El cuidado de su ministerio reducen las apariciones públicas del Pontífice. La silla blanca en el centro de la primera fila del Aula Nervi [en un concierto este sábado 22 por el Año de la fe ndr] permaneció vacía: hay quien ha visto en la ausencia del obispo de Roma al concierto en su honor, una supuesta disociación de una igualmente supuesta «mundanidad» del Vaticano.
¿Por qué el papa no asistió al concierto? Simplemente porque tenía que hacer frente a cuestiones más urgentes e importantes. El gesto de la ausencia en el concierto significa que la Iglesia se rige en primer lugar trabajando.
Al llegar a la Cátedra de Pedro en la misma edad en la que fue elevado Roncalli, setenta y siete años, el papa Francisco sabe que no tiene mucho tiempo para llevar a cabo su programa.
Y no es solo la edad avanzada lo que lo empuja a actuar rápido: es, sobre todo, la rapidez con que evoluciona la dinámica del mundo de hoy: no se sabe a dónde nos llevará la crisis económica y social en la que el mundo está sumido desde el 2008.
Francisco sabe que el mayor problema en el mundo de hoy es el de promover un equilibrio en la relación de fuerzas entre el Norte y el Sur, entre países ricos y países pobres, y que mientras tanto, la Iglesia puede participar en esta tarea, mas aún cuando tal reequilibrio se lleva a cabo en primer lugar en su seno.
Hasta ahora, la simpatía del papa, su gran humanidad, su prestigio, madurado en una condición ambiental difícil como es la de América Latina, todo en conjunto con sus cualidades personales, le han ganado un apoyo amplio y entusiasta, y todos estas cualidades solo podrán afinarse en el ejercicio del magisterio papal, en la obra que el obispo de Roma vendrá realizando.
Si somos conscientes de las dificultades que enfrentamos, conforta saber que el obispo de Roma comparte el compromiso de todos los hombres de buena voluntad: tratemos por lo tanto de imitar su ejemplo.
Traducido del italiano por José Antonio Varela V.