El presidente de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas (FIAMC), José María Simón Castellví, en la entrevista publicada ayer por ZENIT, indicó que el tráfico de personas, especialmente de mujeres, va unida siempre al sexo, a la droga, a la violencia mafiosa y a la delincuencia fiscal.
Señaló que en el congreso de dos días realizadose el 2 y 3 de noviembre en el Vaticano, junto a las Pontificias Academias de las Ciencias y de las Ciencias Sociales, se propuso un nuevo enfoque para combatir la prostitución. “San Agustín consideraba que la prostitución se debía tolerar como mal menor. Entretanto Benedicto XVI había llegado a la conclusión de que hoy en día y tal y como están las cosas, no hay que tolerar eso”, indicó.
Hoy presentamos la segunda y última parte, sobre el tráfico de seres humanos.
En el congreso, indicó el doctor Simón Castellví, “no sólo hemos trabajado el tema de la prostitución. También hemos abordado el tema del tráfico de personas en general, que es algo que existe”. Y precisó que “a veces lo hemos vivido incluso en países desarrollados, donde algunas personas vienen engañadas. Les dan sueldos de miseria y les retiran el pasaporte, para que no tengan la posibilidad de escaparse”.
Añadió que “se trata de personas que no conocen la lengua del país y tampoco sus derechos… Esos es algo que tendrá que ser más combatido. Hay instancias internacionales, pero eso tendría que ser más combatido. Nuestra caridad, como Iglesia… Nuestro amor por los demás hace que veamos a estas personas como muy vulnerables. Tienen que ser una prioridad para nosotros”.
Reconoció que si bien “hay un problema policial, también hay un problema de leyes y político”. Y precisó que también “están aquellas personas, refugiados, que no pertenecen a ningún país en concreto, que son abusados y maltratados. Para esos casos está la ONU, las Naciones Unidas. Como es natural, la Iglesia ayuda. Nosotros no preguntamos de dónde viene una persona. Sólo por cortesía. Ayudamos en lo que podemos: sanitariamente, con comida, con ayuda, con cariño, con acompañamiento…”.
Sobre el tráfico de órganos indicó que “es algo terrible que sucede en el mundo. No tanto en Europa, Estados Unidos, Japón o en el Cono Sur, pero sí en otros países del mundo. Es algo que está ocurriendo. Se puede luchar no sólo hablando de la inmoralidad. A veces se convence mejor a la gente, especialmente en algunos países de Asia, diciendo que un órgano comprado no tiene las garantías de sanidad. En estos países, gente con dinero compra órganos, pero estos órganos ni reúnen las garantías sanitarias ni la cirugía es útil. Lo ideal es entrar en el circuito legal, donde la procedencia de los órganos es moral casi en el cien por cien de los casos. Es decir, hay que acudir a las vías que corresponden”.
“Hay que decir -precisó el presidente de la FIAMC- que el tráfico de órganos, que es importante en cuanto al numero de casos y en cuanto a lo terrible del hecho, representa un porcentaje bajo respecto al tráfico en general de personas. Quizás entre un dos y un cinco por ciento de todos los tráficos. Evidentemente hay que combatirlo. Es algo que es muy periodístico, pero representa un porcentaje bajo del total”.
Indicó que también existen casos extremos, como “el de los condenados a muerte, que se aprovechan sus órganos. Es algo que, de alguna manera no nos gusta, porque el cadáver es el símbolo de la persona y tiene que ser respetado. Si la persona ha querido hacer la donación, bien. Pero que se aproveche una pena de muerte, muchas veces sin garantías jurídicas, es algo que no está bien”.
“Algunas personas -recordó el médico indicando las situaciones de pobreza- venden órganos pares para conseguir dinero”. Pero no sólo allí visto que en los países ricos “también pasa algo terrible, incluso en países civilizados como España, donde se donan óvulos y esperma. Se enmascara como donación, pero se paga un precio. La moral y la ley dice que se tiene que compensar a la persona que dona: las molestias, el tiempo, etc. Pero en muchas ocasiones es una venta, porque aquella persona gana dinero”.
Y ejemplifica con España en donde “una chica universitaria puede ganar euros por donar unos óvulos. Y también eso, en el fondo, enmascaradamente, es un tráfico de algo muy importante, porque un óvulo lleva una carga genética de la persona. Estás vendiendo parte de la persona. Eso no es aceptable”.
“La Iglesia acepta siempre la donación, la donación de la vida por otro. El padre Kolbe, en Auschwitz, dio su vida por un padre de familia. Uno puede dar medula ósea, puede dar sangre… Eso es bueno, es buenísimo. Incluso uno puede dar su cuerpo a la ciencia. La donación.
Y sobre esto citó un ejemplo histórico: “Los romanos antiguos, antes de Cristo, lo tenían clarísimo. Hay muchas cosas que tienen que ser res extra commercium, fuera del comercio. El matrimonio y la sexualidad tienen que estar fuera del comercio. La donación de órganos, fuera del comercio. Es algo distinto, por encima”.
Interrogado por ZENIT sobre el ADN en el caso del tráfico de seres humanos y desaparecidos, el presidente de la FIAMC indicó: “Sí, hay algunos avances que nos pueden ayudar. El estudio del ADN de niños que se han perdido, que han sido raptados o que proceden de zonas con mucho riesgo social, puede servir para saber quiénes son sus padres o sus familiares. A veces no se pueden localizar a los padres, pero si uno localiza a una tía carnal ya es algo, ¿no? Sirve para ayudar a estos niños”.
Los controles de ADN, los kits de ADN o los análisis, no se pueden hacer a toda la población (habría incluso problemas de tipo ético o de tipo jurídico), pero son muy útiles para identificar menores. Es un recurso científico, un recurso para ayudar a la persona. En países como Guatemala están muy extendidos y han ayudado a muchos niños a recuperar sus orígenes”.
Sobre las propuestas concretas, el doctor Simón indicó que “ha habido propuestas para la actuación. Incluso propuestas que se hacen a la Santa Sede. Luego la Santa Sede decidirá, porque tanto la Academia como los médicos católicos estamos en la antropología del humanismo cristiano, ayudamos al magisterio pero no lo producimos. Serán el santo padre y los obispos quienes lo decidirán”.
“Hemos hecho propuestas concretas -indicó- como la ratificación de algunos protocolos. Por ejemplo, el de Palermo sobre el tráfico de personas, que sería bueno que la Santa Sede lo firmará. Quizás con algún agregado, con alguna precisación. También el tema de la prohibición. Ayudar a los países a que prohíban realmente la prostitución, porque es un problema que está intrínsecamente unido al de la droga, al de la violencia mafiosa, a la coacción de personas y a los delitos de blanqueo fiscal. La droga produce tantísimo dinero, que necesita unos procesos de blanqueo.