Al contrario del neoyorquino, naturalizado británico, Henry James, con un título muy similar, Una vuelta de tuerca, de Humberto Pérez-Tomé, no es una historia de terror sino con final feliz, en la línea de una narrativa que, como su editorial Sekotia, define «con valores». Un género que parece que gana adeptos, en un mundo fracturado y con multitud de visiones del mundo.
Es ese mundo el que, como un tsunami, envuelve al protagonista, que se ve en el ojo del ciclón de un verdadero mobbing, ideado por una conspiración de compañeros de trabajo, un amigo de toda la vida, casi un padre para él, y la organización internacional más potente, que se sepa.
La tesis que mantiene el autor –sobre los manejos y conspiraciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU)– se pueden compartir o no. Pero ha escrito una novela fluida, muy gráfica, casi cinematográfica, en la que una familia numerosísima, para los tiempos que corren, a pesar del peligro de naufragar, sale a flote por el amor que entre ellos se tienen, aún contando con los problemas de los hijos que se hacen adultos, y adolescentes, incluída la droga «blanda», la pérdida del trabajo del padre, el engaño de este al resto de sus seres queridos, y en fin los problemas que afronta una familia de clase media pero… en Alemania.
En realidad, sólo el escenario ha cambiado, y casi no se alude a la situación política de aquél país ni de otros sino de un modo tan general, que no se ahonda en lo local. Podría suceder en cualquier lugar porque lo que se manejan son sentimientos humanos, crisis de pareja, diálogo intergeneracional, venganzas, pasiones, ambición, pisotones profesionales, crisis de crecimiento, trabajo con inmigrantes, fe, diálogo con Dios ¿les suena? Dado que el protagonista, Hans, trabaja en una agencia de noticias internacional, con servicios globales, podía vivir en cualquier punto del planeta.
Sabiendo que esta no es una novela al uso, que su fin pretendido y no ocultado es transmitir valores humanos y al fin cristianos, el lector no se llama a engaño.