Panamá celebra los 500 años de Santa María la Antigua

El arzobispo Ulloa: la Iglesia en la primera diócesis americana en tierra firme caminó junto a su pueblo. Y reiteró la importancia de la devoción a María

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El domingo 8 de setiembre con una misa solemne ha iniciado la conmemoración de los 500 años de la erección de la primera diócesis en tierra firme americana: Santa María la Antigua en Panamá.

Un acto que cerró todo un período de preparación, que incluyó el peregrinaje durante un año de la venerada imagen de la Virgen María, que fuera bendecida en octubre de 2012 en el Vaticano por el papa Benedicto XVI.

Con tal motivo, monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, OSA, arzobispo metropolitano de Panamá, presidente de la Conferencia Episcopal Panameña y del Secretariado Episcopal Centroamericano, pronunció una homilía que reproducimos a continuación.

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Queridos hermanos en el episcopado:

Monseñor Andrés Carrascosa, Nuncio Apostólico en Panamá
Mons. Audilio Aguilar, Obispo de la Diócesis de Santiago y Administrador de la Diócesis de Colón – Kuna Yala.
Mons. Uriah Ashley, Obispo de la Diócesis de Penonomé.
Mons. Pedro Hernández Cantarero,  Obispo del Vicariato Apostólico de Darién.
Mons. José Luis Lacunza, Obispo de la Diócesis de David
Mons. Pablo Varela Server, Obispo Auxiliar de Panamá
Mons. José Dimas Cedeño Delgado, Arzobispo Emérito de la Arquidiócesis de Panamá
Mons. Fernando Torres Durán, Obispo Emérito de la Diócesis de ChitréMons. Oscar Mario Brown Jiménez, Obispo Emérito de la Diócesis de Santiago

Queridos sacerdotes, religiosas, seminaristas y fieles en general:

Con gozo hemos llegado hasta el atrio de la Catedral Metropolitana, luego de participar de la procesión acuática, que nos ha recordado cómo nos llegó la fe bajo la advocación de Santa María la Antigua, a través del mar.

Hemos caminado por la Cinta Costera rezando y alabando a nuestra Madre Celestial, como peregrinos que caminan hacia el encuentro del Señor. Y ahora aquí nos congregamos entorno a la mesa eucarística, para celebrar la XLII Cita Eucarística, que este año se reviste de una particularidad muy especial: Hace 500 años -el 9 de septiembre de 1513- la fe cristiana católica llegó oficialmente a este pequeño Istmo Panameño, mediante un acto jurídico de la Suprema autoridad de la Iglesia Católica en la persona de Su Santidad el Papa León Décimo, quien firmó la Bula Pontificia, con la que creó la Diócesis de Santa María la Antigua del Darién, la primera en tierra firme. 

Si bien es cierto  que en 1511 se habían creado las tres primeras diócesis del Continente (Santo Domingo, la Vega y Puerto Rico), éstas se encontraban  en islas del Caribe.

Al fundarse el primer asiento de los españoles en tierra firme americana, en los territorios del cacique Cémaco, el rey Fernando V pidió al Papa León Décimo que creara allí un obispado, para iniciar desde ese lugar  la gran tarea de anunciar a Jesucristo al resto de las poblaciones de este gran continente, cuya forma y extensión se ignoraban.

Cuando el primer Obispo, Fray Juan de Quevedo, llegó al pequeño poblado llamado Santa María la Antigua [en honor a la Santísima Virgen  venerada en Sevilla], es recibido con alegría y esperanza por el grupo de moradores indígenas y españoles, y encabezados por el Alcalde mayor Vasco Núñez de Balboa, cantan el TEDEUM en el rancho – capilla dedicado a Santa María la Antigua, ya  convertida en la primera Catedral de tierra firme, abriéndose así una nueva página para la historia  civil y eclesiástica del Continente recién descubierto.

Esa misma sede, se autorizó para que fuese trasladada el 1 de diciembre de 1521, al lugar que conocemos como Panamá la Vieja. Luego fue pasada, el 21 de enero de 1673, a la nueva ciudad de Panamá, donde el entonces obispo Antonio de León señaló el sitio donde debía erigirse la nueva Catedral, en cuyo atrio estamos celebrando esta gran Cita Eucarística.

Esta Iglesia particular de Santa María la Antigua empezó a multiplicarse cuando se crearon otras diócesis: el 2 de septiembre de 1530 la diócesis de Méjico; el 21 de junio la de Coro-Venezuela; el 13 de noviembre de 1543 la de León,  Nicaragua; el 18 del mismo año se creó la de Guatemala. De esta manera fueron naciendo las casi dos mil Iglesias que  existen actualmente en América.

El 9 de septiembre es una fecha importante para todos los panameños, porque tenemos la  dicha y el honor  inmerecido de  pertenecer a esta Iglesia que nació bajo la  protección de  Santa María la Antigua hace 500 años.

Patrona de la Arquidiócesis y de todo Panamá́

La devoción a Santa María la Antigua ha sido recuperada e impulsada en nuestro país gracias a la tenacidad y al celo apostólico del Arzobispo Emérito de Panamá, Mons. José Dimas Cedeño Delgado, que nos acercó a la verdad histórica de los acontecimientos que rodearon la creación de la primera diócesis en tierra firme.

Usted Monseñor José Dimas, ha hecho posible despertar la conciencia histórica de las raíces de nuestra identidad católica, como intuyeron Mons. Tomás Alberto Clavel Méndez, al designar la primera Universidad Católica con el nombre de Santa María la Antigua; y Mons. Marcos Gregorio McGrath al erigir la primera parroquia con el nombre de Santa María la Antigua.

También debemos reconocer el empeño en propagar la devoción a Santa María la Antigua, por parte del P. Rafael del Valle y de quien fue su gran devoto Pedro Chávez. Y también  de muchos historiadores por mencionar solo unos: el Rvdo. P. Alfredo Morín, y el Dr. Alberto Osorio entre otros.

Estando al frente de la Arquidiócesis Mons. José́ Dimas Cedeño Delgado proclamó el 9 de septiembre de 1999, oficialmente a Santa María la Antigua, Patrona de la Arquidiócesis de Panamá́. 

En el año 2000, el Gobierno Nacional, presidido por la Presidenta Mireya Moscoso, y la Conferencia Episcopal Panameña, la proclaman oficialmente Patrona de la Republica de Panamá́.

Nuestro amor a la Virgen María

En el contexto de la celebración de estos 500 años de la llegada del evangelio a tierra firme, hemos querido que el pueblo católico tuviese ese encuentro con su Patrona. Es así que la imagen de la Virgen Peregrina recorrió las diócesis del país, lo que permitió que los fieles pudiesen reencontrarse con su historia y fortalecer su amor a la Santísima Virgen María.

Santa María no es una devoción extraña, siempre estuvo ahí en nuestra historia y cultura, basta preguntarles a nuestros hermanos de El Real de Santa María del Darién, que cada año celebran su fiesta con mucho fervor y reverencia. Lo mismo pueden decir nuestros hermanos de la Parroquia Santa María la Antigua, única parroquia con el nombre de esta advocación.

La Virgen en la identidad panameña

Sin saberlo, la primera advocación que llegó a América, Santa María la Antigua, fue penetrando en la cultura panameña en su esencia misma, de allí ese amor a la Virgen María, que se ha convertido en parte fundamental de nuestra identidad religiosa y católica.

Somos  cristianos católicos que expresamos nuestro amor a la Madre de Dios de distintas maneras. No hay rincón en el país, donde no encontremos barriadas, comunidades, establecimientos que lleven su nombre. Y si llegamos a asomarnos dentro de los hogares, no faltará la imagencita que nos recuerda a nuestra Madre Santísima. Tanto es así que el Día de la Madre en Panamá fue elegido para que coincidiera con el día de la Inmaculada Concepción.

Lo sagrado de nuestra Madre Celestial

Recordemos que el Papa Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, al finalizar la tercera sesión del Concilio Vaticano II,  llama a María “Madre de la Iglesia”. Cuando hizo esta proclamación se oyó en la Asamblea Conciliar la ovación más larga de todo el Concilio.

El llamar a María “Madre” no es metáfora, estamos expresando u
na realidad. María es nuestra Madre por muchas razones. Sabemos que Dios pudo encarnarse sin ayuda alguna, pero de hecho no aconteció así. Según la verdad revelada, Dios entró en la humanidad por el cauce normal de un proceso biológico, a partir de un embrión humano. Por eso se habla de maternidad divina. Este es el significado del primer dogma mariano proclamado con tanto júbilo en Efeso en el año 431, muchísimo antes que surgieran las sectas fundamentalista.

Si María es Madre de Cristo y Cristo es cabeza del Cuerpo Místico, y nosotros somos el Cuerpo Místico de Cristo, la que es madre de la cabeza es madre del cuerpo. María es Madre de la cabeza del Cuerpo Místico.

También María es nuestra Madre, porque el mismo Cristo tal como hemos escuchado en el evangelio, estando en la cruz, nos la dejó como Madre. Cuando Él le dice a  Juan: “Aquí tienes a tu Madre”. En  Juan estamos simbolizados todos nosotros, toda la humanidad. Al hacer esto Jesucristo quiso darle un significado especial a la Virgen en nuestra vida: para que acudamos a Ella. ¡Cuanto más amemos a María, más contento está Jesús! que, como todo hijo bien nacido, disfruta viendo a su Madre agasajada,  honrada y amada.

Es curioso que en la historia todas las piedades que han dejado a María bajo el pretexto de ir más directamente a Cristo, hayan terminado dejando a Cristo. Quien tiene a María, tiene a CristoQuien deja a María, termina por dejar a Cristo.

Tenemos que pedirle a la Virgen, que engendró en su seno a Cristo, que lo engendre también en nuestro corazón. “Sin miedo pidámosle a Jesús que haga que nuestra vida con María esté cercada de espinas para que cuando nos alejemos de Ella nos duela”.

Por estas razones,  un auténtico cristiano católico no puede decir que lo es, si no ama a María y cuando se ama, no podemos permitir bajo ninguna circunstancia, que un grupo o persona no creyentes -que no quieren aceptar la maternidad Virginal de María- la menosprecie o quiera rebajar su figura dentro del Proyecto de Salvación. ¡A la madre se le respeta!

Hoy nos urge ser coherentes con lo que decimos profesar. No podemos “utilizar” las Sagradas Escrituras ni el Magisterio de la Iglesia Católica, si no hemos acogido a María en nuestro corazón. Porque vivir el evangelio no es una opción filosófica sino una opción de vida, y una vida al estilo de Jesús, el gran Maestro. Lo demás es hipocresía y demagogia.

Nos encontramos personas que utilizan la Biblia para ajustarla a sus pareceres y “verdades torcidas”, a fin de argumentar sus posturas para desacreditar a la Iglesia. Se han convertido en especialistas de una fe que no profesan, en usar las palabras del Papa Francisco, para pedir a la Iglesia acciones en esa línea, pero que no son capaces de asumirlas en sus propias vidas. La revelación de Dios no debe ser usada como una pila de argumentos para tratar de minar la imagen de la Iglesia, la Iglesia de Jesucristo, en la que reconocemos que por estar constituida de seres humanos es pecadora, pero que por estar cimentada en Cristo, es Santa.

Presencia de la Iglesia en el pueblo

La Iglesia Católica en Panamá ha entretejido su historia con la historia del pueblo panameño. Requerimos levantar la mirada y ver los signos de la presencia de una fe que ha modelado nuestra nacionalidad, que ha influido en nuestra cultura, y en gran medida, nos ha hecho lo que somos. Solo  hay que recorrer las páginas de la historia de nuestra nación para descubrir la íntima relación que tiene nuestra identidad nacional con nuestra identidad católica. La Iglesia a lo largo de estos 500 años ha caminado junto a su pueblo, ha vivido las alegrías, los dolores, las esperanzas, los proyectos, las aspiraciones y las necesidades del pueblo, especialmente del más necesitado.

Testimonio de todo recogidos en la historia eclesial y civil son las obras educativas, los hospicios, los hospitales; que reflejan la cercanía espiritual y solidaridad de muchos misioneros y misioneras. La Iglesia Católica, ha vibrado con su pueblo en su lucha por la independencia y la soberanía, e inclusive llegó a dar su aporte económico para contribuir alcanzarla. Todo esto ha sido ricamente expuesto en las recientes Jornadas Teológicas y el II Congreso de Historia Eclesiástica celebradas como preámbulo de esta gran celebración en la USMA en esta recién pasada semana.

En la actualidad, cientos de obras, entre las que se cuentan comedores, asilos, hogares para enfermos de VIH-sida, colegios, albergues para niños, jóvenes y adolescentes en riesgo social, y obras de voluntariado, que son regentadas por obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, y por un sinnúmero de fieles comprometidos con su fe y  amor al prójimo.

Nuestra motivación es el mandamiento del amor, sin exclusión de nadie. Nuestra opción radical en la atención a los más necesitados e inclusive menospreciados. “Los desechados de la sociedad” son en la Iglesia la principal preocupación. Solo esto puede ser comprensible desde la fe en el Cristo que se entregó por nosotros y estamos llamados a hacer los mismo con nuestros hermanos, los empobrecidos.

Es esa fe la que celebramos en estos 500 años, y esta fe quedaría insípida si no se traduce en obras sociales hacia el prójimo. En consecuencia producto de este jubileo de los 500 años de la llegada de la fe, surgirán obras sociales como la Casa del Migrante, y el fortalecimiento de la Casa del Buen Samaritano, para quienes padecen el VIH-SIDA. También está el rescate de patrimonio histórico religioso en el Casco Antiguo, muy especialmente de nuestra Catedral.

Retos de la Iglesia Católica en Panamá

La Iglesia de Panamá, después de 500 años, sigue escuchando la Palabra de Dios, celebrando los sacramentos, practicando la caridad. Organizada y visible en sus parroquias, vicarías, comunidades religiosas, asociaciones de fieles, las curias diocesanas, la catequesis, la liturgia, la economía, la caridad, los pobres y olvidados, los misioneros… Pero también es consciente que debemos salir a la periferia, como nos ha animada el Documento de Aparecida, la Misión Permanente y más recientemente el Papa Francisco.

Aquí estamos llamados a ser discípulos y misioneros de Jesucristo, como quiere la Iglesia latinoamericana y caribeña, impulsando una misión continental que llegue a la familia, a las personas, a la vida, a todos los pueblos y culturas (Cf. Documento final. Aparecida 2007, cap 7-10).

Asumimos este desafío con valentía porque como ha recalcado el Papa Francisco, «Prefiero una Iglesia accidentada por salir, que enferma por encerrarse».

Realidad Nacional

Permítanme ahora algunas palabras sobre el momento político que estamos viviendo en el país. Antes de hacerlo quisiera aclararles cuál es el rol de la Iglesia cuando habla y orienta, quiero hacerlo a través de las palabras del Papa Francisco.

Dice el papa Francisco: La Iglesia no debe ser como «una niñera que cuida al niño para que se duerma». Si así fuera, sería una «Iglesia adormecida». Quien ha conocido a Jesús tiene la fuerza y el coraje de anunciarlo. Del mismo modo, quien ha recibido el bautismo tiene la fuerza de caminar, de ir hacia adelante, de evangelizar. Y «cuando hacemos esto la Iglesia se convierte en madre que genera hijos», capaces de llevar a Cristo al mundo. (Papa Francisco abril del 2013).

Es así que Iglesia tampoco es un juez, que viene a juzgar las actuaciones de los funcionarios, de los políticos o de los ciudadanos. Como hemos expuesto la Iglesia, como Madre y Maestra, está llamada al anuncio de la Buena Noticia para que cada uno descubra su dignidad de hijos de Dios, y que en la libertad de los hijos de Dios puedan elegir el camino de Salvación o el de la perdición.

Como obispo de la Iglesia, reitero que el Pacto Ético El
ectoral tiene como único propósito brindar una herramienta para que se desarrolle un proceso electoral cívico y en paz, inspirado  en el servicio para construir el bien común, que es la gran preocupación de los Obispos Panameños, especialmente cuando nos ubican como un país rico, pero con inequidades que mantienen a grandes sectores de la población en la marginación y pobreza.

El Pacto Ético no es un tema religioso, es un tema que le compete a toda la sociedad que quiera sobrevivir a la corrupción, a la injusticia social, y que aspira lograr un desarrollo que tenga como centro la dignidad humana de cada uno de los que habitamos este territorio panameño.

Cuando se viola el Pacto Ético no podemos conformarnos escuchando lo que decimos los Obispos. Esto  exige de cada uno de los ciudadanos acciones concretas ante quienes actúan mal. El ciudadano debe  rechazar, repudiar todo aquello que está fuera de la ética. No podemos seguir reproduciendo, retuitiando mensajes que no ayudan a edificar una cultura democrática y de paz.

Son esas pequeñas acciones que realizadas por todos, harán que aquellos políticos que recurren a las campañas sucias y a estrategias bajas cambien su manera de hacer política, que al final se convierte en politiquería.

Son ustedes ciudadanos, los que deben madurar en su opción política. No podemos ponderar lo malo, debemos ponderar todo aquello que edifique. En esto nos pueden ayudar los medios de comunicación; sigan informando, pero valoren lo realmente noticioso y reportando hechos, que realmente contribyan a crear un ambiente democrático y de paz. No dejen de informar, solo que dosifiquemos el tiempo que le dedicamos a las notas sensacionalistas, a los enfrentamientos estériles.

Debemos levantar una alianza por la paz e impedir que la inmadurez política destruya las bases de una sociedad que intenta consolidar su democracia.

Le corresponde a cada panameño, en su compromiso ciudadano, identificar claramente la campaña sucia, el ataque a la intimidad,  al buen nombre, a la familia y rechazar todo lo que no aporte a la formación de propuestas sociales posibles, equitativas y transparentes.

Es hora que discernamos qué clase de gobernantes aspiramos tener para el próximo período,  es una decisión histórica que afectará no solo nuestra vida individual sino de toda la sociedad.

La Iglesia, como Madre y Maestra, les pide hoy a todos los que están atrapados en esta red de insultos y golpes bajos, que busquen el bien y no el mal, que construyan en lugar de destruir; que iluminen la vida nacional, en lugar de sembrar oscuridades.

Hacen falta propuestas, y estas incluyen el qué hacer y cómo hacerlo. No más promesas. Ideas sí, proyectos realizables sí, con la persona humana como centro, con la intención de lograr su desarrollo integral y sostenible.

Proyecto en honor a Santa María la Antigua          

En el marco de la celebración de los 500 de la llegada del evangelio al Istmo panameño y la presencia de la Iglesia Católica,  resurgió la idea de hacer una imagen, que  pudiese manifestar el don de la fe donada a los panameños y decidimos resaltar la imagen de la Patrona de Panamá. Esta idea no es nueva, ya años atrás se había evaluado.

Siempre ha sido un proyecto religioso y cultural de la Iglesia Católica. Su intención no es ostentar poder. La idea fundamental es dejar constancia de lo que es nuestra identidad católica en Panamá,  como un legado a las presentes y futuras generaciones, para que propios y extraños puedan encontrarse con parte de nuestra historia.

Naturalmente, no faltaron las habituales críticas de quienes aprovechan cualquier oportunidad para atacar a la Iglesia.

Como pastor de esta Iglesia Católica quiero dejarles claro lo siguiente:

-Nunca  hemos pretendido que este proyecto supusiera un olvido o afrenta para quienes pasan necesidad económica; eso  contradice lo que es la opción evangélica de la Iglesia de Jesucristo.  El proyecto no tiene comprometido recursos del Estado y mucho menos de las obras sociales de la Iglesia.

– Reiteramos que este proyecto de la Virgen es una iniciativa de la Iglesia Católica, por eso ha sido presentada inicialmente a nuestros colaboradores más cercanos –sacerdotes, diáconos, religiosas, seminaristas, laicos, con la finalidad de animar desde el seno eclesial la “suscripción popular”,  para que libremente el pueblo católico panameño –individual o colectivamente- pueda dar su aporte para su confección, como ya lo han hecho. Solo bajo esta premisa es que se construirá esta imagen.

Los católicos no adoramos imágenes

También quiero  decirles a los grupos que acusan falsamente a la Iglesia Católica de adorar imágenes, que los católicos no adoramos como dioses las imágenes de los santos o de la Virgen María. Sólo adoramos a Jesucristo, nuestro  único Dios y Salvador, que con el Padre y el Espíritu Santo merece adoración, honor y gloria en la Trinidad Santa.

A la virgen y a los santos los veneramos, como todo pueblo recuerda con amor y gratitud a sus mejores antepasados, y los toma como ejemplo de vida. Y sabemos que las imágenes o pinturas religiosas son solamente una ayuda para ese recuerdo, y un alimento para nuestra piedad, como la fotografía de la madre difunta o de un heroico personaje histórico que nos ayuda a recordarles, porque merecen nuestro respeto. Insistir en que los católicos adoramos imágenes es una necedad.

Los verdaderos ídolos que hoy nos apartan del Señor y de nuestros hermanos no son precisamente estatuas de madera o de piedra, sino el afán egoísta de poder, el tener más que el ser. Es a partir de esto que nacen las injusticias, la corrupción, la violencia, el irrespeto a las personas y la familia. De esos ídolos tenemos que preocuparnos, y la Iglesia católica siempre denunciará sin miedo y con decisión, como lo hacía Jesús de Nazaret, estos actos pecaminosos que mantienen a gran sector de la población en la miseria y la pobreza.

Finalmente, hermanos y hermanas: no temamos en decirle a María que la amamos, que Ella es la llena de Gracia, porque de Ella nos viene la salvación. Agradezcamos a Dios el don de tener una Madre. Por experiencia lo sabemos, la madre es la que le da sentido a nuestra vida. Ella es la fuente de nuestra inspiración para ser mejores hijos y mejores ciudadanos.

Por eso sin miedo, sin complejos, agradezcamos a Dios, el regalado de vivir nuestra fe en el seno de nuestra Madre la Iglesia Católica, la que nos ofrece la seguridad en estos cinco puntos:

Apostolicidad: Francisco sucesor 266 de Pedro. Este servidor, sucesor 47 de Fray Juan de Quevedo, primer Obispo de la primera diócesis en tierra firme.

Los sacramentos: como alimento espiritual para nuestro caminar en la fe.

María: De la que nos vino la Salvación. Nuestra Madre y Mediadora

La Santidad: A la que debemos aspirar todos los que creemos en Jesucristo.

El cielo: La meta de todo creyente, porque si aquí en la tierra está bueno, allá arriba está mejor.

Hermanos y hermanas: No podemos amar a Jesús  sin amar a María.

Frente al llamado del Santo Padre Francisco

Estamos convencidos de que nada se consigue con la guerra; de que la violencia sólo genera más violencia; por eso ningún país tiene la legitimidad para erigirse por sí solo como juez del mundo, y una injusticia no se remedia cometiendo otra peor. Como lo ha dicho el Santo Padre, sólo una cultura del encuentro, del diálogo, es el único camino hacia la paz.

No  nos olvidemos Cristo enseñó a usar «las armas de la oración y el ayuno para arrojar al demonio, el homicida desde siempre y padre de la mentira. Usemos, pues, estos preciosos instrumentos para hacernos constructores de paz, la paz verdadera que es un don de Dios y que nace primeram
ente en el corazón de cada uno de nosotros; si tenemos paz, seremos dadores y constructores de paz, esa que tanto necesita el mundo y nuestra patria, esa que nace del amor y del perdón».

Que Nuestra Señora de la Antigua  interceda «por nosotros, por el pueblo de Siria, y que nuestras oraciones y ayuno nos alcancen la paz para Panamá y el mundo, por la misericordia de Dios, que es un Dios de paz».  Que el Señor los bendiga  a todos…

Domingo 8 de septiembre de 2013

+ José D. Ulloa Mendieta, OSA

Arzobispo Metropolitano de Panamá

Presidente de la Conferencia Episcopal Panameña

y del Secretariado Episcopal Centroamericano

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ZENIT Staff

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