CIUDAD DEL VATICANO, jueves 1 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Este jueves, se hizo público un comunicado del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, con ocasión del Día Mundial del Sida 2011.
El comunicado, firmado por el presidente del dicasterio Zygmunt Zimowski, afirma que esta jornada “debe constituir una nueva oportunidad para promover el acceso universal a las terapias para quienes están infectados, la prevención de la transmisión de madre a hijo y la educación a estilos de vida que incluyan una aproximación correcta y responsable a la sexualidad. Asimismo, es un momento privilegiado para relanzar la lucha contra el prejuicio social”.
Se estima que 1,8 millones de personas mueren cada año a causa del sida, sobre todo en el África subsahariana. “Son personas que podrían llevar una vida normal si tuvieran acceso a las terapias farmacológicas adecuadas, conocidas como terapias antirretrovirales”.
“Hay muertes que ya no son justificables, como tampoco lo es el dolor de los familiares de las personas afectadas. Tampoco se puede justificar ya la transmisión de la infección de madres a hijos”.
“La Iglesia y su Magisterio, piden un estilo de vida que privilegie la abstinencia, la fidelidad conyugal y el rechazo de la promiscuidad sexual, porque, como subraya la exhortación apostólica postsinodal Africae Munus, todo esto forma parte de la cuestión del ‘desarrollo integral’ al que las personas y comunidades tienen derecho”, afirma el comunicado.
“Al lanzar este nuevo llamamiento al compromiso y a la solidaridad en favor de todas las víctimas (directas e indirectas) de vih/sida, queremos dar las gracias, en unión espiritual con el santo padre, a todos los que a lo largo de estos años se esforzaron tanto por ayudarlas. Nos referimos aquí a las instituciones, organismos y voluntarios que trabajan en el ámbito sanitario y en particular del sida. Sin duda, merecen el apoyo operativo y la ayuda, sin trabas ideológicas, de las organizaciones internacionales y de los benefactores”, añade.
Por último, expresa su cercanía a los enfermos de vih/sida, a los que están cerca de ellos, y a todos los trabajadores de la salud que, expuestos al riesgo de infección, les prestan toda la atención posible respetando su personalidad y su dignidad”.