El rabino argentino Abraham Skorka, amigo personal del papa Francisco, ha tenido ocasión de saludarle esta mañana en la audiencia general. Skorka se encuentra en Roma para participar en un encuentro que reúne a judíos y cristianos para profundizar en la dimensión espiritual del diálogo, organizado por el Movimiento de los Focolares.
El rabino y el entonces cardenal Bergoglio escribieron juntos el libro «Sobre el cielo y la tierra» publicado en el 2011. Un libro en el que ayudados por un periodista, recoge muchas horas de conversación entre ambos, dialogando sobre temas profundos e importantes como la religión, la historia o la dictadura argentina.
En la rueda de presentación del quinto seminario de dialogo judío-cristiano promovido por los Focolares, el rabino ha hablado sobre la importancia del diálogo interreligios y ha explicado que en hebreo bíblico el verbo conocer en ocasiones es sinónimo de amar. Por eso, ha subrayado, el diálogo tiene que llegar a una situación tal en la que uno pueda abrir el corazón al otro, y aún en la disidencia se consiga entrar en el pensamiento del otro. Hablar sin barreras, ha matizado, y «analizar todos los temas hasta cierto punto donde habrá silencio porque más no se puede seguir coincidiendo. O habrá silencio porque hay una coincidencia total. El silencio puede ser signo de las dos cosas».
La clave para escribir el libro «Sobre el cielo y la tierra» fue precisamente ésta. El rabino Skorka, ha contado que no existía tema difícil del que no pudieran hablar, «analizamos todo con tranquilidad tratando de entendernos el uno al otro».
Una de las cosas que el rabino aprendió de Bergoglio, dijo, fue el significado de la muerte. Mientras escribían el libro, ellos hablaban y las conversaciones eran grabadas. Un periodista se encargó de transcribir y darle forma a las conversaciones. Durante ese tiempo, los tres perdieron a un ser querido, viendo el sufrimiento que provoca la enfermedad. Un día Bergoglio preguntó al periodista por su madre y él respondió que había fallecido. La respuesta reflejo, natural y espontánea de Bergoglio fue cerrar los ojos y hacer silencio, «ahí entendí lo que significa empatía con el otro», ha confesado el rabino. También ha subrayado que cuando analizaron el tema de la muerte, Bergoglio desarrolló la idea de la muerte como la entrega del espíritu al Padre.
Al finalizar, charlando con los periodistas, el rabino argentino ha hablado de nuevo del diálogo entendido no sólo como palabras, sino como silencio, miradas, gestos, «la única manera de construir un mundo mejor». Ha explicado que para dialogar es necesario «tener conciencia de que hay otro, que es semejante a mí y que tiene capacidad de amar». Si no se hace esto, se puede caer en la «cosificación de las personas».
ZENIT le ha preguntado por la memoria en la humanidad de la Soah y él ha respondido que «el drama de la Soah fue un drama judío, hebreo, lo sufrió el pueblo judío pero debe quedar en la memoria de la humanidad. Sin dudas, para que no pase nunca más ni con judíos, ni con nadie». El rabino ha recordado que en el libro, cuando Bergoglio analiza el tema de la Soah, «habla como si fuese un judío porque dice que ocurrieron muchos horrores, dramas enormes en el siglo XX y en la historia. Pero la Soah tiene una dimensión especial en el horror». Eso es lo que un judío puede llegar a decir, ha continuado explicando, porque por el mero hecho de ser judíos se mataron incluso a los bebitos. Del mismo modo ha recordado que no fue «solamente destruir a los vivos, se destruyeron cementerios. Se trató de destruir el futuro, el presente y el pasado, borrar la historia judía de la humanidad».
Hablando del papa Francisco, reconoce que «la empatía que él tiene hacia nosotros como judíos, fue una puntada más en esa vestimenta común, en ese manto común que nos cubre a los dos». Ha definido al papa como «un real amigo» con el que habla de todos los temas sin restricciones en dialogo abierto, de corazón a corazón y que le ha demostrado «con actos un enorme compromiso de él para conmigo y a través de mi persona al judaísmo».
Ha recordado emocionado cuando recibió la llamada del periodista que escribió «El jesuita» para decirle que Bergoglio había pedido que Skorka escribiera el prólogo. «Esa es su vida, es un signo de él, para mí, para los judíos, para los cristiano y tal vez para todos los hombres. Aunque tradiciones distintas caminamos de la mano. Eso sí, creemos firmemente en Dios».