Ofrecemos las palabras improvisadas que Benedicto XVI ha dirigido a los habitantes de Castel Gandolfo y alrededores, en la bella campiña de los Castillos romanos, que se había apiñado como queriendo ofrecerle el último abrazo, con caras sonrientes y agitando banderolas.
*****
Queridos amigos, estoy feliz de estar con vosotros, rodeado de la belleza del Creador y de vuestra simpatía que me hace mucho bien. Gracias por vuestra amistad, vuestro afecto (aplausos) Vosotros sabéis que este mi día es diferente a los precedentes: no soy ya sumo pontífice de la Iglesia católica –hasta las ocho de esta tarde lo seré todavía, después ya no–. Soy un simple peregrino que inicia la última etapa de su peregrinación en esta tierra. Pero quiero todavía (aplausos -¡gracias!) pero quiero todavía con mi corazón, con mi amor, con mi oración, con mi reflexión, con todas mis fuerzas interiores, trabajar por el bien común y el bien de la Iglesia y de la humanidad. Y me siento muy apoyado por vuestra simpatía. Vamos adelante con el Señor por el bien de la Iglesia y del mundo. Gracias, os doy ahora (aplausos) con todo el corazón mi bendición. Sea bendecido Dios omnipotente, Padre, hijo y Espíritu Santo. Gracias ¡buenas noches! ¡Gracias a todos!
Traducción del italiano de Rocío Lancho García