MÉXICO, martes 24 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo de monseñor Rodrigo Aguilar Martínez, obispo de Tehuacán, en México, con el título "Valiente y noble Magisterio del Papa Benedicto XVI".

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Al inicio del viaje pastoral a África, durante el vuelo a Camerún, el Papa Benedicto XVI respondió a varias preguntas de los reporteros. Una de las preguntas era: "Entre los muchos males que afligen a África, está en particular el de la difusión del Sida. La postura de la Iglesia católica sobre el modo de luchar contra él es considerada a menudo no realista ni eficaz. ¿Usted afrontará este tema, durante el viaje?"

La respuesta del Papa fue: "Yo diría lo contrario: pienso que la realidad más eficiente, más presente en el frente de la lucha contra el Sida es precisamente la Iglesia católica, con sus movimientos, con sus diversas realidades... Diría que no se puede superar el problema del Sida sólo con eslóganes publicitarios. Si no está el alma, si no se ayuda a los africanos, no se puede solucionar este flagelo sólo distribuyendo profilácticos: al contrario, existe el riesgo de aumentar el problema. La solución puede encontrarse sólo en un doble empeño: el primero, una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que traiga consigo una nueva forma de comportarse uno con el otro, y segundo, una verdadera amistad también y sobre todo hacia las personas que sufren, la disponibilidad incluso con sacrificios, con renuncias personales, a estar con los que sufren. Y estos son factores que ayudan y que traen progresos visibles. Por tanto, diría, esta doble fuerza nuestra de renovar al hombre interiormente, de dar fuerza espiritual y humana para un comportamiento justo hacia el propio cuerpo y hacia el prójimo, y esta capacidad de sufrir con los que sufren, de permanecer en los momentos de prueba. Me parece que ésta es la respuesta correcta, y que la Iglesia hace esto y ofrece así una contribución grandísima e importante. Agradecemos a todos los que lo hacen."

A una pregunta tendenciosa, el Papa responde con claridad y contundencia según la doctrina de la Iglesia y los hechos constatables especialmente en Africa. Sin embargo las reacciones a las palabras del Papa fueron muy agresivas, juzgándolas como "irresponsables y peligrosas, retrógradas, anticientíficas, ajenas al sentido común y que van en contra de la caridad y misericordia cristianas (sic)".

Yo veo que el Papa dio en el punto crítico de quienes -gobiernos, instituciones y personas- sostienen la solución al flagelo del VIH Sida fundamentados especialmente en el preservativo o condón. Si una persona está contagiada del sida y pretende tener relaciones sexuales, o la persona es sana pero va a tener relaciones sexuales con una persona contagiada, debe saber que el condón no protege al 100%, esto contra la publicidad de "sexo seguro" gracias al condón. De manera que si la propaganda y la distribución de condones favorece las relaciones sexuales con riesgo de contagio -por el margen de no seguridad al 100%-, es un programa que se vuelve contra sí mismo en la erradicación del sida. Por eso el papa menciona que el uso de los preservativos puede aumentar el problema. Las campañas que se apoyan sólo en la promoción del uso de los preservativos, han conseguido pocos resultados para evitar nuevos contagios de Sida. Por el contrario, las campañas que han defendido el valor y la eficacia de la abstinencia sexual y la fidelidad conyugal, ya han dado frutos significativos: Por ejemplo en Uganda, donde el número de infectados ha pasado del 12-15% de la población en 1991, al 4-5% en 2003.

Ya estando en Camerún, el Papa de alguna manera vuelve al tema, en contexto de familia, diciendo que "la familia representa el pilar sobre el cual está construido el edificio de la sociedad" (Ecclesia in Africa, 80). Y, sin embargo, como todos sabemos, también aquí la familia está sometida a muchas presiones: angustia y humillación causada por la pobreza, el desempleo, la enfermedad y el exilio, por mencionar sólo algunas. Es particularmente inquietante el yugo opresor de la discriminación sobre mujeres y niñas, por no hablar de la práctica incalificable de la violencia y explotación sexual, que provoca tantas humillaciones y traumas. También he de subrayar otro aspecto muy preocupante: las políticas de aquellos que, con el espejismo de hacer avanzar el "edificio social", minan sus propios fundamentos. Qué amarga es la ironía de aquellos que promueven el aborto como una atención de la salud "materna". Qué desconcertante resulta la tesis de aquellos para quienes la supresión de la vida sería una cuestión de salud reproductiva (cf. Protocolo de Maputo, art. 14)."

Demos gracias a Dios por el valiente magisterio del Papa Benedicto XVI, con el cual retoma una de sus prioridades pastorales, de "confirmarnos en la fe". Que con su testimonio, nosotros mismos seamos testigos fieles de Jesucristo. No temamos sufrir persecución por causa de Cristo y el anuncio, la celebración y el servicio de Su Evangelio, que es Evangelio de la Vida plena.