El Aula Pablo VI está hoy, como cada miércoles, llena de fieles que quieren ver y saludar al papa. Pero en este día la gente está especialmente entusiasmada porque quieren hacer llegar al santo padre su apoyo. Los fieles presentes han recibido y hecho sentir su presencia a Benedicto XVI con fuertes y largos aplausos. Los cantos, las banderas y los «Viva el papa» tienen hoy un matiz especial.
Antes de comenzar la catequesis, el pontífice ha querido dirigirse a los fieles y les ha explicado lo que ya anunció el lunes pasado a los cardenales. Esta vez en italiano, «Queridos hermanos y hermanas, como sabéis, he decidido…» –dijo el papa antes de ser interrumpido por los aplausos–. A la conclusión de los mismos, indicó: «Gracias por vuestra simpatía». Y retomó su discurso: «He dedicido renunciar al ministerio que el Señor me ha confiado el 19 de abril de 2005 –ha comenzado el papa. Y aclara a continuación- he hecho esto en plena libertad por el bien de la Iglesia, después de haber rezado mucho y haber examinado delante de Dios mi conciencia, muy consciente de la gravedad del acto, pero también consciente de no estar capacitado para desempeñar mi ministerio petrino con la misma forma que esto requiere. Me sostiene y me ilumina la certeza de que la Iglesia es de Cristo, el cual no hará que falte su guía y su cuidado. Doy gracias a todos por el amor y la oración con la que me habéis acompañado. Gracias, he sentido casi físicamente, en estos días no fáciles, la fuerza de las oraciones y el amor de la Iglesia que me traéis. Continuad rezando por el papa y por la Iglesia».
Al terminar la catequesis, los aplausos han durado algo más de lo habitual. Al papa se le veía sonriente, agradecido y tranquilo. Había entrado con inusitada agilidad en la Sala Pablo VI, sin ayuda de bastón ni del brazo de ningún ayudante, con paso firme y seguro. Y, desde luego, con un rostro mucho más distendido que el de este 11 de febrero.
En la síntesis de la catequesis en lengua española ha comenzado recordando que hoy, Miércoles de Ceniza, iniciamos el tiempo litúrgico de la Cuaresma. Es un tiempo de particular esfuerzo –ha añadido- en nuestro camino espiritual. Además ha recordado que «cuarenta días es el periodo que Jesús pasó en el desierto antes de iniciar su vida pública, y donde fue tentado por el diablo.
A continuación ha recordado que reflexionar sobre las tentaciones de Jesús en el desierto es una invitación a responder a la pregunta fundamental: ¿qué es lo más importante en la vida? ¿qué puesto ocupa el Señor en nuestra existencia? Y ha aclarado: «las tentaciones que afronta Jesús muestran el riesgo de instrumentalizar a Dios, de usarlo para el propio interés, para la propia gloria. Dar a Dios el primer puesto ante las tentaciones requiere ‘convertirse’; significa seguir a Cristo de forma que su Evangelio sea guía concreta de la vida» y que solamente ‘perdiendo’ la vida por su causa la podemos ganar.
Al finalizar su intervención en español, ha dirigido un saludo cordial a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Perú, México y los demás países latinoamericanos. Dentro de este grupo, varios asistentes alzaron folios con letras componiendo la frase: «Gracias, santo padre». «Invito a todos en este tiempo de Cuaresma –dijo- a renovar el compromiso de conversión, dejando espacio a Dios, aprendiendo a mirar con sus ojos la realidad de cada día».
Entre el público, un grupo de universitarios de Comunión y Liberación enarbolaba una enorme pancarta, al fondo de la Sala, con las palabras: «Grazie, Santo Padre».
Debido a la gran afluencia de personas que quieren ver al papa tras el anuncio de su renuncia, hoy miércoles, 13 de febrero a las 17 horas, Benedicto XVI celebrará el rito de bendición e imposición de las cenizas en la basílica vaticana y no en la basílica romana de Santa Sabina, donde ha tenido lugar habitualmente.
Por la misma razón, el encuentro anual del papa con los párrocos de Roma, programado para mañana 14 de febrero, tendrá lugar en el Aula Pablo VI.
Al final de las intervenciones, y antes de la bendición final, un coro de niños y niñas, tocados con alegres gorras amarillas con el logo de la escuela primaria italiana L’Arca, han cantado una canción que ha emocionado al obispo de Roma. Luego, han hecho tremolar sus gorras, saludando al papa que ha correspondido alzando las manos e improvisando de nuevo unas palabras para ellos: «Gracias por cantar estas canciones tan queridas por mí. Gracias».