El papa Francisco recibió hoy en el Aula Pablo VI en el Vaticano, a las 11,45 de la mañana, a unos ocho mil jóvenes estudiantes de las escuelas gestionadas por los Jesuitas en Italia y en Albania, con sus profesores y sus padres. Estuvieron presentes también en el encuentro numerosos exalumnos, representantes de los movimientos juveniles ignacianos y de parroquias ligadas a los Jesuitas. Tras las intervenciones de algunos educadores y alumnos, tomó la palabra el santo padre.
Y dejando de lado el discurso preparado rompió el esquema y les dijo: “Son al menos cinco páginas, es un poco aburrido... Hagamos una cosa: yo hago un resumen y lo entregaré al padre Lombardi para que lo tengan escrito. Y en cambio alguno de ustedes me hace una pregunta”, y añadió: “¿Les gusta esto?, bueno vamos por aquí”.
Y, después de indicar que es necesario “apostar por los grandes ideales”, invitó a encontrar la magnanimidad “con Jesús, en la contemplación de Jesús”, porque “magnanimidad significa caminar con Jesús”.
Invitó también a no tener miedo de ser libres, y aludió a la necesidad de balancear esos pasos entre la “seguridad y la zona de riesgo” buscando nuevas formas de educación no convencional según la necesidad de los lugares, tiempos y personas”. Después de estas palabras uno de los jóvenes le preguntó: “Intento ser fiel, pero tengo dificultades. Quería pedirle alguna palabra para sostenerme en este crecimiento y sostener a los jóvenes como yo”.
Francisco: “En el arte de caminar lo importante no es no caerse, pero no quedarse caído. Levantarse en seguida, rápido, y seguir caminando”. Y añadió caminar solo es feo y aburrido. Caminar en comunidad con los amigos, con aquellos que nos quieren, esto nos ayuda, nos ayuda a llegar a la meta a la cual nosotros tenemos que llegar”.
Una niña, Sofía, le preguntó al papa si aún ve a los amigos: “Soy papa desde hace solamente dos meses... Mis amigos están a 14 horas de avión desde aquí, están lejos. Pero les cuento una cosa: tres de ellos vinieron a visitarme y saludarme, y los veo y me escriben y los quiero mucho. No se puede vivir sin amigos”.
La pequeña Teresa le preguntó: “Pero querías ser papa?
Y Francisco le respondió: “Una persona que quiere ser papa no se quiere mucho, ¿eh?, Yo no he elegido ser el papa...”
Sobre por qué eligió la residencia de Santa Marta para vivir respondió: “No es solamente una cuestión de pobreza, para mi es un problema de personalidad... Tengo necesidad de vivir entre la gente, si viviera solo un poco aislado no me haría bien”.
Y les recordó a los presentes que la pobreza en el mundo es un escándalo “un grito en un mundo en el que hay tantas riquezas, tantos recursos” y para “todos”. Y añadió que “no se puede entender cómo existan tantos niños con hambre, sin educación, tantos pobres”. Y debemos pensar “si podemos volvernos un poco más pobres” para “asemejarnos más a Jesús”.
Interrogado sobre si era difícil seguir la vocación y dejar todo, el papa respondió: “Hay dificultades. Pero es tan lindo seguir a Jesús, ir por el camino de Jesús, que uno balancea y va hacia adelante. Después llegan los momentos más bellos. Pero nadie tiene que pensar que en la vida no vayamos a encontrar dificultades”. Y añadió: “También yo quisiera hacer una pregunta, ahora: ¿Cómo piensan ustedes ir adelante a pesar de las dificultades? ¡No es fácil! Pero tenemos que ir adelante con fuerza y con confianza en el Señor: con el Señor todo es posible”.
El santo padre les animó y recordando las dificultades del mundo subrayó: “La crisis que en este momento estamos viviendo es una crisis de la persona”, porque “hoy lo que cuenta no es la persona sino el dinero”. E invitó a “liberarse de las estructuras económicas que nos esclavizan”.
A otro de lo niños le indicó que no conoce Sicilia, al menos por ahora, pero sí “la bellísima región”, gracias a la película Kaos, que se inspira en las cuatro narraciones de Pirandello.
Preguntado sobre la tarea de los cristianos en política, ha explicado que es un deber trabajar por el bien común: "Implicarse en la política es una obligación para un cristiano. Nosotros los cristianos no podemos jugar a ser Pilatos, lavarnos las manos: no podemos. Debemos entrar en la política, porque la política es una de las formas más altas de la caridad, porque busca el bien común. Y los laicos cristianos deben trabajar en política. Usted me dirá: 'Pero no es fácil'. Pero ni siquiera fácil es hacerse sacerdote. No hay cosas fáciles en la vida: no es fácil. La política es demasiado sucia, pero yo me pregunto: es sucia, ¿por qué? ¿Porque los cristianos no han entrado con espíritu evangélico?... es fácil decir: 'la culpa es de aquél'. Pero yo, ¿qué hago? Pero, ¡es un deber! ¡Trabajar por el bien común es un deber de cristiano! Y muchas veces la vía para trabajar es la política".
En la conversación con los jóvenes, Francisco, al ser preguntado varias veces sobre los males de la sociedad, ha elevado la mirada al corazón del hombre: "No os dejéis robar la esperanza. Por favor: no os la dejéis robar. ¿Y quién te roba la esperanza? El espíritu del mundo, las riquezas, el espíritu de vanidad, la soberbia, el orgullo... todas estas cosas te roban la esperanza. ¿Dónde encuentro la esperanza? En Jesús pobre: Jesús que se ha hecho pobre por nosotros. Y tu has hablado de pobreza. La pobreza nos llama a sembrar esperanza".
Con fuerza, el papa Francisco ha remarcado la centralidad de la experiencia: "No se puede hablar de pobreza, de pobreza abstracta: ¡esa no existe! La pobreza es la carne de Jesús pobre, en aquél niño que tiene hambre, en aquél que está enfermo, en aquellas estructuras sociales que son injustas... Ir, mirar por ahí la carne de Jesús. ¡Pero no os dejéis robar la esperanza por el bienestar, por el espíritu del bienestar que al final te lleva a llegar a ser nada en la vida! El joven debe apostar por altos ideales: este es el consejo. Pero la esperanza, ¿dónde la encuentro? En la carne de Jesús sufriente y en la verdadera pobreza. Hay una relación entre los dos".
Los cantos, los aplausos, la conmoción y la alegría con que los jóvenes habían acogido al papa Francisco, lo despidieron de nuevo al término de este encuentro extraordinario con los jóvenes de las escuelas de los Jesuitas en Italia y en Albania.