Durante la misa presidida con motivo de la solemnidad de Pentecostés, el papa Francisco centró su homilía en la acción de la tercera persona de la Trinidad, esto es el Espíritu Santo.
Ante una plaza de San Pedro abarrotada de fieles llegados hasta allí con motivo de la «Jornada con los movimientos, las nuevas comunidades, las asociaciones y las organizaciones laicales», el santo padre centró su enseñanza en tres ideas de la lectura del día, tomada de Hechos de los Apóstoles sobre el Cemáculo: novedad, armonía y misión.
Es así que ante el «miedo» que siente el cristiano cuando Dios quiere llevarlo por caminos nuevos, fuera «de nuestros horizontes con frecuencia limitados, cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos», Francisco invitó a «que el Espíritu Santo anime, guíe nuestra vida, en todas las decisiones».
Porque, según explicó, «la novedad que Dios trae a nuestra vida es lo que verdaderamente nos realiza, lo que nos da la verdadera alegría, la verdadera serenidad». E invitó al creyente a «recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta», en vez de «atrincherarnos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta».
El Espíritu de armonía
El Catequista universal enseñó a los fieles que el Espíritu Santo produce diversidad de carismas y de dones, pero esto no crea desorden en el Iglesia; sino que el Espíritu trae «la unidad, que no significa uniformidad, sino reconducir todo a la armonía». Porque solo Él, continuó, «puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad».
Lo opuesto se da, «cuando somos nosotros los que pretendemos la diversidad y nos encerramos en nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos, provocamos la división». Porque cuando el cristiano quiere construir la unidad con planes humanos, «terminamos por imponer la uniformidad, la homologación».
Cuando la Iglesia es guiada por el Espíritu «la riqueza, la variedad, la diversidad nunca provocan conflicto, porque Él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia».
Invitó por ello a «caminar juntos en la Iglesia, guiados por los pastores (porque) la eclesialidad es una característica fundamental para los cristianos, para cada comunidad, para todo movimiento». Advirtió también que cuando se va más allá de la doctrina y de la comunidad eclesial «no estamos unidos al Dios de Jesucristo» (cf. 2Jn 1,9).
Una Iglesia que salga
Francisco recordó también que sin la fuerza y la gracia del Espíritu Santo, la Iglesia no va hacia delante. Otra característica de la persona trinitaria es que esta introduce a los cristianos «en el misterio del Dios vivo, y nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica y de una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto».
Por el contrario, el Espíritu «nos impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio de la bondad del Evangelio, para comunicar el gozo de la fe, del encuentro con Cristo. El Espíritu Santo es el alma de la misión».
Al ser el Paráclito, el «Consolador», –añadió– «da el valor para recorrer los caminos del mundo llevando el Evangelio … nos muestra el horizonte y nos impulsa a las periferias existenciales para anunciar la vida de Jesucristo».
Finalizo invitando a cada grupo, cada movimiento y en sí a todo cristiano, a que se dirija al Padre para pedirle este don.
El texto completo de la homilía del papa aquí