Quizá alguno se haya percatado de este curioso dato, entre otros muchos que ligan los dos últimos pontificados.
El beato Juan Pablo II nació el 18 de mayo de 1920, y murió el 2 de abril de 2005, a un mes y dieciséis días de cumplir sus 85 años.
Benedicto XVI hará efectiva su renuncia el 28 de febrero de 2013, antes de cumplir 86 años. ¿Cuánto antes? Pues también a un mes y dieciséis días.
Se lo acabo de comentar a un amigo de la Conferencia Episcopal Española y me dice que eso es hilar fino. Recuerdo a otro amigo que me decía hace tiempo que no existen las coincidencias sino las «dioscidencias», que tampoco las casualidades sino las «jesualidades».
Sin agobiarnos mucho por la numerología u otras cábalas, lo cierto es que como poco es curioso. A uno le da por preguntarse si habrá elegido Benedicto XVI a propósito esa fecha, tan precisa, como un homenaje a su predecesor el beato Juan Pablo II.
Si no fuera así, ¡qué mas da! Nos alegramos. Y en el caso que fuera así, me alegro mucho haber acertado, haciendo esa asociación no demasiado complicada, y comunicado a mis amigos la alegría de saber tan unidos a los papas que tanto queremos, en sus últimos momentos como tales.
Es sabido de todos el gran afecto que se profesaron siempre Karol Wojtyla y Joseph Ratzinger, desde que se conocieran en 1977 durante la IV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos. A la muerte de Pablo VI y reanudarse el cónclave, en 1978, los dos descubrieron que sus análisis de la situación de la Iglesia eran muy similares. Como dice el P. Jesús Martí Ballester: «La historia nos demuestra que sus diferencias les complementan y les unen». Intercambiaron muchas ideas, libros y correspondencia, hasta que el 25 de noviembre de 1981, el beato Juan Pablo II le nombrara prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Valga este pequeña anécdota, o no tan pequeña, pero sí muy entrañable, para pedir al beato Juan Pablo II por Benedicto XVI y por la Iglesia.