CASTEL GANDOLFO, jueves 25 de agosto de 2011 (ZENIT.org).- A continuación les ofrecemos la catequesis que el Papa Benedicto XVI impartió durante la audiencia celebrada en Castel Gandolfo el pasado 3 de agosto.
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¡Queridos hermanos y hermanas!
Estoy muy contento de veros aquí en la plaza de Castel Gandolfo y de retomar las audiencias interrumpidas en el mes de julio. Quisiera continuar con el tema que hemos iniciado, es decir “una escuela de oración”, y también hoy, de una manera distinta, sin alejarme del tema, enfatizar algunos aspectos de carácter espiritual y concreto, que me parecen útiles no sólo para quien vive -en una parte del mundo- el periodo de las vacaciones estivales, como nosotros, pero también para todos los que están comprometidos en el trabajo cotidiano.
Cuando tenemos un momento de pausa en nuestras actividades, de un modo especial durante las vacaciones, a menudo tomamos un libro que deseamos leer. Y este es el primer aspecto en el hoy quiero detenerme. Cada uno de nosotros necesita tiempo y espacio de recogimiento, de meditación, de calma… ¡Gracias a Dios que es así! De hecho, esta exigencia nos dice que no estamos hechos para trabajar, sino también para pensar, reflexionar, o bien simplemente para seguir con la mente y con el corazón un relato, una historia en la que sumergirse, en un cierto sentido “perdernos” para después resultar enriquecidos.
Naturalmente, muchos de estos libros de lectura, que tomamos durante las vacaciones, son más para evadirnos, y es lo normal. Sin embargo, varias personas, especialmente si pueden tener espacios de pausa y de relax más prolongados, se dedican a leer libros más difíciles. Quisiera hacer una propuesta: ¿Por qué no descubrir algunos libros de la Biblia, que normalmente no son conocidos? ¿O de los que hemos escuchado cualquier cita durante la Liturgia, pero que nunca hemos leído completamente? En efecto, muchos cristianos no leen nunca la Biblia, y que tienen de ella una conciencia muy limitada y superficial. La Biblia -como dice el nombre- es un compendio de libros, una pequeña “biblioteca”, nacida en el transcurso de un milenio. Alguno de estos libros que la componen resultan casi desconocidos para la mayor parte de las personas, incluso buenos cristianos. Algunos son muy breves, como el Libro de Tobías, un relato que contiene un sentido muy elevado de la familia y del matrimonio; o el Libro de Esther, en el que la Reina hebrea, con la fe y la oración, salva a su pueblo del exterminio; o todavía más breve, el Libro de Ruth, una extranjera que conoce a Dios y experimenta su providencia. Estos pequeños libros se pueden leer todos en una hora. Más complicados y auténticas obras de arte, son el Libro de Job, que afronta el gran problema del dolor inocente; el Qoèlet, que impresiona por su desconcertante modernidad con el que se pone en discusión el sentido de la vida y del mundo; el Cantar de los Cantares, estupendo poema simbólico del amor humano. Como veis, estos son los libros del Antiguo Testamento. ¿Y el Nuevo?Cierto, el Nuevo Testamento es más conocido y los géneros literarios están menos diversificados. Pero, la belleza que supone leer un Evangelio de forma seguida está por descubrir, así como también recomiendo los Hechos de los Apóstoles o una de las Epístolas.
En conclusión, queridos amigos, hoy quisiera sugeriros tener a mano, durante el periodo estival o en los momentos de pausa, la Santa Biblia, para gustarla de una forma nueva, leyendo sin pausa algunos de sus Libros, los menos conocidos y también los más destacados, como los Evangelios, en una lectura continuada. De esta manera, los momentos de distensión pueden convertirse, además de momentos de enriquecimiento cultural, también de nutrición del espíritu, capaces de alimentar el conocimiento de Dios, el diálogo con Él, la oración. Y esta puede ser una bella ocupación para las vacaciones: tomar un libro de la Biblia, así tener un poco de distensión y al mismo tiempo, entrar en el gran espacio de la Palabra de Dios y profundizar nuestro contacto con el Eterno, como objetivo del tiempo libre que el Señor nos da.
[En español dijo:]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, México, Venezuela, Chile, Perú y otros países latinoamericanos. Invito a todos, en este tiempo para muchos de descanso, a escoger como lectura uno de los libros de la Biblia, descubriendo así, poco a poco, la inmensa riqueza de este tesoro que es la Palabra de Dios. Gracias por vuestra presencia y oración. Que el Señor vaya siempre con vosotros.
[Traducción del original italiano por Carmen Álvarez
©Libreria Editrice Vaticana]