Por José Antonio Varela Vidal
ROMA, Martes 21 agosto 2012 (ZENIT.org).-El mundo espera un gesto benévolo del presidente de la República Islámica de Pakistán, el empresario Asif Ali Zardari, que salve a Rifta o Rimsha Masih. Esta niña cristiana --con síndrome de Down--, estuvo a punto de ser linchada días atrás por haber quemado páginas de un libro que otros niños sí pueden leer, y que usan para aprender el Corán.
El hecho de violencia sucedió el pasado viernes 17 al final del Ramadán, en Umara Jaffar, un suburbio pobre de Islamabad donde vive la pequeña con su familia y otros 600 cristianos, muchos de los cuales han tenido que huir por miedo a nuevas represalias. Las características del hecho no se conocen aún al detalle, por lo que el presidente pakistaní encargó desde el primer momento una investigación exhaustiva al ministro del Interior.
Lo más creíble hasta ahora es que Rimsha habría querido atizar el fuego de la cocina quemando varias hojas de papel, mezclando unas con otras… Pero la providencia estuvo de su lado, y la policía fue avisada a tiempo para protegerla de una multitud enardecida que la golpeaba y quería quemarla también a ella, acusándola de blasfema.
Un yugo pesado
En este caso y en otros, los islámicos de Pakistán se apoyan en la llamada ‘Ley contra la Blasfemia’ que está en vigor en el país desde 1986 y que –según cifras del diario italiano Avvenire--, ha condenado a muerte a 37 personas, 18 cristianos y 16 musulmanes. A este número no escapa el exministro para las minorías religiosas, el católico Shahbaz Bhatti, asesinado por su propia fuerza de seguridad en enero de 2011, quien era conocido por sus esfuerzos en introducir cambios a esta dura norma, junto a otras mejoras para las condiciones de vida de las minorías religiosas.
La cantidad de víctimas se eleva al sumar a las personas acusadas por blasfemia, que desde la entrada en vigor de la ley han alcanzado la cifra de 1.081, de los cuales 138 han sido cristianos, 468 musulmanes y 454 de la secta de origen musulmán Ahmadiya, que tiene postulados heréticos para el Islam.
Entre tantos acusados, está la madre de familia Asia Bibi, una campesina católica condenada a muerte en noviembre de 2010 por defender el sacrificio de Cristo ante otras mujeres musulmanas, quienes la denunciaron ante el imán del pueblo. Ella espera, junto a la comunidad internacional que presiona por salvarle la vida –incluido el papa Benedicto XVI--, una respuesta de los jueces a su apelación.
No sería extraño entonces que el presidente Zerdari frenara la condena que ‘debería’ tocarle a Rimsha, dado que este ha dado señales optimistas desde su gobierno cuando convocó, a principios de agosto, a una comisión de expertos de todas las religiones para proponer modificaciones a la mencionada ley pakistaní. Esta legislación es la más dura entre 25 países musulmanes –y quizás más--, donde las minorías no son libres para practicar su religión.