Todos los trabajadores del Estado Vaticano, salvo los arzobispos y cardenales, deberán fichar con la tarjeta magnética que ya tienen, para dejar así constancia de su jornada laboral. Lo harán a partir del 1 de enero de 2014, según una información que publicará mañana el semanario italiano Panorama.
Aunque ya hayan quedado atrás los tiempos en los que Juan XXIII respondió con un chiste al periodista que le preguntó cuántas personas trabajaban en el Vaticano: indicando ‘Más o menos la mitad…’, el registro de las entradas y salidas servirá para medir el nivel de trabajo de cada uno de sus casi 3 mil dependientes.
La decisión ha sido promovida por el propio papa y ha contado con la colaboración del servicio de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), que es quien paga los sueldos.
Durante años se ha intentado introducir este control de asistencia, pero el proyecto siempre había fracasado debido al obstruccionismo de los interesados. Así, el pontífice argentino ha pasado de las palabras a los hechos en su propia casa, donde ya es conocida su afición de ir apagando las luces por los pasillos de las logias. «Ahorrando luz se da sueldo a un párroco», ha afirmado más de una vez Francisco.
Quienes conocen al santo padre aseguran que esta medida permitirá principalmente optimizar el uso de personal en la Curia romana y recuperar a algún sacerdote para la actividad pastoral.
La obligación de fichar ha suscitado el descontento, sobre todo entre quienes temen que exista un control demasiado rígido y no se tengan en cuenta otras actividades fuera de los muros vaticanos.
Dotada con un chip capaz de localizar en cualquier momento dónde se encuentra su propietario, la tarjeta sirve también para acceder a los servicios de asistencia sanitaria, a los cajeros automáticos, al mercado, a los comedores y a los distribuidores de gasolina dentro del Estado de la Ciudad del Vaticano.