CIUDAD DEL VATICANO, viernes 19 de agosto de 2011 (ZENIT.org).– En poco menos de tres años, la plaza de San Pedro del Vaticano habrá recuperado su aspecto original, el que presentaba en el siglo XVII.

Acaba de comenzar una nueva fase de restauración de la columnata de Gian Lorenzo Bernini que abraza la emblemática plaza, anunció L’Osservatore Romano en su edición del 13 de agosto.

“En treinta meses la plaza de San Pedro volverá a estar como la concebida, querida y edificada en la segunda mitad del siglo XVII”, explica el periódico vaticano.

“Dentro de poco se restituirán a Roma y al mundo los colores y la integridad originales del inmenso monumento en travertino”, añade.

La plaza, uno de los principales símbolos del barroco, es un espacio “insigne no sólo en el ámbito urbanístico y arquitectónico —como espacio dedicado a las ceremonias religiosas públicas—  sino también en cuanto realización artística con fuerte contenido alegórico, sobreentendiendo el abrazo ecuménico de la Iglesia universal a todas las gentes”, indica L’Osservatore Romano.

Desde marzo de 2009, se está realizando una inmensa labor para restaurar todos sus elementos arquitectónicos y decorativos, pero la plaza sigue usándose de la manera habitual.

Los trabajos afectan a 284 columnas,  92 pilastras, 140 estatuas, 6 escudos  papales, 1200 metros de balaustras y otras tantas cornisas de coronamiento.

Las obras también están afectando a 3400 metros cuadrados de artesones que constituyen los intradoses de cobertura de los hemiciclos.

También se restaurarán las dos célebres fuentes gemelas — la Clementina y la Gregoriana—, el obelisco egipcio en granito de 42 metros de altura, que Sixto V hizo erigir en 1586  en el centro de la plaza, y las farolas del siglo XIX en torno al obelisco.

Ya ha comenzado la remoción de parte de los andamios utilizados para la restauración de la columnata y en breve plazo se desvelará un primer tramo del hemiciclo de la derecha.

Mientras tanto, se están levantando nuevos andamios para la restauración de los sectores imediatamente adyacentes, constituidos por cuatro órdenes compuestos cada uno por cuatro columnas contiguas, que tienen encima otras tantas estatuas.

Después se procederá a completar el hemiciclo de la izquierda hasta el punto de cierre constituido por el Brazo de Carlomagno.

Este enorme esfuerzo técnico, organizativo y financiero «realizado gracias también a generosos patrocinadores y a la divina Providencia— subrayó el jefe de las obras—  durará cerca de dos años y medio y se realizará bajo la dirección de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano”.

Los aspectos científicos, artísticos, históricos y monumentales han sido asumidos por los Museos Vaticanos, dirigidos por  Antonio Paolucci, con la colaboración de un nutrido grupo de maestros restauradores.

La restauración general y las obras correspondientes han sido encomendadas a la  asociación temporal de empresas Italiana Costruzioni y Fratelli Navarra.

El jefe de obras indicó que el impulso más significativo a la iniciativa se debe a la presidencia de la gobernación en la persona del cardenal Giovanni Lajolo, que “ha mantenido firme el timón en estos tiempos de turbulentas tempestades económicas y financiarías” y del  Secretario general, el arzobispo Carlo Maria Viganò  para “guiar y amalgamar esta larga y ardua empresa interdisciplinar”.

Después de más de trescientos años, los signos de deterioro de la columnata Bernini empezaban a ser evidentes, por lo que se consideró necesario intervenir para proporcionar estabilidad a la estructura.

Los trabajos empezaron por las cubiertas y la regulación del agua de lluvia, e incluyeron la sustitución de las placas más degradadas y la consolidación de las esculturas, que amenazaban con caerse a pedazos, según declaró en su momento Paolucci.

Uno de los problemas de la columnata residía en que el maestro del barroco utilizó travertino (una piedra calcárea muy porosa) para responder a la necesidad expresada por el papa Alejandro VII de que la obra no resultara demasiado cara y se realizara sin demasiada demora.

El mayor arquitecto del mundo del momento cumplió el compromiso y en diez años, acabó la obra, de 280 columnas, 140 esculturas y una montaña de travertino.

La columnata rodeó a derecha e izquierda la plaza, que hasta entonces era un espacio sin definir.