CIUDAD DEL VATICANO, domingo 11 diciembre 2011 (ZENIT.org).- A la vuelta de su visita pastoral a la parroquia romana de Santa María de las Gracias, en Casal Boccone, a las doce de mediodía, Benedicto XVI se asomó a la ventana de su despacho en el Palacio Apostólico vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y los peregrinos congregados en la plaza de San Pedro.
En este III domingo de Adviento, domingo de Gaudete, acudieron –entre otros- los niños del Centro de Oratorios Romanos para la bendición de los “niñitos”, las imágenes del niño Jesús que los pequeños italianos colocarán en los belenes de sus familias, escuelas y parroquias.
Benedicto XVI centró este domingo sus palabras previas al rezo del Ángelus en el gozo de la espera. En efecto, a mitad del itinerario espiritual del Adviento, la liturgia introduce el domingo de Gaudete, haciendo una parada para anticipar el gozo que nos espera con la llegada de Jesús y animar al recorrer, como ha dicho el papa, este camino con una espera “llena de oración y obras buenas”.
Exhortó Benedicto XVI a “la vigilancia del corazón” en “este tiempo en el que nos preparamos con alegría al misterio de Navidad”. “El ambiente exterior –añadió- propone los habituales mensajes de tipo comercial, aunque quizá en tono menor a causa de la crisis económica”.
El cristiano, dijo, “está invitado a vivir el Adviento sin dejarnos distraer por las luces, pero sabiendo dar el justo valor a las cosas, para fijar la mirada interior en Cristo”.
La liturgia de este domingo, explicó, “nos invita a la alegría, a una vigilancia no triste, sino gozosa”. “La verdadera alegría –subrayó- no es fruto del divertirse, entendido en el sentido etimológico de la palabra di-vertere, es decir desentenderse de los empeños de la vida y de sus responsabilidades. La verdadera alegría está vinculada a algo más profundo”.
“Quien ha encontrado a Cristo en la propia vida, experimenta en el corazón una serenidad y una alegría que nadie ni ninguna situación pueden quitar”, dijo comentando varios pasajes de las Confesiones de San Agustín.
“En este tiempo de Adviento, reforcemos la certeza de que el Señor ha venido en medio de nosotros y continuamente renueva su presencia de consolación, de amor y de alegría”, exhortó y conluyó invitando a confiar “nuestro camino a la Virgen Inmaculada, cuyo espíritu exultó en Dios Salvador. Sea Ella la que guíe nuestros corazones en la espera alegre de la venida de Jesús, una espera llena de oración y obras buenas”.
Para leer el texto completo de Benedicto XVI, enlazar en: http://www.zenit.org/article-41100?l=spanish.
Tras el rezo del Ángelus, Benedicto XVI dedicó unas palabras a los peregrinos de lengua castellana, a quienes ha saludado “cordialmente”, en especial al grupo de varias parroquias de la diócesis de Huelva.
“La liturgia de hoy --añadió--, el llamado domingo de Gaudete, nos invita a prepararnos con la oración y las buenas obras a celebrar con gozo la llegada de Jesús entre nosotros. Que la Santísima Virgen María nos enseñe a reconocerlo y amarlo, de modo que nuestro corazón y nuestros hogares se inunden de su luz”.
Al finalizar la oración mariana, el papa se dirigió en primer lugar: “a los niños deRoma, venidos para la tradicional bendición de los 'niñitos', organizada por el Centro de Oratorios Romanos. ¡Gracias a todos vosotros! Queridos niños, cuando oréis ante vuestro belén, acordaros también de mí, come yo me acuerdo de vosotros. Os doy las gracias y ¡Feliz Navidad!”
Benedicto XI saludó también a los representantes del Movimiento por la Vida de muchos países europeos, venidos con motivo del premio por la vida "Madre Teresa de Calcuta", concedido en memoria de Chiara Lubich: “Queridos amigos –dijo--, en el aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, recordamos que el primero de todos los derechos es el de la vida. Os deseo todo bien en vuestra actividad”.
Por último, hizo una invitación a los universitarios de los ateneos de Roma a la celebración de Vísperas como preparación a la Navidad: la cita es el jueves próximo, 15 de diciembre, en la basílica de San Pedro.