En el viaje pastoral del papa Francisco realizado ayer a Cagliari, en la isla italiana de Cerdeña, el santo padre dejó de lado el discurso que había preparado para el encuentro con el mundo del trabajo e improvisó unas palabras y una oración ante la multitud que allí le atendía.
En Radio Vaticana, hoy se puede leer algunos fragmentos del discurso que tenía escrito y que entregó a monseñor Miglio, obispo de Cagliari.
Tener el coraje para «afrontar con solidaridad e inteligencia» el desafío del trabajo. Es una de las ideas que el papa subraya en el texto. En primer lugar señala que es necesario «poner de nuevo en el centro a la persona y el trabajo». «La crisis económica tiene una dimensión europea y global», dice el papa. Y añade que no crisis «no es solo económica, sino también ética, espiritual y humana». De hecho, destaca el papa, a la raíz hay «una traición del bien común, sea de parte de individuos que de grupos de poder. A este punto añade que «es necesario por tanto quitar centralidad a la ley del provecho y de la rentabilidad y colocar de nuevo en el centro a la persona y al bien común».
El papa también subraya que un «factor muy importante para la dignidad de la persona es precisamente el trabajo, para que haya una auténtica promoción de la persona se garantiza el trabajo».
Por eso, explica el pontífice en el texto, esta «es una tarea que pertenece a toda la sociedad» y por esto «se reconoce un gran mérito a los emprendedores, que a pesar de todo, no han parado» de comprometerse y «de arriesgar parar garantizar el empleo». Continúa Francisco recordando que la cultura del trabajo «implica educación al trabajo desde jóvenes», «dignidad para toda actividad laboral», «eliminación de cualquier trabajo en negro».
Por esto el papa anima a que «en esta fase toda la sociedad, en todos sus componentes, haga todo tipo de esfuerzo posibles para que el trabajo, que es fuente de dignidad, ¡sea preocupación central!»
Sobre el «Evangelio de la esperanza» se detiene el papa al subrayar que Cerdeña es una tierra bendecida por Dios con muchos recursos, «pero como en el resto de Italia es necesario un nuevo impulso para iniciar». Y realiza una exhortación porque «los cristianos pueden y deben hacer su parte, llevando su contribución: la visión evangélica de la vida».
Francisco propone una «respuesta justa» que es «mirar a la cara a la realidad, conocerla bien, entenderla y buscar juntos los caminos, con el método de colaboración y del diálogo, viviendo la cercanía para llevar esperanza. ¡No confundir nunca la esperanza!». La esperanza que es «creativa, es capaz de crear futuro». Y dirige un llamamiento para que a todos se les garantice un trabajo digno.
Para concluir el texto, el santo padre recuerda que «una sociedad abierta a la esperanza no se cierra en sí misma, en la defensa de los intereses de pocos, sino que mira adelante en la prospectiva del bien común». Y esto, subraya Francisco «requiere por parte de todos un fuerte sentido de responsabilidad».
Así mismo, recordando las palabras de Benedicto XVI en Caritas in veritate, Francisco remarca que «no hay esperanza social sin un trabajo digno para todos, por esto es necesario ‘perseguir como prioridad el objetivo del acceso al trabajo o su mantenimiento para todos».
Subraya también que precisamente cuando hay crisis se hace más fuerte la necesidad de trabajo digno porque «aumenta el trabajo deshumano, el trabajo-esclavo, el trabajo sin seguridad justa, o sin respeto por la creación, o sin respeto por el descanso, de la fiesta y de la familia, el trabajo de domingo cuando no es necesario».
Así, concluye Francisco afirmando que «espero que en la lógica de la gratuidad y de la solidaridad, se pueda salir juntos de esta fase negativa, para se asegure un trabajo seguro, digno y estable».