Ofrecemos por su interés la carta pastoral del obispo de Orihuela-Alicante Jesús Murgui Soriano, centrada en la edición de este año de la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas, que coincide con la Cuaresma, cuyo lema este año es “No hay justicia sin igualdad”.
*****
En una época en la que, por circunstancias bien sabidas por todos, vivimos inmensamente pendientes de las crisis en las que nos encontramos, suena como un oportuno aldabonazo la Campaña contra el Hambre de Manos Unidas.
Caer en la cuenta de cómo están tantos hombres y mujeres, niños y adultos de esta tierra; volver a enterarnos que muchos no luchan por el futuro, sino por el más inmediato y crudo presente, por el hoy en el que hay que, sencillamente, sobrevivir, comer. Pensarlo, estremece.
Siempre me ha impactado recordar la historia de Manos Unidas, los comienzos de aquellas mujeres cristianas de nuestro país que con gran visión y coraje, pusieron los cimientos de un Movimiento de la Iglesia Católica que refleja y acoge el compromiso de tantos cristianos, especialmente mujeres, comprometidos en erradicar tanta miseria, tanta hambre, fruto de siglos de desigualdades, explotaciones, abusos escandalosos, injusticias horrendas.
Es verdad que lo más conocido es la aportación económica que se hace en la Campaña contra el Hambre, especialmente en las celebraciones litúrgicas de este fin de semana, del 9 y 10 de febrero, y el día del Ayuno voluntario, o las cenas solidarias ya tan extendidas en tantas parroquias y comunidades cristianas, pero si importante es la aportación económica tan generosa como podamos, mejor si va unida a privaciones o formas de ayuno convertidas en limosnas vividas solidariamente por quienes no hacen ayuno voluntario sino obligado, si importante es todo esto, no es menos la concienciación que la Campaña comporta, fin también del Movimiento Manos Unidas que pretende transformar una realidad sangrante y cuya palanca de cambio es no sólo medios materiales sino una mentalidad nueva, transformadora de un mundo injusto, cuajado de desigualdades clamorosas.
Os animo, precisamente en el Año de la Fe, de una fe con obras, a ayudar, a concienciarnos de que trabajamos por el bien del ser humano, como cristianos, desde el altísimo concepto que tenemos de la dignidad de la persona, cuya vida es don de Dios.
Impliquémonos en la Campaña de Manos Unidas que, entre otras grandes líneas de actuación en los países más pobres, prioriza el facilitar medios para la formación entendiendo que ésta es la vía más decisiva para promover una vida digna y romper el círculo de la injusticia y la pobreza.
Mi palabra, también, de gratitud y de ánimo a todo el colectivo de Manos Unidas de nuestra Diócesis de Orihuela-Alicante. Vuestro compromiso nos honra; precisamente en medio de una crisis que nos golpea tan cerca nos recordáis el grito de quienes nada tienen. Y en el Año de la Fe, de una fe con obras.