gloria".
En aquel momento, siguió diciendo, "Jesús vio cómo ante sí se presentaba la Cruz, el extremo sacrificio necesario para liberarnos del dominio del pecado y de la muerte".
"Y, en su corazón, una vez más repitió su 'amén'. Dijo 'sí', 'heme aquí', 'que se cumpla, Padre, tu voluntad de amor'".
Como había sucedido tras el Bautismo en el Jordán, siguió recordando, "llegaron del Cielo los signos de la complacencia de Dios Padre: la luz, que transfiguró a Cristo, y la voz, que proclamó al 'Hijo querido'".
Según explicó el Papa hablando desde la ventana de su estudio, "junto con el ayuno y las obras de misericordia, la oración conforma la estructura que rige nuestra vida espiritual".
Por este motivo, el Papa invitó"a encontrar en este tiempo de Cuaresma momentos prolongados de silencio, si es posible de retiro, para revisar la propia vida a la luz del designio de amor del Padre celestial".
Como siempre hace, concluyó su intervención recordando a la Virgen María a la que presentó como "maestra y modelo de oración".
"También ella, en la profunda oscuridad de la pasión de Cristo, no perdió sino que custodió en su espíritu la luz del Hijo divino. ¡Por este motivo, la invoquemos como Madre de la confianza y de la esperanza!", terminó.