La adolescencia y la juventud son etapas en las que a nadie le gusta caminar solo. Es, tal vez, esa la razón por la que la pandilla, los amigos, el entorno, etc. se hacen tan importantes. Uno necesita reafirmar continuamente aquello que va conformando “su verdad”, su escala de valores, aquello por lo que empieza a valer la pena entregar la vida. El problema es cuando Dios no entra dentro de esa compañía de la que se rodean nuestros chicos y chicas, nuestros jóvenes.
Si uno se asoma a las redes sociales más frecuentadas por los jóvenes y adolescentes, se da cuenta del gran número de amigos y seguidores que pueblan sus cuentas, de la gran cantidad de comentarios que producen y reciben, del tremendo valor de un “me gusta” a tiempo… Esa interacción continua, ese buscar compañía adecuada, es una gran oportunidad para los que les queremos, les conocemos y pensamos que también ahí deben recibir la luz del Padre que tanto les ama. Las redes sociales, a mi entender, se convierten pues en una maravillosa herramienta de acompañamiento.
¿Qué tomar en cuenta?
Cuesta romper ciertos esquemas a la hora de acompañar a nuestros jóvenes y suena frívolo, para algunos, recomendar Twitter, Facebook o cualquier otra red, como instrumentos privilegiados de cercanía, guía, compañía, consejo, escucha… Creo que no solo no es frívolo sino que se me antoja cada vez más necesario. Veamos algunos aspectos que pueden ayudarnos a poner en práctica todo esto:
– Una red social no es sólo un lugar de relación sino también una carta de presentación. Es tal vez una de las primeras cosas que vale la pena trabajar con los chicos: ¿Qué quieres que se encuentre la persona que accede a tu perfil? ¿Qué información de ti recibirá? ¿Qué fotos verá? ¿Qué estados tuyos, qué estados compartidos de otros… podrá leer? No es banal esta cuestión. ¡Cuántas veces nos hemos llevado las manos a la cabeza al descubrir perfiles de chicos y chicas que en nada se ajustan a lo que ellos son de verdad! Acompañarles en ese “ser uno”, en ese “ser de verdad” en la red, es una de las primeras tareas importantes y que, a la postre, dan mucho juego en el trabajo personal con ellos. Alguna sugerencia al encontrárnoslos, algún mensaje directo y privado, alguna referencia sutil que vaya puliendo poco a poco esa presentación… sin que se sientan invadidos pero sabiéndose cuidados por nosotros.
– La vida en las redes sociales suele ser una vida compartida, a veces incluso demasiado. Una vida que se abre, que se muestra… ¡Nueva oportunidad! Porque en esa vida que abre sus puertas de par en par nosotros tenemos algo que decir. Podemos estar a su lado en épocas de dificultad, en momentos de exámenes, en enfermedades, en situaciones de desasosiego que ellos comparten. Un comentario de vez en cuando, un “me gusta” para afianzar afectivamente alguno de sus pensamientos, una palabra a tiempo, un simple abrazo o beso enviado… son suficientes para recordarles que estamos a su lado, que nos acordamos de él, que rezamos por ella, que le conocemos y le queremos. También podemos asomarnos a alguna de las conversaciones que mantiene con las amistades y aportar alguna luz, aportar algo de profundidad de vez en cuando… Todo con cariño, con cercanía. Acompañar no es espiar sino más bien acoger, caminar junto a, aceptar, querer y, de vez en cuando, confrontar, cuestionar, reflejar…
– ¿Por qué solo veo fotos de sus salidas nocturnas? ¿Por qué ese lenguaje soez para comentar la actualidad política, religiosa, social? ¿Por qué solo enseña una parte de lo que es? ¿Por qué no sugerirle que comparta también de vez en cuando alguna foto de algún encuentro, de alguna celebración, de alguna Pascua, de algún encuentro? Animarle a ser y estar de manera completa e íntegra en la red es otra de las tareas que puede acometer un acompañante. Citarle en algún tuit con referencias de más calado. Hacerlo presente y darle protagonismo en aspectos que complementen la imagen que “otros” se han hecho de él o ella. Compartir aquello que aprendo a su lado. Pedirle opinión sobre un artículo, una pintada en un muro compartida, un vídeo de Youtube, un tuit del papa…
– En el acompañamiento es importantísimo el “uno a uno”. Las redes a veces dificultan este aspecto. Uno no siempre recuerda a quién tiene metido en el saco de seguidores, amigos, etc. tal vez vale la pena hacer un esfuerzo en organizarse y crear listas tanto en Facebook, como en Twitter. Organizar a nuestra gente, a nuestros chicos, nos permitirá estar más presentes, leerles más, seguirles de cerca, interaccionar de manera sostenida y frecuente. Acompañar no es un hobby y requiere mucho esfuerzo y mucho trabajo. Vale la pena exprimir las ventajas que nos aportan las herramientas para sacar los máximos frutos posibles.
Y, por último, escucharles, leerles, observarles, entenderles, empatizar con ellos. No les acompañaremos ni les evangelizaremos desde un escalón de más arriba, desde la intromisión, desde el acorralamiento online. No intentemos adoctrinarles. Contemos hasta tres antes de comentar, de decir, de apretar el botón del ratón.
En las redes habla el mundo, habla la sociedad, hablan los jóvenes… y vale la pena pararse a escuchar.
*Santiago Casanova Miralles es laico escolapio y miembro del staff de iMisión.org