Hoy el papa estuvo especialmente enérgico en sus palabras. Dirigiéndose a los miles de fieles y peregrinos llegados hoy hasta la Plaza de San Pedro para saludarlo y escucharlo, los invitó a asumir el cristianismo con valentía y a «andar contracorriente».
Partiendo del evangelio dominical, se formuló la pregunta «¿qué significa ‘perder la vida por la causa de Jesús’?» Sobre esto, explicó que el cristiano tiene dos maneras de hacerlo: explícitamente confesando la fe; o defendiendo implícitamente la verdad.
Presentó como ejemplo a los mártires, quienes «son el mejor ejemplo de perder la vida por Cristo». Sin embargo, no solo habló del martirio de la Iglesia primitiva, sino también de los de ahora, asegurando que hoy la Iglesia tiene más mártires que en los primeros siglos.
El mártir de cada día
También quiso referirse a otro martirio, aquel ‘cotidiano’, «que no implica la muerte pero eso también es un ‘perder la vida’ por Cristo». Estos son, para Francisco, los que «cumplen su deber con amor, según la lógica de Jesús, la lógica del don y sacrificio.
Invitó a valorar todo lo que hacen los padres de familia que ponen en práctica su fe, su vida entera, por el bien de sus familias. O trajo a la memoria a quienes son consagrados y misioneros que trabajan con generosidad a favor de los niños, los discapacitados, los ancianos, solo por mencionar algunos. «¡Estos son mártires de la vida cotidiana!», indicó.
Un profeta en el desierto
Ante la inminente celebración de la solemnidad de Juan el Bautista este lunes 24, el santo padre se refirió al primo de Cristo para recordar que él mismo sufrió en carne propia las consecuencias del martirio. Con una vida dedicada a Dios, fue decapitado cuando denunció el adulterio de Herodes y Herodías.
Por ello invitó a los jóvenes a ser ellos también valientes, como muchas personas que «pagan un alto precio por su compromiso con la verdad».
¡»Vayan contracorriente!» fue casi un grito de guerra el que les dirigió Francisco a la juventud, invocándolos a evitar todo aquello que los aleje de los valores fundamentales.
No contento con ello, al terminar el rezo del Ángelus, volvió sobre sus pasos para recordarles a los cristianos, tibios y fríos: «¡No tengan miedo de ir contra la corriente! ¡Sean valientes! Y así, como no queremos comer una comida en mal estado, no carguemos con nosotros estos valores que están deteriorados y que arruinan la vida, y que quitan la esperanza».
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