Por Paul De Maeyer
ROMA, jueves 30 agosto 2012 (ZENIT.org).- El próximo domingo 9 de septiembre será consagrada la catedral de la diócesis de Karaganda, en Kazajistán, en una solemne concelebración presidida por el cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio y Legado Pontificio para la consagración.
La catedral fue pensada y querida por el entonces arzobispo de Karaganda, monseñor Jan Pawel Lenga, y el obispo auxiliar, monseñor Athanasius Schneider, quien encargó al pintor, escultor y profesor de Arte Rodolfo Papa un ciclo pictórico de 14 telas dedicadas a la Eucaristía, para la cripta. Monseñor Schneider ha dedicado a la Eucaristía el libro en italiano Dominus est. Riflessioni di un vescovo dell’Asia centrale sulla Sacra Comunione, Librería Editorial Vaticana 2008 (con prólogo de monseñor Malcolm Ranjith).
En la siguiente entrevista, monseñor Schneider explica las razones históricas y espirituales que subyacen a la construcción de la catedral y al encargo del ciclo pictórico.
¿Cuál es el significado histórico y espiritual de la construcción de esta catedral en Karaganda?
–La primera razón es ésta: disponer de una catedral en un lugar más digno y visible, puesto que la diócesis usaba hasta ahora un edificio construido aún en el tiempo de la persecución, que se encuentra en la periferia de la ciudad y exteriormente no se reconoce como iglesia. Una catedral en un lugar más central, construida en un estilo inconfundiblemente católico, como el neogótico, será una silenciosa si bien potente señal y medio de evangelización, en un país donde los católicos son alrededor del 1% o 2% de la población, con una mayoría musulmana y una fuerte minoría ortodoxa. Además, hay una parte considerable de la población que no pertenece a ninguna religión, son personas en búsqueda de Dios.
La arquitectura de la catedral y los objetos en su interior han sido realizados con el mayor esmero posible, de manera que representen una verdadera belleza artística y al mismo tiempo la sacralidad y el sentido sobrenatural. Todo esto es adecuado para incitar el sentido religioso y de fe en los fieles y visitantes, bien como para expresar un acto de adoración a la Santísima Trinidad. Es decir, todo se presta a facilitar el cumplimiento del primer mandamiento y la finalidad última de toda la creación: la adoración y la glorificación de Dios.
Su significado histórico y espiritual tiene también el siguiente aspecto: la nueva catedral es un lugar sagrado para la memoria de las innumerables víctimas del régimen comunista, ya que en los alrededores de Karaganda existió uno de los más terribles campos de concentración, los gulag, en los que padecieron personas de más de cien grupos étnicos diversos. Así la nueva catedral será un santuario de oración y expiación por los crímenes del régimen ateo y comunista.
La belleza arquitectónica, las obras de arte, el órgano de la nueva catedral, serán también un medio de promoción de la cultura.
¿Cómo han acogido las autoridades políticas y la comunidad islámica esta iniciativa católica?
–Mons. Schneider: Con sentido de respeto hacia la Iglesia católica. Las autoridades civiles se sienten honradas de tener en la propia ciudad un edificio de tal extraordinaria belleza arquitectónica y de tanto significado cultural. Las autoridades civiles consideran la nueva catedral como un gesto de la Iglesia católica en beneficio de la cultura.
Una pequeña comunidad católica es capaz de construir una catedral en tierra de misión. ¿Podríamos decir que esto sea un modelo para estimular un renacimiento de la fe en la vieja Europa?
–Mons. Schneider: La pequeña comunidad católica era capaz sobre todo hacer una contribución espiritual para la construcción. Pero el mayor aporte material proviene de nuestros hermanos de la vieja Europa. Lo que es bello, ya que manifiesta la solidaridad fraterna, un fraternal intercambio de dones, similar al de los primeros tiempos de la Iglesia, cuando las comunidades más ricas ayudaban a las más necesitadas.
La fe renacerá en la vieja Europa cuando se dará siempre el primer lugar a Jesús en todas las cosas, cuando la vida de fe se hará siempre más concreta, visible, y más “encarnada”.
¿Cuáles son los problemas que cotidianamente afronta la comunidad católica en Kazajistán?
–Mons. Schneider: Los problemas cotidianos son la insuficiencia de sacerdotes, las enormes distancias entre las comunidades parroquiales, los insuficientes medios materiales para las obras de construcción de iglesias y para las obras sociales y educacionales, la emigración de los jóvenes al exterior y algunas trabas de tipo burocrático.
¿Cuáles son las relaciones con otras confesiones cristianas?
–Mons. Schneider: Las relaciones con las otras confesiones cristianas son buenas. A veces se efectúan encuentros con obispos y sacerdotes de la Iglesia ruso-ortodoxa y con representantes de las comunidades protestantes. Tenemos, digamos así, un ecumenismo de vida, donde las relaciones humanas son más importantes que las discusiones teóricas y doctrinales. Con los hermanos ruso-ortodoxos y protestantes llevamos a cabo obras comunes en el ámbito de defensa de la vida.
¿Cuál ha sido la evolución y las perspectivas?
–Mons. Schneider: Deseamos conservar las relaciones de respeto recíproco, las relaciones personales de amistad y continuar a realizar obras comunes para la defensa de la vida y de los valores morales.
El arte es seguramente un instrumento de evangelización eficaz, como nos recuerda el Magisterio, y el Santo Padre nos alienta y estimula a utilizarla. ¿Puede contarnos su experiencia de haber encargado tanto arte y belleza en su diócesis, como señal de testimonio de la fe católica?
–Mons. Schneider: La construcción de una nueva catedral con una verdadera estética sacral, con obras de arte, etc., constituye también una proclamación del primer deber de la Iglesia: dar a Dios, a Dios encarnado, el primer lugar, un lugar visible, puesto que Dios se hace visible en la Encarnación y en la Eucaristía; dar a Dios el primer lugar también en el sentido de ofrecer en su honor una belleza artística, ya que Dios es autor de toda belleza y merece recibir obras verdaderamente bellas como homenaje de parte de los creyentes.
Además, una catedral puede ser una concreta manifestación del tierno amor de la comunidad creyente, la Esposa de Cristo, hacia el Cuerpo de Cristo, ofreciendo en honor de este cuerpo de Cristo, en un cierto sentido, la santa prodigalidad de la mujer pecadora, quien ofreció en honor de Cristo un vaso de perfume precioso extraordinariamente grande (“más de trecientos denarios”, cf. Mc 14, 4). Para ungir el cuerpo de Cristo, la mujer pecadora ofreció una suma con la cual se podía mantener a una familia por un año entero. Las personas presentes se indignaron por tal derroche. Jesús en cambio elogió ese santo derroche diciendo “Una buena obra es la que ha hecho conmigo” (Mc 14, 6). Se debe aún hacer el “santo derroche” por Jesús.
Muchas personas ya han visitado la nueva catedral. La mayoría eran no católicas e incluso no cristianas. Y han quedado atraídos por su belleza. Han expresado visiblemente la propia admiración. Algunas mujeres no cristianas han llorado de emoción en mi presencia. En cierta oportunidad, mostré durante una media hora la catedral a una pareja no cristiana, explicando todos los detalles de arte y de objetos sagrados. Cuando acabamos y salimos fuera, la mujer me dijo: “En esta media hora he purificado mi alma. ¿Puedo volver otra vez? Quisiera admirar en silencio estas bellezas”. Naturalmente le respondí que podía venir cuando quisiera. En esa media hora, mediante la explicación del arte sacr
o, ofrecí una lección sobre la verdad de la fe católica. La reacción de casi todas las personas que hasta ahora han visitado la catedral, especialmente personas no cristianas, ha sido espontánea: admiración, silencio, apertura a lo sobrenatural. He constatado en estos casos que el alma humana es naturalmente cristiana, como afirmaba Tertuliano. Vale decir, en el alma humana Dios ha inscrito la capacidad de conocerlo, de venerarlo. El deber de los católicos es conducir estas almas abiertas hacia la fe y hacia la adoración de lo sobrenatural, a la fe y a la adoración de Cristo, de la Santísima Trinidad, de conducirlas al cielo. En las grandes puertas de bronce al ingreso de la catedral están escritas estas palabras de la Sagrada Escritura: “Aquí está la casa de Dios, esta es la puerta del cielo” (Domus Dei – porta caeli). Bien, estas palabras sagradas son un lema muy adecuado para esta catedral, es decir, para esta visible obra de evangelización, como también para toda la obra de evangelización.
¿Podría indicarnos el significado espiritual y teológico de las pinturas que ha encomendado para la cripta?
–Mons. Schneider: Quería expresar en la catedral, en el modo más profundo, el misterio de la Santísima Eucaristía, ya que la Eucaristía construye espiritualmente la Iglesia, la Eucaristía hace vivir a la Iglesia continuamente hasta el fin de los tiempos. El verdadero cimiento de la Iglesia es la Eucaristía. Por ello he colocado en la cripta, cerca de los cimientos de la catedral, un ciclo de 15 imágenes sobre la Eucaristía, en analogía con las 14 estaciones del Via Crucis en la nave principal. Toda la Sagrada Escritura nos anuncia a Cristo hecho carne, hecho hombre. Pero Cristo se ha hecho Eucaristía, nos ha dejado su carne, verdaderamente y substancialmente presente en el misterio eucarístico. En un cierto sentido podemos decir que toda la Sagrada escritura non anuncia Cristo en el misterio de la Eucaristía. Así he escogido las imágenes eucarísticas más conocidas de la Sagrada Escritura, es decir, la simbología eucarística más conocida: el sacrificio de Abel, el sacrificio de Melquisedec, el sacrificio de Abraham, el cordero pascual, el alimento del profeta Elías mientras estaba en camino hacia el monte de Dios, el templo de Jerusalén, Belén como “casa del pan”, el milagro en las bodas de Caná, la multiplicación de los panes, el discurso eucarístico de Juan, la Última Cena, Emaús, el Ángel en la Jerusalén Celestial.
Las relaciones entre un obispo y un artista son tal vez el secreto del logro de una obra tan importante. ¿Podría decirnos algo de su experiencia de prelado que ha encomendado estas 14 telas al artista y teórico del arte Rodolfo Papa? ¿Cómo nació su colaboración y como se han desarrollado las relaciones de confianza necesarias para que nacieran obras maestras?
–Mons. Schneider: El “ciclo eucarístico” ha sido mi último sueño para la catedral. Sabía que algo faltaba sin el “ciclo eucarístico”. Pedí al Señor que me mandase un artista sobre todo profundamente creyente, un artista que amara la Eucaristía, un artista que supiera pintar en modo verdaderamente sacro y edificante para los creyentes. A través de un conocido, supe del profesor Rodolfo Papa. Cuando vi algunas de sus obras religiosas, y hablé con el sobre la fe y sobre la Eucaristía, comprendí que era éste el artista que Dios me mandaba. Mi convicción se consolidó cuando leí su libro sobre la teología del arte sacro Discorsi sull’arte sacra (con introducción del cardenal Cañizares Llovera, Cantagalli, Siena 2012).