Este domingo al mediodía el santo padre Francisco se asomó al balcón del Palacio Apostólico Vaticano para el tradicional rezo del Ángelus, antes del cual dirigió una reflexion centrada en el evangelio dominical del Hijo Pródigo.
Recordó que las tres parábolas que se leen hoy en toda la litugia universal, hablan de la alegría de Dios. «Dios es gozoso» –dijo, porque «la alegría de Dios es perdonar (..) es la alegría de un pastor que encuentra a su ovejita o de un padre que vuelve a recibir en casa al hijo que se había perdido».
Una síntesis del cristianismo
Hizo ver a los fieles, algunos de los cuales lo escuchaban en medio de la Plaza de San Pedro bajo la lluvia, que en estas parábolas de la misericordia está resumido todo el evangelio. «¡Aquí está todo el Cristianismo!», dijo emocionado.
Advirtió que no estamos ante una “ostentación de buenos sentimientos”, sino por el contrario, «la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del ‘cáncer’ que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual».
Fue más allá cuando dijo que «solo el amor llena los vacíos, los abismos negativos que el mal abre en el corazón y en la historia». Porque para Francisco, «Jesús es todo misericordia (y) cada uno de nosotros es esa oveja perdida, esa moneda perdida, cada uno de nosotros es ese hijo que ha desperdiciado su propia libertad siguiendo ídolos falsos, espejismos de felicidad, y lo ha perdido todo».
El padre amoroso
Con el fin de profundizar sobre este mensaje que caracteriza ya su pontificado, el papa recordó que Dios no nos olvida, «el Padre no nos abandona jamás (..) es un Padre paciente, nos espera siempre». Si bien respeta nuestra libertad –continuó, «permanece siempre fiel, y cuando volvemos a Él, nos acoge como hijos, en su casa, porque no deja jamás, ni siquiera por un momento, de esperarnos, con amor».
«Y su corazón está de fiesta por cada hijo que vuelve, porque Dios tiene esta alegría, cuando uno de nosotros, pecadores, va a Él y pide su perdón», aseguró.
En referencia a la parábola del Hijo Pródigo, el Catequista universal insistió en que a veces se cae en las actitudes del hermano mayor del relato, quien, igual que muchos cristianos «presumimos que somos justos, y juzgamos a los demás; juzgamos también a Dios, porque pensamos que debería castigar a los pecadores, condenarlos a muerte, en lugar de perdonar».
Amar siempre
Porque para el papa, «si en nuestro corazón no hay misericordia, la alegría del perdón, no estamos en comunión con Dios, incluso si observamos todos los preceptos; porque es el amor el que salva, no la sola práctica de los preceptos. Es el amor por Dios y por el prójimo lo que da cumplimiento a todos los mandamientos».
Finalmente, recomendó no vivir según la ley del ‘ojo por ojo, diente por diente’, porque jamás se sale de la espiral del mal.
«El Maligno es astuto, y nos hace creer que con nuestra justicia humana podemos salvarnos y salvar al mundo (cuando) el acto supremo de justicia es precisamente también el acto supremo de misericordia», enseñó Francisco, quien en varios momentos de su reflexión se salió del texto previsto, dándole calidez y cercanía a sus palabras.
Antes de terminar, comprometió a todos a rezar «por quienes estamos enojados y que no queremos». Invitó a pensar en «esa persona», y creó una pausa de silencio durante la cual él y todos los oyentes rezaron por sus enemigos, con quienes pidió tener misericordia siempre.
El texto completo del papa durante el Ángelus aquí