ROMA, viernes 24 febrero 2012 (ZENIT.org).- El arzobispo metropolitano de Ayacucho, Salvador Piñeiro García-Calderón, tomó posesión de su cargo cuatro meses atrás y este año, a fines de enero, fue elegido presidente de la Conferencia Episcopal Peruana.
En esta entrevista concedida a ZENIT, analiza con agudeza los problemas de su país y los de la América Latina ante el próximo viaje papal. Explica también que tuvo que venir de repente al Vaticano para escuchar lo que el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado, tenía que decirle sobre la Universidad Pontificia Católica del Perú.
Monseñor Piñeiro, usted acaba de asumir hace un mes la presidencia del episcopado peruano, ¿cuáles son los objetivos que tiene a corto plazo?
–Mons. Piñeiro: Hay dos grandes tareas. Poner todo el trabajo de la Conferencia Episcopal Peruana al mismo ritmo de comisiones y proyectos del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), porque se debe buscar la eficiencia en los trabajos. Y he recibido el encargo de mis hermanos obispos, de que la presidencia del episcopado tiene que dialogar con las instituciones y con el gobierno, para que sepan lo que creemos y lo que queremos: que ese evangelio de Jesús convierta los corazones, transformando nuestra sociedad. Porque hay mucha marginación, enfrentamiento y se buscan caminos de odio y de violencia; pero tenemos que apostar por el evangelio de la vida, de la familia, de la paz y de la justicia.
¿Cómo impulsarán la Misión Continental?
–Mons. Piñeiro: Como nos dice Aparecida, estamos en una misión permanente. Creemos que muchos han escuchado el evangelio y hay tantos que todavía no conocen a Jesús. Y lo que es más penoso, cuántos se han alejado por nuestra falta de testimonio, porque no ven esa comunión fraterna o porque encuentran otras doctrinas que los ilusionan. ¡Cuando nosotros somos los que tenemos la globalización perfecta, que es el evangelio del amor!
¿Y qué planes tiene en el arzobispado de Ayacucho?
–Mons. Piñeiro: Acabo de asumir hace cuatro meses y he visto que se hacen muchas obras en silencio allá, por ejemplo en las guarderías infantiles, en el centro de salud mental. Da satisfacción el ver cómo en medio de limitaciones de pobreza hay esos signos de esperanza. Para este año hemos puesto tres prioridades: una es la familia, porque me preocupa que hay mucha violencia, muchos hogares rotos, abandono juvenil. Tenemos que trabajar más para hacer de la familia el Nazaret del amor, de la comprensión, de la solidaridad. El otro tema es la gente que no ha escuchado de Jesús; hay muchas comunidades que gracias a la labor de los antiguos misioneros tienen un catequista, alguien que les orienta, pero hay que darles más formación y renovarlos en ese espíritu de la misión para que se multiplique esa buena noticia del evangelio. Y tercero, que surjan vocaciones. Ciertamente, el primer semillero de la vocación es la familia; pero también quisiera que en los colegios y en los institutos, los docentes me ayuden a despertar la ilusión en el corazón de los jóvenes por seguir a Jesús, Buen Pastor.
Hace poco se capturó a uno de los últimos cabecillas históricos de Sendero Luminoso en la selva del Huallaga…, ¿cómo se está reagrupado este grupo terrorista en su jurisdicción, cuántos quedan?
–Mons. Piñeiro: Ha sido una captura sin violencias, sin muertes. Y yo invito a Artemio a que se convierta. Soy de educación agustiniana, donde las penas tienen que ser medicinales, que se convierta el hombre. Podemos estar equivocados, se obnubila la mente por el odio, la venganza, la violencia, pero hay que creer en la conversión del hombre. En la zona del VRAE (Valle del Río Apurímac y Ene), que está en mi jurisdicción, la cosa también está complicada porque el terrorismo está coludido con el narcotráfico, y hay coletazos de grupos senderistas, violentistas, que dan facilidad al transporte de la droga. Se calculan unas cuatrocientas personas todavía levantadas en armas allí; por eso el ejército y la policía están vigilando para que esas zonas no estén en el abandono de la economía sino que se integren en la sociedad.
Y también a nivel de Iglesia, ya tengo tres párrocos allá en las parroquias de Siria, Pichari y San Francisco, a quienes les he pedido que trabajen coordinados porque si no hay presencia de Iglesia, cualquier mensaje encandila a la población y les arranca la fe en Jesús.
Dentro de un mes el Papa estará en América Latina…
–Mons. Piñeiro: Estoy muy contento porque el santo padre quiere abrazar a toda nuestra América que ha comenzado ya a celebrar el bicentenario de la independencia. Ciertamente son jubileos que tienen muchos significados: cómo estos pueblos crecieron, maduraron en sus compromisos civiles, en sus derechos y se independizaron de la corona española. Recibimos la fe y el lenguaje de Cervantes. Por eso en la Iglesia católica, la mitad de los creyentes del mundo hablamos el mismo idioma.
Y en León de Guanajato el santo padre tendrá un encuentro con los presidentes de las conferencias episcopales latinoamericanos. Todos esperamos su mensaje, que será también una nueva llamada a la evangelización, porque tenemos que ser los misioneros de esta evangelización nueva que anime, que construya una América en paz, en justicia, en prosperidad.
Justamente, a América Latina se le llama el continente de la esperanza, del amor, pero también lo es de una pobreza que se extiende. ¿Qué mensaje del Papa esperan los pueblos latinoamericanos sobre este asunto?
–Mons. Piñeiro: Esto ha sido el magisterio constante desde Medellín, Puebla, Santo Domingo… Somos una América cristiana del indio, del blanco del negro, donde todo nos separa, las economías, las ideologías, pero creemos en Jesús. ¡En dos mil lugares de América veneramos a María! Entonces el santo padre nos va a exhortar sin duda a que desaparezca esa brecha entre la opulencia y la miseria. Esto no es evangelio; Jesucristo no predicó ni los odios ni las injusticias, sino que nos dio el lenguaje del amor. Qué bien nos ha recordado el papa sobre la sobriedad y la solidaridad: tenemos que vivir en sencillez y abriendo nuestro corazón y nuestro bolsillo para que no hayan injusticias, para que se aleje la miseria, para que vengan tiempos de prosperidad para todos.
Usted ha participado hoy en una reunión importante sobre la situación de la Pontificia Universidad Católica del Perú. ¿Qué nos puede adelantar al respecto?
–Mons. Piñeiro: He estado muy contento porque el cardenal Bertone nos ha recibido al cardenal Cipriani, al segundo vicepresidente del episcopado peruano, monseñor Del Río y a mi. Con qué sencillez, como buen educador salesiano y antiguo rector de la universidad de su congregación, nos ha hecho recordar la constitución apostólica Ex Corde Ecclesiae del beato Juan Pablo II, y cómo la universidad católica la cumple; por eso yo no sé por qué hay ese temor a aceptar la normatividad de la Iglesia. El título de esta constitución es tan hermoso: “En el corazón de la Iglesia”, porque allí nacieron las universidades y por eso hay que cuidarlas para que tengan esa identidad católica.
Había dos temas que eran aparentemente de conflicto. Uno es que la universidad quiere que la asamblea elija al rector, pero debemos saber que en la vida de la Iglesia hay la parte jerárquica y democrática. Entonces lo que pide la Iglesia es que la asamblea denomine una terna con tres posibles rectores, como sucede en todas las universidades católicas. Pido a nuestra universidad católica que comprendan el cariño que le tiene el papa a esta institución y que sus autoridades serán elegidas por la Sagrada Congregación para la Educación Católica dentro de los tres candidatos que presente la asamblea.
Y el otro tema de confl
icto –en que mucho daño ha hecho la interpretación de alguna prensa sesgada–, es que el arzobispo de Lima quiere acaparar la economía… ¡No señores!, la Iglesia también cuida los bienes que con tanto sacrificio se han labrado en esta querida universidad católica del Perú. Por eso nos ha dicho el cardenal Bertone que de alguna manera lo supervise la Conferencia Episcopal Peruana. Y así será, con mucho gusto, veremos el presupuesto y si hay que dar algunas autorizaciones para algunas ventas, podemos trabajar en eso. Yo creo que va a haber una solución y que estamos por un buen camino de entendimiento.
Confío que el señor rector será el mejor comunicador a la asamblea de esto que pide la Santa Sede: que se acojan a las enseñanzas de la Iglesia. Porque es una universidad pontificia que quiere mucho al papa, al cual también honró dándole el grado de doctor honoris causa cuando visitó el Perú siendo el cardenal Ratzinger.
Cuando saludé al papa el miércoles en la audiencia general, me envió una bendición especial para Ayacucho y para la Universidad Pontificia Católica del Perú.
Por José Antonio Varela Vidal