MADRID, domingo 19 agosto 2012 (ZENIT.org).- Este jueves 16 de agosto fue clausurada la XVII Asamblea General de la Institución Teresiana en Los Negrales, Madrid, España. Un día antes, culminaban también las celebraciones por el primer centenario de esta asociación internacional de fieles laicos.
En el curso de esta asamblea –casi un mes de trabajos intensos y fraterna convivencia- fue elegida nueva directora general de la asociación Maite Uribe.
«Esta asamblea la hemos vivido como momento oportuno de acción de gracias, de impulso nuevo de la misión evangelizadora de la Institución, con un llamamiento renovado a vivir con radicalidad el seguimiento de Cristo», dijo en el acto de clausura la nueva directora.
Después de un año de celebraciones en los más diversos rincones culturales y geográficos del mundo, la Institución Teresiana clausuró el primer centenario de su fundación, el día 15 de agosto, festividad de la Asunción.
La eucaristía de acción de gracias tuvo lugar en el Centro de Espiritualidad Santa María de Los Negrales, donde se veneran los restos de san Pedro Poveda, ante una numerosa participación. Fue presidida por monseñor Ginés García Beltrán, obispo de Guadix y concelebraron monseñor Victorio Oliver, obispo emérito de Orihuela-Alicante y otros sacerdotes.
Al inicio de la celebración, la directora general recordó el lema que acompañó las celebraciones por el primer centenario: “De la memoria agradecida al compromiso renovado”. Y afirmó, “surge en todos nosotros y nosotras una gran esperanza porque hemos visto que el Señor es fiel y camina siempre con su pueblo: hemos experimentado su acción y eso nos da una alegría muy profunda. En esta época compleja que vivimos, época de incertidumbres y de cambios en muchos sentidos, escuchamos la llamada a vivir con mayor autenticidad quiénes somos y qué quiere Dios que seamos.
A continuación dio a conocer la prioridad que impulsará la vida y la misión de la asociación en la etapa que se inicia: “A la escucha del Espíritu, en esta Asamblea hemos sentido con fuerza la llamada a vivir y generar la hermandad, signo profético del Reino, que nos sostiene y nos impulsa a la misión. Esta es la prioridad para el próximo sexenio. Esta hermandad fortalecerá el compromiso renovado de impulsar la incidencia evangelizadora de la Institución, de manera creativa en todas nuestras presencias de misión.”
En la homilía D. Ginés García Beltrán, expresó sus sentimientos como obispo de la diócesis de Guadix, en la que Pedro Poveda fue ordenado sacerdote, trabajó intensamente y de la que tuvo que salir de modo precipitado: “Permítanme que les confiese la profunda emoción que siento, como obispo de la sede accitana, al celebrar esta tarde la Eucaristía, junto a los restos de san Pedro Poveda, y con todos ustedes, miembros de la familia fundada sobre el carisma del Padre Poveda. Durante estas últimas semanas, y en muchas ocasiones, me he recreado, al mirar el rostro de san Pedro Poveda, pensando –si vale este lenguaje- en el gozo que estará experimentando nuestro Santo al ver desde el Cielo esta celebración».
A continuación recordó que, “hace más de cien años salía de Guadix el Padre Poveda. Lo hacía “de mañana y sin decir una palabra”, como lo narra un joven dirigido suyo y futuro sacerdote. Atrás quedaban proyectos, mucho trabajo, más ilusión y, sobre todo, la pasión por un sacerdocio, desde sus inicios entregado en favor de los más necesitados. El primer proyecto de vida de Pedro Poveda se había truncado por las circunstancias y, por qué no decirlo, por el pecado que anida en el corazón del hombre: “Jamás pensé salir de Guadix, soñé siempre que se me enterrará bajo el altar de las Cuevas, pero no sucedió así”, dice el Santo. Y es que los caminos de Dios no son los nuestros. Cualquiera que juzgara la historia, incluso la propia historia, con una visión corta y terrena, pensaría que el plan de Dios se había frustrado en Poveda. Pero no fue así. La salida de Guadix fue el medio, aunque doloroso, por el que Dios continuaría su obra en aquel joven sacerdote.”
En otro momento de la homilía el obispo afirmó,“hay algo que me impresiona de la vida de san Pedro Poveda. El descubrimiento de que los santos no tienen planes, es decir, que los planes de los santos son los planes de Dios. Buscar la voluntad de Dios, aceptarla y llevarla a cabo como lo único importante en la vida.”
Y con relación a los acontecimientos por los que se estaba dando gracias, expresó, “Terminan ahora el Año Centenario y la Asamblea general de la Institución. Ante nosotros queda el horizonte de futuro al que solo se entra por el presente que hemos de vivir con la misma pasión que lo vivieron Pedro Poveda y los que están en el origen de la Institución. Vivir con confianza, arraigados en la Palabra de Dios y en la Eucaristía, son el mejor programa para los hombres y mujeres de fe. Como dicen vuestros estatutos, estáis llamados a ser “una presencia humanizadora y transformadora, que encuentra en el Misterio de la Encarnación, la fuente que inspira su ser y estar en el mundo”.
La liturgia fue enriquecida con signos que expresaban la internacionalidad, la pluralidad cultural y la fecundidad de una Obra centenaria.