A las 9 horas de hoy, en la capilla Redemptoris Mater del Palacio Apostólico Vaticano, con el canto de Laudes y la Meditación final, concluyeron los Ejercicios Espirituales en presencia de Benedicto XVI. Las meditaciones estuvieron a cargo del cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, y tuvieron por tema: «Ars orandi, ars credendi. El rostro de Dios y el rostro del hombre en la oración de los salmos». Publicamos las palabras que el papa ha dirigido a los presentes al terminar los Ejercicios Espirituales.
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¡Queridos Hermanos, queridos Amigos!:
Al final de esta semana espiritualmente tan densa, queda solo una palabra: ¡gracias! Gracias a vosotros por esta comunidad orante a la escucha, que me ha acompañado en esta semana. Gracias, sobre todo, a usted eminencia, por estas «caminatas» tan bellas por el universo de la fe, por el universo de los Salmos. Hemos quedado fascinados por la riqueza, la profundidad, la belleza de este universo de la fe y permanecemos agradecidos porque la Palabra de Dios nos ha hablado en modo nuevo, con nueva fuerza.
«Arte de creer, arte de orar» era el hilo conductor. Me ha venido a la mente el hecho de que los teólogos medievales tradujeron la palabra «logos» no solo con «verbum«, sino también con «ars«: «verbum» y «ars» son intercambiables. Solo en las dos juntas aparece, para los teólogos medievales, todo el significado de la palabra «logos«. El «Logos» no es solo una razón matemática: el «Logos» tiene un corazón, el «Logos» es también amor. La verdad es bella, verdad y belleza van juntas: la belleza es el sello de la verdad.
Y además usted, partiendo de los Salmos y de nuestra experiencia de cada día, también ha subrayado fuertemente que el «muy bello» del sexto día –expresado por el Creador– es permanentemente contradicho, en este mundo, por el mal, el sufrimiento, la corrupción. Y parece casi que el maligno quiera permanentemente ensuciar la creación, para contradecir a Dios y para hacer irreconocible su verdad y la belleza. En un mundo así marcado también por el mal, el «Logos«, la Belleza eterna y el «Ars» eterno, debe aparecer como «caput cruentatum«. El Hijo encarnado, el «Logos» encarnado, es coronado con una corona de espinas; y sin embargo justo así, en esta figura sufriente del Hijo de Dios, empezamos a ver la belleza más profunda de nuestro Creador y Redentor; podemos, en el silencio de la «noche oscura», escuchar todavía la Palabra. Creer no es otra cosa que, en la oscuridad del mundo, tocar la mano de Dios y así, en el silencio, escuchar la Palabra, ver el Amor.
Eminencia, gracias por todo y hagamos todavía “caminatas», ulteriormente, por este misterioso universo de la fe, para ser cada vez más capaces de orar, de pedir, de anunciar, de ser testigos de la verdad, que es bella, que es amor.
Al final, queridos amigos, querría dar las gracias a todos vosotros, y no solo por esta semana, sino por estos ocho años, en los que habéis llevado conmigo, con gran competencia, afecto, amor, fe, el peso del ministerio petrino. Queda en mí esta gratitud y también aunque ahora acaba la «exterior», «visible» comunión –como ha dicho el cardenal Ravasi- queda la cercanía espiritual, queda una profunda comunión en la oración. En esta certeza vayamos adelante, seguros de la victoria de Dios, seguros de la verdad de la belleza y del amor.
Gracias a todos vosotros.
Traducido del italiano por Nieves San Martín