Al término del concurridísimo Ángelus de este soleado domingo en Roma, el papa Francisco recetó un medicamento a los miles de fieles y peregrinos que se agolpaban en San Pedro. «Es el contenido de una cajita, que algunos voluntarios distribuirán mientras dejan la plaza», afirmó divertido. Y aclaró que «se trata de una ‘medicina espiritual’, llamada Misericordina».
En ese momento, desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico, el santo padre blandía el particular regalo. Dentro, una corona del Rosario, «con la cual se puede rezar también la Coronilla de la Divina Misericordia».
Con este gesto, explicó el pontífice, su intención era sugerir a todos los presentes en la plaza «un modo para concretar los frutos del Año de la Fe, que llega al final». Y el papa concluyó sus palabras asegurando que la ‘Misericordina’ es «una ayuda espiritual para nuestra alma y para difundir en todas partes el amor, el perdón y la fraternidad».